Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
En
mi blog de la semana anterior pasaba yo revista a una serie de objetos que, me
parece a mí, se van acumulando en las casas conforme transcurren los años. Así
me ocupaba de cosas que abundan en el domicilio de Madrid en el que vivo con mi
mujer Angelina: lapiceros, bolígrafos, plumas estilográficas y rotuladores, a
los que se añadían otros seres inanimados que aquí no voy a repetir.
Sí
quiero mencionar los múltiples objetos de papel, o materiales similares, que
proliferan tanto en la casa madrileña en que vivo con Angelina como en la de El
Espinar que compartimos mi hijo Guillermo y, cada vez menos, yo.
Mi
mujer y yo somos escritores y escribimos en cuadernos antes de pasar estos
manuscritos al ordenador e imprimirlos en hojas de tamaño DIN A4, que antes
denominábamos holandesas.
¿Cómo
localizar en un momento dado esos papeles impresos, que voy a llamar
documentos? El lector con un mínimo de conocimientos informáticos piensa para
sus adentros: clasificándolos en carpetas.
En
tales carpetas, en cuyo lomo pego una etiqueta autoadhesiva para distinguirlas,
guardo, además de los mencionados escritos impresos, cartas, recortes de
prensa, recibos, recuerdos, postales…
Iba
a añadir fotos, pero estas conforman un capítulo aparte: unas están pegadas en
álbumes, otras enmarcadas y expuestas en las estanterías delante de los libros
–fotos que hay que retirar cuando queremos consultar estos– y otras finalmente
están guardadas en cajas sin orden ni concierto.
Decía
en mi anterior blog que las mudanzas de casa son una buena ocasión para
desprenderse de cosas, de ropa que ya apenas usamos y hasta de libros, por más
que nos duela prescindir de ellos.
Cuando
mis muy queridos primos Mar Baró y Eduardo Bermúdez, ella carnal y él político,
se mudaron de casa, el comprador se quedó también con los libros, no sé si con
todos.
Mi
yerno Gonzalo, que quiere a Guillermo como si fueran hermanos de sangre, no
sólo políticos, le dedicó el siguiente chascarrillo: “En esta casa no
vivió el excelso dibujante Guillermo Martín Bermejo”. Guillermo, un ejemplo de
austeridad, amén de maestro en el arte del dibujo, ocupa la buhardilla de
nuestra casa espinariega con todos sus enseres.
Un
dibujo de Guillermo, un retrato del poeta Auden, se exhibirá desde mediados del
mes de enero de 2025 en la exposición permanente de la National Portrait
Gallery, que le dedica el siguiente elogio: “Está incluido en una pequeña
muestra de dibujos llamada ‘líneas de sentimiento’, que resalta las cualidades
emotivas del dibujo y las adquisiciones recientes de dibujos”.
Todos,
creo yo, estaríamos dispuestos a desprendernos de nuestros objetos más
queridos, si tuvieran un destino similar al del mencionado dibujo de Guillermo.
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