16 de julio de 2023

Incógnitas electorales

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

A estas alturas de la campaña electoral, cuando faltan seis días para que acudamos a votar, la inmensa mayoría de los llamados a las urnas tienen ya decidido a qué partido político van a dar su voto.

Y si hemos de dar crédito a las encuestas, todas, a excepción de la del CIS de Tezanos, pronostican una amplia victoria del Partido Popular y de su candidato Alberto Núñez Feijóo.

Queda por decidir si esa victoria permitirá a Núñez Feijóo gobernar en solitario, o necesitará los votos de Vox para superar a Pedro Sánchez, que ya ha afirmado que se aliará con las fuerzas políticas que le hagan falta para permanecer en La Moncloa, su único objetivo.

O sea, que si la suma de los votos conseguidos por el PSOE, por Sumar y por el resto de partidos nacionalistas, independentistas, filoterroristas y terroristas convictos, más los pequeños representantes de regiones que quieran prestarse a dar su apoyo a Sánchez a cambio de alguna prebenda, superara a la posible unión del PP y Vox, tendríamos de nuevo otros cuatro años de gobierno Frankenstein, al que yo llamaría más bien gobierno antiEspaña.

Sin embargo, opino que esta posibilidad ya no se la cree ni el propio Pedro Sánchez, aunque se vea obligado a sobreactuar, en especial después del varapalo que, a juicio de la mayor parte de los analistas, le propinó Feijóo en el cara a cara celebrado en Atresmedia.

“A mí –se pensaba Pedro Sánchez, el rey del monólogo, que proponía nada menos que seis cara a cara con Feijóo– este candidato provinciano no me dura ni un asalto”. Aún debe de estar rumiando su aplastante derrota a manos de un inexperto, sólo acostumbrado a obtener mayorías absolutas en su feudo gallego.

Ahora bien, de la misma manera que Pedro Sánchez y el PSOE se equivocaron al minusvalorar las posibilidades de Feijóo y del PP en las elecciones autonómicas y municipales, no cabe descartar que Feijóo y el PP se confíen en las encuestas y, en un vuelco inesperado, sean derrotados por Sánchez, el PSOE y su colección de posibles aliados, muchos de los cuales estarían prohibidos en los países de asentadas democracias de la Unión Europea.

Otra gran incógnita que me asalta en estos últimos días previos a la votación del 23 de julio podría formularse de la siguiente manera: por qué el PP ha aceptado los votos o la abstención de Vox para alcanzar la presidencia de la Comunidad Valenciana, de Baleares o de Extremadura, y se ha negado a pactar con Vox en Murcia y, de cara a las generales, no parece dispuesto a contar con los diputados de Vox en caso de necesitarlos para superar al PSOE de Pedro Sánchez y a toda la interesada amalgama de aliados.

Vox es el mismo partido constitucional que ha aceptado participar con el PP en el gobierno de la Comunidad Valenciana y en el de Extremadura, como ya lo hace en el de Castilla y León.

No entenderían los votantes del PP que Vox sea un aliado digno de confianza en unas comunidades autónomas y en otras no. Y que no se cuente con sus escaños para alcanzar la presidencia del Gobierno.

Yo creo que la presencia de Vox en un posible gobierno presidido por Núñez Feijóo sería una garantía inmejorable de que el PP afronte las reformas y las derogaciones necesarias, no sólo para salvar la economía, sino para llevar a cabo los cambios necesarios en los campos de la cultura, de la educación, del abandonado sector primario, de una industria igualmente descuidada en pro de un turismo estacional, de la sanidad con alarmante falta de médicos, de la memoria histórica sin falsos relatos ideológicos, de la independencia de las instituciones y muy en concreto del poder judicial, de la inmigración ilegal, de las medianas y pequeñas empresas, de la vivienda, del paro juvenil…

Lean el programa de Vox y encontrarán sobrados motivos para votar a este partido, que no se limitará a llevar a la presidencia del Gobierno a Núñez Feijóo, sino que velará desde puestos clave en ese gobierno por la regeneración de una España maltratada, cuando no olvidada o hasta negada por socialistas, comunistas, nacionalistas, independentistas, filoterroristas y terroristas convictos.

 

 

 

 

 

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