Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Escribo este blog en el día
que no sé si sigue llamándose “de reflexión”, en cualquier caso en la víspera
de la jornada de votación de las elecciones generales del 23 de julio.
Estoy en el jardín de mi casa
de El Espinar, con una temperatura a la sombra inferior a los 20 grados.
Escribo, como de costumbre, a mano en un cuaderno, lo que me ha llevado a
incluir esta palabra en los títulos de tres de mis libros publicados: El cuaderno de San Rafael, El cuaderno de El Espinar y El cuaderno de Ana.
A las anteriores reflexiones
aparecidas en mi blog sobre las elecciones autonómicas y municipales del 28 de
mayo, que titulé Seudoelecciones
generales, y sobre las presentes elecciones generales, que se titularon Voto en contra… y a favor, Extremismos e Incógnitas electorales, quiero hoy añadir otros pensamientos que me
rondan por la cabeza, aun a riesgo de repetirme. No creo, de todos modos, que
me repita tanto como los líderes políticos en sus mítines y entrevistas.
Sigo sin entender qué ha
llevado a Pedro Sánchez y a sus tropecientos asesores a fijar la fecha de estas
elecciones generales en plena canícula. ¿Se piensan que los electores
socialistas son más proclives que los de derechas a acudir a las urnas a pesar
del calor? A las innumerables razones programáticas por las que Sánchez se
merece un voto de castigo, castigar a los sufridos votantes a soportar altas
temperaturas sería ya una razón suficiente para no votarle.
Ya en positivo, diré que voy
a votar a Vox. Suelen afirmar quienes rechazan el actual sistema de democracia
representativa que ellos no se sienten representados por ninguna de las
formaciones políticas que concurren a las elecciones. “Todos los políticos son
iguales, sólo buscan su interés, no el bien común de los ciudadanos”. Yo
también he podido manifestarme en estos o parecidos términos. Y si hemos de
creer a las descalificaciones y a los insultos que los políticos se lanzan unos
a otros, ningún partido merecería nuestra confianza, todos estarían cortados
por el mismo patrón.
Pero no es verdad, aunque la
verdad sea un bien escaso en boca de los políticos. Sí que hay políticos
honestos que tratan, en la medida de sus fuerzas, de remediar los males que
aquejan a nuestra sociedad. Y estos políticos honrados, desinteresados y
veraces se encuentran, no diré que exclusivamente, en Vox.
¿Mis creencias cristianas
deberían llevarme a comprender y aceptar a quienes profesan y defienden otros
credos y otras ideas? Sí y no. Sí, en cuanto a amar y respetar a las personas,
sean del credo o postura política que sea. Pero no todos los credos o posturas
políticas son iguales. El mismo Jesús que nos mandó amar a nuestros enemigos
tuvo palabras de tajante condena, por ejemplo, contra los fariseos, a los que
tachó de “sepulcros blanqueados”.
Y hay en el panorama político
español una ideología y una praxis que se camuflan bajo otros nombres, y es el
comunismo puro y duro que, como ha ocurrido a lo largo de toda su historia, ha
enriquecido a sus líderes y empobrecido, cuando no matado, a las masas de
obreros y campesinos. ¿Por qué se hacen llamar Podemos, Sumar, Más Madrid? ¿A
quiénes quieren engañar? A los que desean ser engañados.
Un tema recurrente en la
pasada campaña es la mentira, de la que se han acusado unos líderes a otros.
Pero mientras que las mentiras del presidente del Gobierno y secretario general
del PSOE están sobradamente documentadas, yo no he encontrado semejantes faltas
a la verdad en los políticos de Vox.
Pero la principal razón por
la que voy a dar mi voto a Vox, como ya he dicho en mi anterior blog Incógnitas electorales, es su programa.
Y me consta que los candidatos de Vox están dispuestos a defenderlo y llevarlo
a la práctica, obligando al PP de Feijóo a cumplir sus compromisos electorales.
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