8 de octubre de 2023

Inma Chacón, El cuarto de la plancha

 

Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

El pasado jueves 5 de octubre hemos inaugurado, de nuevo en el restaurante El Espino, bajo el amparo amoroso de Isabel Codina, el curso de El libro del mes con una emotiva tertulia dedicada a la novela El cuarto de la plancha de Inma Chacón. Gracias a los buenos oficios de Javier de la Nava y Francisco Rodríguez Tejedor hemos contado con la presencia impagable de la autora, que ya compartió con nosotros su creatividad narrativa en la reunión del 4 de mayo de 2016, en esa ocasión con el libro Mientras pueda pensarte, presentado también por Paco Rodríguez Tejedor y Javier de la Nava. Gracias Inma, te queremos.

Y después de leer El cuarto de la plancha y escucharte hablar con el corazón de tu familia, amamos también a tu madre, a tu padre, a tus ocho hermanos, a tus abuelas y abuelos, y a toda su numerosa descendencia.

En una breve introducción, Javier de la Nava cuenta que todos los años el 9 de marzo, Día Nacional de las Personas Desaparecidas, se encuentra con Inma Chacón. Este año, Inma le comentó que iba a publicar El cuarto de la plancha y Javier le propuso presentar el libro en nuestra tertulia del 5 de octubre e Inma aceptó.

Entre las reflexiones de la novela, Javier menciona la siguiente: “Gracias al poder evocador de los sentidos, regresamos a un beso, un baile, un juego, un castigo, una alegría, una pena, un amor o un desamor”.

Paco Rodríguez Tejedor hizo una breve semblanza de Inma Chacón, nacida en Zafra en 1954, doctora en Ciencias de la Información, que impartió clases en la Universidad Complutense de Madrid, además de cursos en otras universidades de diversos países, compaginando su actividad docente con la escritura, aunque se inició en la creación literaria en una edad madura, con la novela La princesa india (2005), que su hermana gemela Dulce habría querido escribir, cuando enfermó del cáncer que acabó con su vida en 2003. Dulce pidió a Inma que llevara a cabo ese proyecto, y ella se decidió después de encontrar un extraño colgante que bien podría haber sido de la princesa.

También hace Paco un rápido recorrido por las principales obras de Inma Chacón, que yo aquí no voy a repetir y que pueden encontrarse en la solapa de El cuarto de la plancha.

Esta novela es, a juicio de Paco, “un homenaje a las mujeres de la época de los años cincuenta y sesenta, que tenían un montón de hijos (los que Dios les mandaba, pues no se utilizaban métodos anticonceptivos). En el caso de Inma, eran nueve hermanos y su madre era una auténtica matriarca, que supo sacarlos adelante después de quedar viuda muy joven”.

El cuarto de jugar, ya a juicio de la propia autora y a diferencia de la opinión de Rodríguez Tejedor, sí tiene una estructura. No la clásica de planteamiento-nudo-desenlace, sino la de la memoria. Y la memoria tiene sus propias reglas. Así, según Inma, ella no ha querido escribir una biografía, ni un libro de memorias. Cuando alguno de sus hermanos le dice que tal recuerdo de ella no se corresponde con lo que sucedió, Inma sólo afirma que ella cuenta lo que conserva en su memoria.

Refiere, eso sí, las numerosas anécdotas que le contó su madre, repetidas veces. Aunque no se olvida de su padre, que fue alcalde de Zafra y que murió cuando Inma y Dulce tenían once años. Fue un hombre muy activo y trabajó por modernizar la ciudad. Inma reproduce al principio y en el epílogo de El cuarto de jugar fragmentos de poemas de su padre Antonio Chacón Cuesta, que también cultivó la poesía.

Pero el libro es, sobre todo, un vibrante canto a la madre y a la familia, al clan, que siempre está ahí para ayudar al miembro que lo necesita.

¡Qué bien narra sus vivencias Inma Chacón! En el libro y en la tertulia. No se contenta con un par de adjetivos o epítetos para expresar un sentimiento, una experiencia, un dolor, un gozo. Como se lee en la camisa de El cuarto de jugar, este libro es “la voz única, sincera y dulce, certera y personalísima de Inma Chacón desgranando una obra inolvidable, tierna, divertida y cercana, también desgarradora por momentos, la historia de su familia, y la suya propia, narrada como su más fascinante novela”.

Después de la muerte temprana del padre, la madre se trasladó a Madrid con sus nueve hijos y consiguió sacarlos adelante.

Dedica Inma especial remembranza a su hermana gemela Dulce, aunque sin mencionar su nombre, como tampoco nombra lugares ni personajes, salvo algunos no vinculados a la familia. Dulce irrumpió como un vendaval en el panorama literario español con obras como el poemario Querrán ponerte nombre (1992) y la novela Cielos de barro (2003), a la que en El libro del mes dedicamos una tertulia el 5 de junio de 2013.

La muerte de Dulce fue para Inma una experiencia traumática, de la que tardó en recuperarse. Refiere el comentario que le dedicó José Saramago: “Antes erais una en dos, y ahora sois dos en una”. Así Inma ha tenido que acostumbrarse a hablar en singular y a “ser en singular”, pues hasta entonces, durante muchos años todo el mundo les hablaba en plural y ellas mismas hablaban en plural.

En el hospital, Dulce le decía a Inma: “Me sentirás siempre. Me quedaré dentro de ti. Me sentirás, ya lo verás, porque soy tú, igual que tú eres yo”.

Mientras que la madre era una mujer creyente, muy religiosa y practicante, Inma se declara “bastante descreída, como mi hermana gemela. Decir que soy atea me parece demasiado tajante”. No sabe si existe Dios, pero sí existe la idea de Dios en todos los pueblos y en todas las épocas. Cuando la madre ya no podía asistir a misa, le llevaban a casa la comunión.

Lean El cuarto de la plancha, que para Inma evoca el olor a calentito, a ropa limpia y planchada. Se emocionarán, como yo me he emocionado. Y aprenderán a ser felices, como Inma intenta con su literatura enseñar a la gente a ser feliz.

 

 

 

 

 

 

 

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