5 de abril de 2017

Pueblos desde el autobús

Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Mi primera intención había sido sacar en la página web de Renfe los billetes para el ferrocarril Madrid-Salamanca, Salamanca-Madrid. Pero, una vez introducidos mis datos personales y los días y las horas en que quería hacer la ida y la vuelta, al pasar a la opción Comprar, me apareció el aviso: “Tren no disponible”. Lo que se repitió en un segundo intento. En vista de lo cual opté por adquirir billetes para el autobús Auto Res en avanzabus.com.
El hecho de que en el autobús figurara el letrero “Madrid-Salamanca por Arévalo” no me hizo sospechar que fuéramos a parar, no solo en esta población de Ávila, sino en otros muchos pueblos del itinerario entre Adanero y Salamanca. Paradas que se volvieron a producir en el viaje de vuelta al día siguiente, sin que ello significara que en tales paradas bajaran o subieran viajeros. Sí significó que en el trayecto el autobús invirtiera más de tres horas, frente a la hora y media que tarda el tren en efectuar el mismo recorrido.
No soy capaz de reproducir ni las carreteras por las que circulamos, entrando y saliendo por la Autovía del Noroeste, ni todos los pueblos en los que nos detuvimos. Y, a pesar de que en la mencionada página avanzabus.com te informan de que puedes consultar, pulsando en una pestaña, los horarios y las paradas, sí te aparecen los horarios, pero no los lugares en los que los autobuses se detienen.
En este mundo nuestro de los transportes rápidos, el viaje de marras me recordó tiempos pasados, cuando los trenes y los coches de línea paraban en todas las estaciones o puntos del trayecto.
De los pueblos por los que pasamos, en las provincias de Ávila y Salamanca, dos tienen una mayor importancia, tanto en el aspecto demográfico como en el económico, y son Arévalo en Ávila y Peñaranda de Bracamonte en Salamanca.
Consulto en la página web del Instituto Nacional de Estadística (INE) y averiguo que Arévalo, según el censo del año 2014, cuenta con 8.165 habitantes, mientras que Peñaranda de Bracamonte tenía en esa misma fecha 6.672. Estas cifras notables de población influyen en que ambos núcleos dispongan de servicios, comercios e industria muy superiores a los de su entorno.
Hay viajeros que montan en uno de los pueblos intermedios y piden al conductor un billete para el siguiente. Así, en el viaje de vuelta, una mujer se subió en Madrigal de las Altas Torres y pidió un billete para Arévalo, que le costó 1 euro y 35 céntimos. Madrigal de las Altas Torres, con tan sonoro y poético nombre, cuna de la reina Isabel de Castilla, Isabel la Católica, que nació en esta localidad el año 1451, tiene solo en la actualidad una población de 1.544 habitantes. La vista de Madrigal que se percibe desde el autobús no justifica el apelativo de Altas Torres, que al parecer se debe a los torreones que remataban su muralla y que, aunque bastantes de ellos se conservan, no sobresalen, ya digo, en la panorámica que se divisa desde el autobús.
Una joven bien arreglada, que se había montado en Salamanca, se baja en Paradinas de San Juan, un pueblo que cuenta con 423 habitantes. ¿Vivirá esta joven en Paradinas o habrá ido a visitar a sus padres en el fin de semana?
Son feas y antiestéticas las casas de las afueras de estos pueblos que se ven desde el autobús. Y puntualizo de las afueras, porque en nuestro viaje el autobús no se adentra en los núcleos históricos, donde suelen conservarse edificios de valor artístico o, al menos, típicos.
Están verdes los campos y los sembrados que se dilatan ante mis ojos. La agricultura extensiva y de secano sigue siendo la principal, por no decir la única, riqueza de estas tierras. ¡Cómo no van a desangrarse estos pueblos, cómo no van a emigrar sus pobladores a otros lugares! ¿Qué atractivo pueden ofrecer a los jóvenes, incluso a aquellos a los que su vocación los llama a formarse en algún tipo de capacitación agraria? Pueblos que nacieron por alguna razón histórica o geográfica que hoy ha dejado de tener sentido. Así está seco el río Zapardiel en el punto por el que lo cruzamos. Pueblos que están llamados a desaparecer, con harto sentimiento y dolor de algún anciano superviviente que añora tiempos mejores.

En Orbita, sin acento en la O, no para el autobús. Por curiosidad, dado lo singular del nombre, consulto en el INE y me entero de que en el censo de 2014 tenía 80 habitantes. ¿Aguantarán estos vecinos un verano y, sobre todo, un invierno más en el pueblo que los vio nacer? 

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