Las
palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Hay ritos que, una
vez inventados y demostrado su valor, adquieren carta de ciudadanía y se
mantienen impertérritos en el tiempo. Uno de estos actos –hoy el personal
adicto a las modas del lenguaje diría ‘eventos’, qué insistencia– es la
presentación de libros. Rara es la semana en la que, al menos en Madrid, no me
inviten a dos o tres de estas ceremonias. Que a menudo coinciden en el mismo
día, con lo que me veo obligado a elegir en función del grado de amistad o de
compromiso con el autor, o de mi propia apetencia.
Yo mismo he sido
frecuente protagonista de tales puestas de largo de libros recién publicados,
unas veces como autor y otras como presentador.
Los autores suelen,
solemos, buscar a alguien con renombre y gancho para que oficie de introductor,
lo cual puede entrañar el riesgo de que te robe protagonismo. Recuerdo que, al
presentar hace algunos años mi libro Tiempo
de respuestas: Sobre el sentido de la vida, confié el papel de presentador
a mi admirado amigo profesor de Lenguas y Cultura Clásicas Bernardo Souvirón.
Nunca se me ocurriera tal cosa. Ante la brillante exposición de Bernardo, que
mantuvo en vilo al público que llenaba el salón del Centro Segoviano de Madrid,
yo me fui apagando sin remedio. De todos modos, es esta una de mis obras
publicadas que mejor se ha vendido. ¿Influyó en este éxito el padrinazgo de
Bernardo Souvirón?
Importa, claro,
llenar el aforo. Por ello, yo suelo elegir, y recomendar a mis amigos
escritores que busquen, una sala no muy grande. El efecto de un recinto pequeño
abarrotado es mucho mejor que el de un local amplio semivacío.
Forma parte
inseparable de la ceremonia de presentación en sociedad de un libro la firma de
ejemplares. Nos contaba mi colega Juan Andrés Saiz Garrido, en la tertulia de
abril de “El libro del mes” celebrada en homenaje a Forges, cómo el genial
humorista gráfico personalizaba las dedicatorias de sus libros, acompañándolas
incluso con dibujos. Otros no tenemos ese ingenio y nos limitamos al consabido
“Para Pili, con afecto”, o “con todo cariño”, según los casos.
Guardan algún
parentesco con las presentaciones de libros las tertulias literarias, como la
citada “El libro del mes” que mantenemos desde el año 2005 un grupo de amigos
en El Espinar. De hecho, en algunas ocasiones se han presentado en ella libros
con asistencia de sus autores. Pero no es esta la finalidad de tales reuniones,
en las que previamente se propone la lectura de una obra para comentarla
después en la tertulia, con o sin la presencia de su autor, y sin que
necesariamente el libro sea de reciente publicación. Me hacen llegar autores,
amigos, conocidos o desconocidos, sus obras para “presentarlas” en nuestra
tertulia. Tengo sobre la mesa de la sala un montón de libros, que voy leyendo
como puedo y que a menudo no tienen cabida en “El libro del mes” por una razón
o por otra. Y porque no soy yo el único que decide de qué obra vamos a
ocuparnos en nuestra tertulia.
¿Leer o hablar? He
asistido a intervenciones penosas de presentadores o autores que, por no llevar
escrito lo que iban a decir, y confiar en su capacidad de improvisación, no
acertaron a hilvanar un discurso medianamente fluido. Mi experiencia aconseja
la lectura, intercalando comunicaciones habladas.
También da buenos
resultados el diálogo entre presentador y autor, con preguntas y respuestas, en
las que pueden participar los asistentes. Recientemente, en la sede de la
Asociación de Escritores y Artistas Españoles, en la calle Leganitos de Madrid,
Enrique Gracia Trinidad y su mujer Soledad Serrano actuaron de presentadores de
un ensayo de Emilio Porta titulado Contrapensamientos.
Enrique y Soledad nos deleitaron con un coloquio lleno de gracia, humor y
poesía, del que no desmereció el diserto autor de la obra.
A mí la suerte me
sonríe estos días. Tengo la fortuna de presentar en librerías de varias
ciudades españolas –pronto se hará en Segovia– el último libro de Angelina
Lamelas, escritora santanderina reconocida como una de las más prestigiosas
narradoras, articulistas y poetas en lengua española. El libro se titula Aquel niño austriaco y está dirigido a
niños a partir de los 9 años. El relato se basa en un hecho real: la acogida de
3.500 niños austriacos por familias españolas en los años 1949 y 1950,
organizada por Cáritas y Acción Católica. El protagonista de la historia, Hans,
es recibido en Santander por una familia que cuenta con cinco hijos, tres
chicas y dos chicos, entre 13 y 7 años, que pronto se harán amigos inseparables
del austriaco. Un delicioso, divertido y apasionante cuento de literatura
infantil, que leemos con igual interés y emoción los mayores.
Con una autora como
Angelina Lamelas, que narra de mano maestra la vida propia y ajena, la realidad
y la ficción, da gusto presentar un libro.
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