Las palabras y la vida
Alberto
Martín Baró
Mi
primera intención había sido sacar en la página web de Renfe los billetes para
el ferrocarril Madrid-Salamanca, Salamanca-Madrid. Pero, una vez introducidos
mis datos personales y los días y las horas en que quería hacer la ida y la
vuelta, al pasar a la opción Comprar, me apareció el aviso: “Tren no
disponible”. Lo que se repitió en un segundo intento. En vista de lo cual opté
por adquirir billetes para el autobús Auto Res en avanzabus.com.
El
hecho de que en el autobús figurara el letrero “Madrid-Salamanca por Arévalo”
no me hizo sospechar que fuéramos a parar, no solo en esta población de Ávila,
sino en otros muchos pueblos del itinerario entre Adanero y Salamanca. Paradas
que se volvieron a producir en el viaje de vuelta al día siguiente, sin que
ello significara que en tales paradas bajaran o subieran viajeros. Sí significó
que en el trayecto el autobús invirtiera más de tres horas, frente a la hora y
media que tarda el tren en efectuar el mismo recorrido.
No
soy capaz de reproducir ni las carreteras por las que circulamos, entrando y
saliendo por la Autovía del Noroeste, ni todos los pueblos en los que nos
detuvimos. Y, a pesar de que en la mencionada página avanzabus.com te informan
de que puedes consultar, pulsando en una pestaña, los horarios y las paradas,
sí te aparecen los horarios, pero no los lugares en los que los autobuses se
detienen.
En
este mundo nuestro de los transportes rápidos, el viaje de marras me recordó
tiempos pasados, cuando los trenes y los coches de línea paraban en todas las
estaciones o puntos del trayecto.
De
los pueblos por los que pasamos, en las provincias de Ávila y Salamanca, dos
tienen una mayor importancia, tanto en el aspecto demográfico como en el
económico, y son Arévalo en Ávila y Peñaranda de Bracamonte en Salamanca.
Consulto
en la página web del Instituto Nacional de Estadística (INE) y averiguo que
Arévalo, según el censo del año 2014, cuenta con 8.165 habitantes, mientras que
Peñaranda de Bracamonte tenía en esa misma fecha 6.672. Estas cifras notables
de población influyen en que ambos núcleos dispongan de servicios, comercios e
industria muy superiores a los de su entorno.
Hay
viajeros que montan en uno de los pueblos intermedios y piden al conductor un
billete para el siguiente. Así, en el viaje de vuelta, una mujer se subió en
Madrigal de las Altas Torres y pidió un billete para Arévalo, que le costó 1
euro y 35 céntimos. Madrigal de las Altas Torres, con tan sonoro y poético
nombre, cuna de la reina Isabel de Castilla, Isabel la Católica, que nació en
esta localidad el año 1451, tiene solo en la actualidad una población de 1.544
habitantes. La vista de Madrigal que se percibe desde el autobús no justifica
el apelativo de Altas Torres, que al parecer se debe a los torreones que
remataban su muralla y que, aunque bastantes de ellos se conservan, no
sobresalen, ya digo, en la panorámica que se divisa desde el autobús.
Una
joven bien arreglada, que se había montado en Salamanca, se baja en Paradinas
de San Juan, un pueblo que cuenta con 423 habitantes. ¿Vivirá esta joven en
Paradinas o habrá ido a visitar a sus padres en el fin de semana?
Son
feas y antiestéticas las casas de las afueras de estos pueblos que se ven desde
el autobús. Y puntualizo de las afueras, porque en nuestro viaje el autobús no
se adentra en los núcleos históricos, donde suelen conservarse edificios de
valor artístico o, al menos, típicos.
Están
verdes los campos y los sembrados que se dilatan ante mis ojos. La agricultura
extensiva y de secano sigue siendo la principal, por no decir la única, riqueza
de estas tierras. ¡Cómo no van a desangrarse estos pueblos, cómo no van a
emigrar sus pobladores a otros lugares! ¿Qué atractivo pueden ofrecer a los
jóvenes, incluso a aquellos a los que su vocación los llama a formarse en algún
tipo de capacitación agraria? Pueblos que nacieron por alguna razón histórica o
geográfica que hoy ha dejado de tener sentido. Así está seco el río Zapardiel
en el punto por el que lo cruzamos. Pueblos que están llamados a desaparecer,
con harto sentimiento y dolor de algún anciano superviviente que añora tiempos
mejores.
En
Orbita, sin acento en la O, no para el autobús. Por curiosidad, dado lo
singular del nombre, consulto en el INE y me entero de que en el censo de 2014
tenía 80 habitantes. ¿Aguantarán estos vecinos un verano y, sobre todo, un
invierno más en el pueblo que los vio nacer?
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