Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Había
olvidado que, hará unos veinte años, se me diagnosticó un cáncer de próstata.
Entonces los médicos aseguraron que el tumor no era operable y me sometieron a
diversos tratamientos medicamentosos.
Lo
que sí recuerdo con gran desagrado es el tacto rectal que el urólogo consideraba
conveniente realizar en cada consulta.
Como
por entonces yo vivía en El Espinar, para alguna prueba tuve que trasladarme a
Valladolid, pues en el Hospital General de Segovia no tenían los medios para
realizarla.
Había
que estar atento a la evolución del PSA, o sea del antígeno prostático
específico, cuya función es disolver el coágulo seminal, como ahora me informo
en Google.
Hubo
un momento en que dejé de acudir a las consultas tanto de urología como de
oncología y llegué a la convicción de que el cáncer había desaparecido. No
experimentaba ninguno de los síntomas asociados al tumor.
Ana,
mi primera mujer, falleció el 17 de octubre de 2014. Y en febrero de 2018 me
casé con Angelina Lamelas, que llevaba más años de viuda que yo de viudo.
Ha
sido un tiempo de vida normal, hasta que, hace unos días, el cáncer ha vuelto a
hacer acto de presencia. Como en la actualidad estoy empadronado en Madrid, mi
tratamiento se lleva a cabo en el Hospital de La Princesa.
Quiero
dejar constancia de la entrega y la profesionalidad con que médicos, enfermeros
y demás personal sanitario de dicho hospital me tratan.
Hasta
el momento en que escribo este blog no he pasado de la fase de hacerme
análisis, pruebas y hasta un TAC (tomografía axial computarizada), sin que
desaparezcan los dolores musculares y la necesidad de ir al baño, sobre todo
por las noches, con lo que mi sueño se resiente.
Que
el lector me perdone este desahogo abusando de su paciencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario