Las
palabras y la vida
Alberto Martín Baró
El esperpento en el
que, desde hace meses, si no años, se ha convertido el proceso separatista
catalán halla quizá su más genuina expresión en el lazo amarillo que los
independentistas han elegido como símbolo de una de sus más insistentes
reivindicaciones.
¿Y en qué consiste
esta reclamación? De los partidarios de la secesión de Cataluña se esperaría
que su exigencia se centrara en demandar una República catalana independiente.
Pero de tal independencia ya no hablan, al menos no abiertamente. Lo que exigen
con los lazos amarillos, en sus solapas, o en
los escaños vacíos del Parlamento catalán, o desplegados en lugares públicos y
hasta en las fachadas de edificios institucionales, es la libertad de los
“presos políticos”, encarcelados, según ellos, a causa de sus ideas por el
represor y antidemocrático Estado español.
A
unos defensores inteligentes de la secesión de Cataluña cabría pedirles una
exposición clara y razonada de las ventajas que una República catalana
independiente reportaría a los ciudadanos de la hoy por hoy Comunidad Autónoma.
Pero a este terreno de la razón no llevan los independentistas el debate, que
saben perdido en pura lógica por la contundencia de los hechos.
Ah,
mas hay que mantener viva la llama del secesionismo, y entonces recurren a la
guerra, de momento incruenta, aunque nada pacífica, de los símbolos.
Así,
cuando el 16 de octubre de 2017 fueron enviados a prisión preventiva Jordi
Sànchez y Jordi Cuixart, presidentes respectivamente de la Asamblea Nacional
Catalana y de Òmnium Cultural, estas organizaciones pidieron a sus miembros y
demás simpatizantes de la causa independentista utilizar lazos amarillos para
reivindicar la liberación de los “presos políticos” catalanes, que no son
tales, sino políticos presos por presuntos delitos de rebelión, sedición y
malversación.
El
lazo amarillo se usa con alcance internacional en apoyo a los enfermos de
endometriosis. Pero, como estamos en una comedia bufa, ¿saben los portadores de
los lazos amarillos y los que llevan camisetas del mismo color que en el mundo
del teatro el amarillo es gafe? Lo cual tiene su origen en el hecho de que
Molière falleció en escena el año 1673 representando El enfermo imaginario con una vestimenta amarilla.
¡Si
es que la declaración de la República catalana está gafada! No tanto por la
timorata y alicorta aplicación del Artículo 155 de la Constitución, cuanto por
los errores y la división de los secesionistas, empeñados en proponer candidatos
inviables a la presidencia de la Generalidad, por estar inmersos en causas
judiciales, acusados de promover un golpe de Estado, violando la Constitución
Española en vigor.
El
color amarillo ha variado de significado simbólico a lo largo de los siglos y
según los distintos ámbitos geográficos y civilizaciones.
En
sí mismo es un color primario, que no resulta de la mezcla de otros colores. En
mi profesión de editor, he trabajado con la cuatricromía, a saber la impresión
en cuatro colores, el amarillo –allo en la abreviatura de las artes gráficas–,
el magenta, el azul o cian y el negro o gris, con los cuales se obtiene toda la
gama cromática de cualquier grabado o reproducción.
Para
unos países y culturas, el color amarillo, con el que suele representarse el
Sol, tiene una connotación positiva y luminosa, mientras que en otras
civilizaciones, y según épocas históricas, se ha utilizado para señalar a las
prostitutas, o a los herejes y apóstatas por la Inquisición.
Se cuenta
que en la antigua Roma se recomendaba a las mujeres respetables que no usaran
pelucas rubias, ya que estas estaban reservadas para las prostitutas y mujeres
de mala reputación.
A
Judas se le representa en cuadros religiosos, como en las pinturas del Giotto
sobre la “Pasión de Cristo” de principios del siglo IV, vestido con una túnica
amarilla, símbolo de su traición. Me temo que los gobernantes independentistas
catalanes, traidores al juramento de respetar la Constitución que hicieron al
tomar posesión de sus cargos, desconocen este significado del color amarillo.
Como
también puede que ignoren que el amarillo, color de la flor del narciso,
recuerda al personaje mitológico de este nombre, que se enamoró de sí mismo al
contemplar su imagen reflejada en una fuente. Dejen los independentistas
catalanes de mirarse en el espejo de su narcisismo y atrévanse a mirar de
frente la realidad.
La
realidad del trigo amarillo que nos habla de la importancia y la hermosura del
trabajo en común. Y la realidad del sol que ilumina y calienta a todos por
igual, secesionistas y constitucionalistas. A los que la luz une no los
separemos con oscuros señuelos y falsas promesas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario