Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Los jueces y magistrados, como cualquier ciudadano español, tienen el derecho de declararse de izquierdas o de derechas, progresistas o conservadores, y de asociarse en agrupaciones acordes con sus ideas.
Nos hemos acostumbrado a que los jueces y magistrados, y también los fiscales, actúen de acuerdo con los principios de las asociaciones a las que pertenecen, siempre, por supuesto, que esos principios no choquen con la imparcialidad que se les exige en el desempeño de sus funciones. Así, si en una votación del Tribunal Constitucional participan siete jueces progresistas y cuatro conservadores, ya sabemos de antemano cuál va a ser el resultado de esa votación.
El Artículo 161 de la
Constitución Española establece que: “1 El Tribunal Constitucional tiene
jurisdicción en todo el territorio español y es competente para conocer a) Del
recurso de inconstitucionalidad de leyes y disposiciones normativas con fuerza
de ley. (…) b) Del recurso de amparo por violación de los derechos y libertades referidos en el
artículo 53 de esta Constitución, en los casos y formas que la ley establezca.”
Es decir, el Tribunal Constitucional es competente
para decidir si una ley o disposición es constitucional o no.
Pero, bajo la presidencia de Cándido Conde-Pumpido, el
Tribunal Constitucional (TC), el pasado martes 18 de junio, ha amparado a la
exministra socialista Magdalena Álvarez contra las sentencias de la Audiencia
de Sevilla y del Tribunal Supremo que, a juicio de la mayoría progresista del
TC, incurrían en una “incontestable ilegalidad”.
Así, el TC, excediéndose de sus funciones, invalida
una condena emitida con todas las garantías procesales contra una de las
implicadas en el caso de los ERE, el mayor caso de corrupción de la democracia,
que provocó en la Comunidad Autónoma Andaluza un agujero de 680 millones de
euros.
Guerra de togas entre los magistrados progresistas del
TC y los jueces de la Audiencia de Sevilla y del Tribunal Supremo. El TC se
convierte de este modo en un tribunal de apelación, anulando una condena de 9
años de prisión por prevaricación continuada a Magdalena Álvarez.
Este fallo absolutorio fue anunciado y adelantado por
Pedro Sánchez en el mitin del Partido Socialista en Benalmádena, atribuyendo
esa condena a la máquina de fango de la derecha y la ultraderecha.
La asociación católica NEOS, presidida por Jaime Mayor
Oreja y de la que forman parte la Fundación Villacisneros y la Asociación
Católica Nacional de Propagandistas, denuncia que el TC se ha convertido en un
instrumento en manos del Gobierno al servicio de su proyecto y de sus
intereses.
En la guerra de togas, es el gobierno de Pedro Sánchez
y los jueces progresistas que se pliegan a sus deseos de autócrata los que
llevan las de ganar, a no ser que asociaciones como NEOS, los partidos de la
oposición y medios de comunicación libres se opongan con todas sus fuerzas a
esta deriva que pone en peligro la democracia en España.
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