Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
La
palabra “público” tiene, según la Real Academia Española (RAE), varios
significados, pero a mí me interesan en este blog dos de ellos: “Que pertenece
al Estado” y “Que tiene presencia y, en general, influencia en la vida
pública”.
Cuando
Pedro Sánchez, el PSOE a él sometido y algunos de sus ministros, muy en
especial la ministra de Hacienda y vicepresidenta primera del Gobierno de
España, arremeten contra las universidades privadas, a las que tachan de
“chiringuitos” y de ser la principal amenaza para la clase trabajadora, olvidan
que Marlaska, Albares y el propio Sánchez cursaron su educación universitaria
en centros privados.
Varias
interpretaciones cabe distinguir en este ataque furibundo a las universidades
privadas. Ante todo, el afán de Sánchez, de “su” PSOE y de su Gobierno de que
todo sea público, es decir, que todo pertenezca al Estado, un Estado controlado
totalmente por el actual Gobierno socialista.
Este
control, no solo elimina la separación de poderes, base de todo sistema
democrático, sino que es considerado por quienes lo ejercen como el mejor y más
progresista para todos los ciudadanos, que deberían agradecer a Sánchez y a su
Gobierno que velen por ellos.
Así,
esta presencia e influencia en la vida pública del Gobierno, según el segundo
significado que he destacado de los enumerados por la RAE, aboca lo privado a
la marginalidad y, peor aún, a la total descalificación.
Todo
lo privado, o sea, lo que se ejecuta a la vista de pocos, en el ámbito familiar
y doméstico, fuera del control del Gobierno y del Estado, es pernicioso y debe
ser erradicado.
Todos
los ciudadanos deberíamos estar agradecidos a un Gobierno que vela por nuestros
intereses, por nuestra educación y por nuestro bienestar, a cambio de que con
nuestros votos le permitamos seguir ejerciendo un poder omnímodo.
El
“padre” Estado, identificado con el Gobierno, lo controla todo. Y tiene
especial interés en que nadie de la esfera privada se emancipe y progrese.
“Los
hijos no pertenecen a los padres”, según la ministra de Educación, la
socialista Isabel Celaá.
De
ahí a denigrar todo intento de los padres por educar a sus hijos en la familia
y en centros privados, y peor aún si estos son de adscripción religiosa y
católica, no hay más que un paso. Y el Gobierno de Sánchez y “su” PSOE lo han
dado.
O a
lo peor, según algunos comentaristas, todos estos ataques no sean más que una
cortina de humo, una más, para distraer la atención de los ciudadanos de los
casos de corrupción que cercan a Pedro Sánchez y a su familia.
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