13 de diciembre de 2020

Celebraciones

 Las palabras y la vida  

Alberto Martín Baró

Aún falta más de una semana para la Navidad y ya estamos “en pie de paz” para celebrar la fiesta sin duda la más universal en Occidente y la más entrañable del año en unión con la Nochebuena.

¿Y qué celebramos? El calendario nos informa de que el 25 de diciembre se conmemora la Natividad del Señor, o sea el nacimiento de Jesucristo, del niño Jesús.

Ya están instalados en muchos lugares los tradicionales nacimientos o belenes, si las autoridades laicas no han tenido a bien suprimirlos. Aunque resulta llamativo que esas mismas autoridades y cuantos no comparten la creencia cristiana en Jesús, Hijo de Dios hecho hombre, sí participen en la vacación, en los festejos y las celebraciones, en las reuniones familiares o de “allegados”, en las compras y regalos…

Aún sigue habiendo en España más festividades religiosas que civiles: la Epifanía o Reyes Magos el 6 de enero, el Jueves y el Viernes Santo en las fechas en que caigan según el Año Litúrgico, la Asunción de la Virgen el 15 de agosto, Nuestra Señora del Pilar el 12 de octubre, día en que se celebra también la Fiesta Nacional de España, la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre y la Navidad el 25 del mismo mes. A estas fiestas habría que añadir todos los domingos, cuyo origen está en el dies dominica, día del Señor. Mientras que las festividades civiles se reducen al Año Nuevo el 1 de enero, al Día del Trabajo el 1 de mayo, aunque este día también está dedicado a San José Obrero, a la ya mencionada Fiesta Nacional, coincidente con la Virgen del Pilar, y al Día de la Constitución el 6 de diciembre. O sea, que incluso dos de las cuatro celebraciones civiles guardan relación con efemérides religiosas.

Según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas de junio de 2020, un 61 % de la población española se considera católico, pero esta cifra desciende a niveles muy inferiores si se tiene en cuenta la práctica de los deberes religiosos y la asistencia a los actos de culto, así como también las franjas de edad.

A la pasada conmemoración de los 42 años de la Constitución española no asistieron, como ya es costumbre en ellos, los representantes de los partidos políticos que votaron en contra o se abstuvieron en el referéndum para la ratificación de la Constitución el 6 de diciembre de 1978.

¿Quienes no creen en lo que se conmemora en las festividades religiosas deberían esos días trabajar, o bien celebrar, por ejemplo, en vez de la Navidad el 25 de diciembre, el solsticio de invierno el 21 del mismo mes? Por coherencia con nuestras ideas, todos deberíamos estar a las duras, no solo a las maduras.

6 de diciembre de 2020

Libreras y libreros

 

Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

No soy partidario de la explicitación del masculino y femenino al hablar de cualesquiera personas: ciudadanos y ciudadanas, alumnos y alumnas, trabajadores y trabajadoras…, lo cual supone también el problema añadido de a qué género dar la prioridad. Pero tampoco hay que llevar este rechazo al extremo de no reconocer la pertinencia de su uso en algunos casos. El conferenciante que inicia su charla se ha dirigido desde siempre a su auditorio con el saludo “Señoras y señores”.

Al titular este artículo “Libreras y libreros” quiero resaltar el hecho de que, cuando el pasado 1 de diciembre estuve entregando en depósito ejemplares de mi nuevo libro “Las palabras y la vida” en cinco librerías de Segovia: Antares, Cervantes, Diagonal, Entre Libros y Punto y Línea, había en ellas más mujeres que hombres, más libreras que libreros. También es verdad que suele haber más bibliotecarias que bibliotecarios. ¿Son estas ocupaciones más propias de la mujer que del hombre? La consideración de profesiones o trabajos más idóneos para uno u otro sexo ha ido experimentando con el paso del tiempo profundos cambios. Hoy día no hay ningún campo de estudio o desempeño laboral, cultural o deportivo en el que no esté representada la mujer.

Pregunto a las libreras y los libreros de las citadas librerías cómo va la venta después del obligado cierre de marzo a mayo a causa del estado de alarma. Me cuentan Blanca, de Antares, y Fuencisla, de Diagonal, que, a juzgar por los libros vendidos, tienen la impresión de que la gente lee más. ¡Algo bueno tendría que traer la covid-19!

No es la primera vez que me encargo de la distribución en mano de un libro mío. ¿No lo hacen mis editores? A menudo se contentan, lo cual no es poco, con editar correctamente mi original. Las grandes editoriales sí cuentan con medios y personal para distribuir y comercializar los libros que publican.

Antes de la pandemia, se vendía casi el total de las pequeñas tiradas de mis libros en las presentaciones de los mismos, en el Centro Cultural o en el salón de plenos del Ayuntamiento de El Espinar, o en la Casa de Segovia en Madrid, o en las tertulias de “El libro del mes” en el restaurante El Espino también en El Espinar. Ahora, como he contado en un artículo anterior, estas tertulias han comenzado a celebrarse de forma virtual por wasap. Confío en la librería Figueredo de El Espinar y en las libreras y los libreros de Segovia para poner en manos de los lectores y de los tertulianos de “El libro del mes” mi selección de artículos publicados en El Adelantado con el título, que es también el de mi sección en el periódico, “Las palabras y la vida”: las palabras y la vida sin pandemia y las palabras y la vida con pandemia.

4 de diciembre de 2020

Tres preguntas y tres respuestas

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

 

El profesor de Religión del primer curso de Bachillerato propone a sus alumnos, para que se las planteen a sus abuelos, estas tres preguntas:
1. ¿Qué es lo que te hace feliz?
2. ¿Por qué y para qué estamos aquí?
3. ¿Qué consejo nos darías para la vida?
Asisto al diálogo en el que una abuela da a su nieto de dieciséis años las siguientes respuestas a esas preguntas:
1. Me hace feliz estar al lado de las personas a las que quiero. Y viajar.
2. Yo creo que, pensando en Dios, estamos aquí para ganarnos la vida eterna.
3. Yo, que soy una persona positiva, aconsejaría afrontar la vida con optimismo.
No puedo por menos de relacionar esas preguntas con los clásicos interrogantes que los hombres nos hemos planteado con recurrente insistencia: ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? ¿Cuál es el sentido de nuestra vida?
En el año 2008 publiqué un libro con el título “Tiempo de respuestas. Sobre el sentido de la vida”. Abría este ensayo con una cita de Robert Louis Stevenson: “Ser lo que somos y convertirnos en lo que somos capaces de ser es la única finalidad de la vida”.
Los fines de la vida son mucho más numerosos y complejos de lo que el autor de “La isla del tesoro” resume de una manera tan tajante, y que la abuela católica creyente en Dios cifra en “ganar la vida eterna”.
¿De dónde venimos? Como individuos, tenemos nuestro origen en unos padres que nos dieron el ser. ¿Adónde vamos? El pesimista dirá que nuestro fin es la muerte.
Me vienen a la mente estas reflexiones en unos momentos en los que, como nunca anteriormente en nuestra más o menos larga existencia, nos vemos expuestos a la letal amenaza de un deletéreo virus. La covid-19 ha trastocado nuestros esquemas mentales y nuestras formas de vida.
Si nos hace felices estar con nuestros seres queridos y viajar, como a la mencionada abuela, el coronavirus pone trabas a ambos deseos.
No sé si habrán ganado la vida eterna, pero creo que los cerca de millón y medio de fallecidos en todo el mundo por la covid-19 habrían preferido seguir vivos y sanos. En España, ni siquiera sabemos cuántas muertes ha causado la pandemia.

Y, eso sí, el optimismo nos ayudará a sobrellevar con mejor ánimo las restricciones impuestas por las autoridades sanitarias y a superar los trastornos psicológicos que el miedo y el confinamiento pueden ocasionarnos.

22 de noviembre de 2020

Rectificar

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

De las diez acepciones que da del verbo ‘rectificar’ el Diccionario de la Real Academia me interesan en este artículo la 2, la 5 y la 10: “2. tr. Modificar la propia opinión que se ha expuesto antes. 5. tr. Corregir las imperfecciones, errores o defectos de algo ya hecho. 10. prnl. Dicho de una persona, enmendar sus actos o su proceder.”
La expresión “errar es humano” cuenta con una larga tradición que se remonta al orador, escritor y político romano del siglo I a. C. Cicerón, quien en una de sus Filípicas (XII, 5), advertía que “Errar es propio de todo hombre, pero solo del ignorante perseverar en el error”. San Agustín, ya en el siglo V d. C., sería más severo con la contumacia en el error: ”Errar ha sido humano, pero es diabólico permanecer en el error por orgullo”. Y al poeta británico del siglo XVIII Alexander Pope debemos la frase: “Errar es humano, perdonar es divino, rectificar es de sabios”.
Se ha comentado mucho en días pasados la rectificación del Gobierno en dos asuntos de actualidad: la bajada del IVA que gravaba el precio de las mascarillas, a lo que se había negado amparándose en una directiva de la Unión Europea, y la exigencia a los viajeros que entran en España por aeropuertos y puertos de haber pasado una prueba que acredite que están libres del covid-19. Si concedemos que bajar el precio de las mascarillas y asegurar la protección de nuestras fronteras son dos hechos que corrigen anteriores errores, cabe afirmar que el Gobierno ha actuado rectamente y con sabiduría. Pues ese es el sentido etimológico de rectificar, hacer recto algo.
Ahora bien, no siempre al modificar una opinión expresada con anterioridad se acierta. El presidente Pedro Sánchez había manifestado antes de las elecciones generales del 10 de noviembre de 2019 que sentar en el Consejo de Ministros a miembros de Unidas Podemos le quitaría el sueño, a él y al 95 % de los españoles. Pues ahí tenemos a Pablo Iglesias de vicepresidente y a otros políticos de su partido y de IU ocupando carteras ministeriales.
En repetidas ocasiones también había declarado Sánchez que nunca y bajo ningún concepto pactaría con Bildu. Esta agrupación política, heredera de ETA y que nunca ha condenado las crímenes de la banda terrorista, hoy es admitida por el Gobierno de Sánchez como socio con el que sentarse a negociar los presupuestos. Y ello a pesar de que Bildu solo cuenta en el Parlamento otrora español con cinco escaños.

  Lo que ha hecho Sánchez y sus socios de Gobierno no es rectificar, o sea “corregir imperfecciones, errores o defectos”, sino cambiar de opinión y de proceder, para adoptar otros pareceres y actos erróneos e injustos.

15 de noviembre de 2020

El libro del mes

 

Las palabras y la vida

Alberto Martín Baró

Un amigo y yo intercambiábamos nuestros pareceres sobre El código Da Vinci en la Biblioteca Pública de San Rafael, en voz más alta de lo debido en tal recinto. La bibliotecaria nos llamó la atención y nos sugirió la posibilidad de reunirnos en aquel mismo lugar con otras personas amantes de la lectura para comentar los libros de nuestra preferencia. El 12 de enero de 2005 celebramos la primera tertulia de “El libro del mes”, que versó sobre La loca de la casa de Rosa Montero.

La dinámica de las reuniones era muy sencilla: proponíamos una lectura y, al mes siguiente, alguno de los tertulianos se encargaba de introducir el libro en cuestión y moderar el coloquio. Las tertulias solían celebrarse los primeros miércoles de mes de octubre a junio. De la Biblioteca de San Rafael pasamos a reunirnos en el restaurante El Espino, que regenta Isabel Codina en El Espinar.

Gracias a los contactos de algunos de los contertulios, y muy en especial de ese experto relaciones públicas que es Javier de la Nava, pudimos contar en nuestras tertulias con la participación de autores de tanto prestigio como Lorenzo Silva, Javier Moro, Carmen Gallardo, Angelina Lamelas, Javier Lostalé, Germán Ubillos, Margarita Hernández Laille, Emilio Pascual, Inma Chacón, Marifé Santiago Bolaños, Alejandro Palomas, Ángeles Blanco, Edurne Portela, María José Garrido, y los segovianos, o afincados en Segovia o en El Espinar, Ignacio Sanz, José Antonio Abella, Juan Andrés Saiz Garrido, Bernardo Souvirón, Luis López, Emilio Miguel López Laorga, etc., etc.

Hablo en pasado, pues la pandemia y las restricciones impuestas por las autoridades sanitarias desde marzo de 2020 nos han impedido celebrar nuestras tertulias de modo presencial. Para suplir estas carencias, hemos creado un grupo de wasap, llamado también “Libro del mes”, en el que reproducimos con algunos cambios la dinámica de las tertulias presenciales. Se propone el título de un libro para que los participantes lo lean y, al mes siguiente, un tertuliano o el autor, si tenemos la suerte de contar con él, presenta el libro y se abre el turno de preguntas y comentarios. Que pueden hacerse en cualquier momento, sin que quienes intervienen tengan que hacerlo en un día o momento concreto.

Este mes de noviembre hemos propuesto Diario de Lucía Sapiens. Tras los pasos de Charles Darwin por Argentina y Chile, del que es autora Margarita Hernández Laille. La profesora Pilar Antón Puebla y la propia autora introducirán el libro mediante un audio el 2 de diciembre. Así, cuando el covid-19 nos impide o dificulta viajar, podremos acompañar a Lucía-Margarita tras las huellas de Darwin en su viaje a bordo del Beagle.

8 de noviembre de 2020

Apostar por la cultura

 

Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

¿Se puede ser optimista cuando todas las noticias que nos llegan a través de los medios de comunicación son malas? Según el Diccionario de la Real Academia Española, el optimismo es “La propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable”. ¿Hay algún aspecto favorable en la situación sanitaria, económica y social, no solo de España, sino de toda Europa y, prácticamente, del mundo entero? Se pueden contar con los dedos de una mano los países que han logrado domeñar el covid-19. Nueva Zelanda es, al parecer, la nación donde el coronavirus ha causado menos estragos. China, donde se originó el coronavirus, difunde imágenes de normalidad, aunque siempre cabe la duda de que respondan a la realidad, habida cuenta de la opacidad del régimen comunista. Taiwán y Corea del Sur también pueden incluirse entre los territorios con datos positivos en la lucha contra el virus.

Todos estos ejemplos caen muy lejos de España, mientras que nuestro entorno europeo ofrece cifras alarmantes de contagios, hospitalizaciones y muertes. Y lo más desesperante es que las medidas tomadas por las autoridades sanitarias y políticas no son capaces de doblegar las curvas crecientes de la pandemia, como se dice en un lenguaje aséptico para ocultar que se trata de tragedias humanas.

El psiquiatra Enrique Rojas nos aconseja “apostar por el optimismo”: “La felicidad –escribe– no depende de la realidad, sino de la interpretación de la realidad que uno hace. […] Donde otros ven sombras y malos presagios, yo veo oportunidades y retos por cumplir”.

Yo quiero, dentro de esta óptica positiva, apostar por la cultura. Me llena de ánimo observar cómo, en medio de enormes dificultades, los artistas, los cantantes, los músicos, el mundo todo del espectáculo, montan obras de teatro, sacan discos, organizan conciertos; los escritores publicamos y presentamos libros… Han proliferado en la televisión concursos como Pasapalabra, El Cazador, ¡Boom!, siguiendo la huella del veterano Cifras y Letras, donde se ponen a prueba los conocimientos de todo tipo de los concursantes. España es una potencia en la creación de series televisivas. Contra viento y marea se han celebrado el Festival de Cine de San Sebastián y la Seminci de Valladolid… Otro día les hablaré de la tertulia literaria “Libro del mes” que hemos montado por wasap un grupo de amigos de El Espinar.

¿Que refugiarnos en la cultura, la lectura y el entretenimiento puede ser una forma de escapismo, de huir de la realidad? No. Es la mejor manera de interpretar la realidad para ser felices o, por lo menos, un poco menos desgraciados.

2 de noviembre de 2020

No hemos aprendido

LAS PALABRAS Y LA VIDA
Alberto Martín Baró 

¿Habrán leído los gobernantes de España en estos tiempos aciagos la Constitución? Les recuerdo el artículo 116.2: “El estado de alarma será declarado por el Gobierno mediante decreto acordado en Consejo de Ministros por un plazo máximo de quince días, dando cuenta al Congreso de los Diputados, reunido inmediatamente al efecto y sin cuya autorización no podrá ser prorrogado dicho plazo”. 
No hace falta ser un docto constitucionalista para entender que los seis meses establecidos por el Gobierno de Pedro Sánchez para el estado de alarma supera con mucho “el plazo máximo de quince días” que fija la Constitución. 
Pero no solo incurre en flagrante inconstitucionalidad el presidente del Gobierno, sino también el líder de la oposición al proponer para el estado de alarma ocho semanas en vez de seis meses.
 Que Pedro Sánchez no desconocía la letra de la Constitución lo prueba el hecho de que, en la anterior ola de la pandemia, decretó el estado de alarma por un plazo de quince días, cuya prórroga fue solicitando al Congreso en sucesivos plenos. 
Afirma el presidente del Gobierno que todos, él incluido, hemos aprendido mucho de la experiencia vivida en la lucha contra el covid-19 durante la primera ola. 
Falso. Seguimos, gobernantes y gobernados, y casi me atrevería a decir que también los expertos, dando los mismos palos de ciego contra el coronavirus. Hay comentaristas que, en tono coloquial, llaman “bicho” a un virus que no es ni será un ser vivo. Al que, por tanto, no es posible matar, sino solo destruir disolviendo con la espuma de un jabón, con hidrogeles o con alcohol de más del 65 % la capa de grasa que lo recubre. 
 Pero este remedio lo hemos conocido, o podido conocer, desde el comienzo de la pandemia. Como desde esos inicios hemos aprendido a protegernos con mascarillas y guardar la distancia de seguridad. Y sabíamos que el tiempo de desintegración del virus depende del la temperatura y humedad, y que las moléculas del virus se conservan muy estables en ambientes fríos y húmedos. De ahí que se nos previniera con razón de que la llegada del otoño y más aún del invierno sería muy favorable a la persistencia y propagación del virus. 
¿Y qué se nos propone para librarnos de los contagios y daños producidos por el virus? Confinarnos o, al menos, limitar nuestros movimientos y contactos. O sea, lo mismo que, a escala nacional, supuso el estado de alarma del 14 de marzo. Con la agravante de dejar que cada comunidad autónoma concrete las medidas para responder a esa alarma, ese “a las armas” de un llamamiento a la guerra sin mando, ni coordinación, ni armas eficaces contra el enemigo. 
No, no hemos aprendido.