13 de abril de 2017

Compañero del alma

Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
El 10 de enero de 1936 Miguel Hernández escribía su Elegía a Ramón Sijé, que introduce con estas palabras: “En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como el rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería”. El poema comienza con esta estrofa:
“Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano”.
Y concluye con estos versos inmortales, tantas veces citados:
“A las aladas almas de las rosas,
de almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas.
compañero del alma, compañero”.
No he conseguido averiguar si esta expresión, “compañero del alma”, la utilizó algún otro autor antes que Miguel Hernández, pero lo que está fuera de toda duda es que fue el poeta de Orihuela quien consagró y dotó de fama imperecedera este apóstrofe dirigido a su paisano y amigo Ramón Sijé.
En la tertulia “El libro del mes” de la semana pasada en El Espinar, Katia Cócera presentaba su novela El tema de los temas. Katia, bióloga medioambiental y profesora de yoga, ya nos había deleitado en diciembre de 2010 con su ensayo San Juan de la Cruz y el yoga, obra de la que ha publicado recientemente una nueva edición revisada.
En su primera incursión en el mundo de la narrativa se enfrenta de nuevo con lo que para ella es, en paráfrasis del bíblico Cantar de los cantares, “el tema de los temas": el amor.
Tres bellas historias de amor vertebran el relato, una ambientada en el Perú del tiempo de la conquista, más en concreto en Cuzco, entre una virgen del sol y un oficial español; otra en Barcelona y el Pirineo actuales, entre la protagonista de la novela, la periodista Diana del Pino, y el catalán y también periodista Miguel Ángel, y una tercera en la Finlandia de nuestros días, entre Diana y el agente forestal finlandés Aleksis.
Estas relaciones se nos relatan con saltos en el tiempo y con enfoques distintos, en los que la autora investiga la multiplicidad sexual y espiritual del amor.
Miguel Ángel ama a Caro, su mujer, pero tiene en Diana a su “compañera del alma”. Ambos amores no son incompatibles. ¿O no hay más que un único amado? ¿No es Aleksis, después, un trasunto de Miguel Ángel?
Leemos en la última página del libro: “El nombre, la nacionalidad, todos sus atributos, eran de ficción, ella le había dado un perfil, no más, a partir de la forma sagrada que tenía impresa en el alma, y anhelaba reunirse con él, sin velos, cuanto antes”.
Katia plantea en la tertulia tres cuestiones: 1. ¿Existe el compañero del alma? 2. El encuentro total entre hombre y mujer es imposible en esta vida, hay un desfase. 3) El tema de los temas ahonda en la unión amorosa en dos sentidos: entre el alma y Dios, y entre el amado y la amada.
El compañero o la compañera del alma –estas son ya reflexiones mías a partir de lo leído en la novela y escuchado a Katia– es más que un amigo o una amiga. Trasciende el tiempo y el espacio, y la dualidad de dos seres se convierte en unidad, manteniendo no obstante la necesaria polaridad.
Una cita del místico alemán Maestro Eckhart encabeza El tema de los temas:
”Está en la naturaleza del amor que fluya y emerja de dos que no son más que
Uno. El Uno, en tanto que Uno, no produce el amor. Dos, en tanto que dos, no producen el amor. Pero Dos, en tanto que Uno, da necesariamente un amor natural, voluntario y coherente”.
Katia introduce de nuevo a san Juan de la Cruz en un capítulo del libro. El amor del compañero del alma es un equivalente humano espiritual de la fusión que el místico busca, a través de la noche oscura, con Dios, el Amado.

Preparando la tertulia, en el entorno privilegiado de las Navas de Riofrío, a la vista de la Mujer Muerta, comento con Katia que, después de una convivencia feliz de muchos años con la mujer amada o con el hombre amado, no llegamos a penetrar en su esencia más íntima. Penetración, coincidimos Katia y yo, reservada a otra vida o, si prefieren, a otra dimensión. 

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