12 de mayo de 2019

¿Por qué Balthus?


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

¿Por qué Balthus? Porque sospecho que a la mayoría de los españoles les pasará lo que a mí: que, a lo sumo, les sonará este nombre como el de un pintor del siglo XX, sin más detalles.
Puede que este desconocimiento de Balthus por parte del gran público de nuestro país haya sido una de las razones por las que el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza ha montado una exposición temporal de 47 obras de este pintor, abierta desde el 19 de febrero al 26 de mayo de 2019.
He tenido la suerte de visitar la exposición sobre Balthus el pasado lunes 6 de mayo, con un reducido grupo de socios de la Asociación Plaza Porticada de Santander, a la que pertenece mi mujer y que preside mi admirada Elena García Botín. Como familiar invitado pude disfrutar de una visita guiada por la historiadora y guía del Museo Almudena Rodríguez Guridi, quien con mano maestra nos condujo por las salas donde se exhiben los cuadros de este gran artista, pintor de pintores, de ascendencia polaca, nacido en París el 29 de febrero de 1908 y fallecido en Rossinière (Suiza) el 23 de febrero de 2001, a punto de cumplir los noventa y tres años.
Pero ¿por qué Balthus? Se llamaba Balthasar Klossowski de Rola, mas se le conoció siempre como Balthus, nombre con el que ha pasado a la historia del arte, en la que figura entre los grandes artistas que, a estos sí, todos conocemos, como Cezanne, Modigliani y Picasso.
Cito expresamente a Picasso, con quien Balthus mantuvo una estrecha relación, porque el universal malagueño le dijo en una ocasión: “Eres el único de los pintores de tu generación que me interesa. Los demás quieren ser como Picasso. Tú no”.
Sorprende de Balthus el hecho de que, a pesar de conocer y tratar a los artistas más destacados de las vanguardias y del surrealismo, su pintura nunca abandonó la figuración. Eso, sí, pueblan sus cuadros unas figuras humanas, con frecuencia alargadas, en especial niñas púberes, en posturas nada convencionales, que a menudo han sido calificadas de eróticas.
Al ir recorriendo los cuadros de Balthus del Thyssen-Bornemisza, que siguen un orden cronológico, desde la primera exposición individual en 1934, en la Galerie Pierre de París, nuestra guía nos invita a reparar en la sobriedad de los decorados, casi teatrales, en que se muestran muchachas adolescentes como Therèse, que le sirvió de modelo en numerosas ocasiones, o los hermanos Blanchard, sorprendidos por el pintor en momentos de tedio o ensimismamiento. Cito del folleto que el Museo entrega a los visitantes: “Sus posturas desinhibidas suscitan diferentes lecturas que fluctúan entre la naturalidad infantil y una ambigua consciencia erótica propia de la pubertad”.
Otra es la interpretación que el propio autor da a sus adolescentes supuestamente eróticas. En las Memorias que dictó durante dos años, ya cercanos a su muerte, a su amigo Alain Vircondelet y que están editadas en español en la colección Debolsillo de Penguin Random House, podemos leer en el capítulo 50: “Mi obra, pinturas y dibujos en los que abundan las niñas desvestidas, no responden a una visión erótica que me convertiría en voyeur […]. De modo que Thérèse soñando o en La habitación no hay que verlos como […] actos eróticos en los que la anatomía y la libido se combinarían de manera escabrosa, sino más bien como la necesidad de mostrar y captar algo que solo puede hallarse en lo imperceptible de la palabra, en lo indescifrable, algo que sin embargo vibra y resuena, participa en lo que Camus llamaba ‘el corazón palpitante del mundo’.”
Balthus se consideraba a sí mismo, más que un artista, un artesano. Él mismo se preparaba los pigmentos, los colores, y trabajaba en estudios con luz natural, nunca con luz eléctrica.
Aconsejo vivamente la lectura de estas Memorias de Balthus. En ellas se confiesa ferviente católico practicante. “Siempre empiezo un cuadro rezando, un acto ritual que me da la posibilidad de atravesar, de salir de mí mismo. Estoy convencido de que la pintura es un modo de oración, un camino para llegar a Dios”. Me recuerda al gran compositor austriaco del Clasicismo Franz Joseph Haydn, quien igualmente comenzaba su trabajo de componer con una meditación.
¿Por qué Balthus? Porque en su pintura se dan cita los grandes maestros clásicos italianos como Masaccio, Piero della Frncesca, Caravaggio y Giotto, y un innegable influjo oriental.
Y un último apunte, tomado de sus Memorias, para los que, como yo, amamos la luz: “Hay que aprender a atisbar la luz. Sus inflexiones. Sus fugas y sus filtraciones. Por la mañana, después del desayuno, después de leer el correo, informarse sobre el estado de la luz. Saber si es posible pintar hoy, si el avance en el misterio del cuadro será profundo”.
Solo con la iluminación de cada uno de nosotros será posible penetrar en el misterio de la obra del gran artista artesano que fue Balthus.

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