2 de abril de 2023

Lorena, Orquídea y Helen

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Lorena trabaja de camarera en la cafetería de nuestro barrio madrileño donde mi mujer y yo solemos merendar a media tarde. A esas horas, la mayor parte de los días está sola, pero se las arregla de maravilla de manera que, al poco de entrar en el local, ya tenemos servido lo que vamos a tomar. Y como nos ha visto pelearnos con los envases de mantequilla tan difíciles de abrir, los trae a la mesa con la tapa medio levantada.

En alguna ocasión he escrito sobre la dificultad que entrañan los cierres de los envases con que se comercializan alimentos y productos de todo tipo, incluidos los medicamentos. Cuando has quitado una envoltura de plástico, te encuentras con otra tapa. A menudo tienes que recurrir a unas tijeras u otro instrumento para acceder al contenido en cuestión.

Perdón por el excurso. Estaba elogiando la eficacia de Lorena, que además es guapa y simpática. Como sé que nació en Ecuador, le pregunto si el terremoto que ha sacudido recientemente la zona costera de su país natal ha afectado a algún familiar suyo. Me dice que los efectos del seísmo han alcanzado la casa de su abuela, situada en el interior del país.

Orquídea es también camarera en otra cafetería del barrio, que frecuentamos menos. Dice mi mujer que esta parte de nuestra calle se ha convertido en un centro de restauración muy animado y lleno de terrazas. Volviendo a Orquídea, a nuestra pregunta sobre su procedencia nos contesta que es dominicana. Se ríe cuando yo, extrañado, le pido que me aclare si su nombre es el mismo que el de la exótica flor. Después me he quedado pensando en los nombres de flores que lo son también de mujeres. Me vienen a la memoria los de Rosa, Violeta, Margarita, Hortensia, Amapola, Azucena, Jacinta, Verónica…

De nuevo me excuso por la digresión. Adonde quiero ir a parar es a la mayor facilidad que tienen los inmigrantes hispanoamericanos para encontrar trabajo en España debido a la lengua que compartimos.

Mientras que la tercera protagonista de esta entrada de mi blog, Helen, oriunda de Nigeria, se enfrenta a la dificultad del idioma. “Nigeria, no trabajo “, me dijo cuando yo le pregunté por qué había venido a España. Pues, hasta la fecha, tampoco lo ha encontrado en nuestro país. Como llevaba un par de semanas sin estar pidiendo limosna a la entrada de Supercor, pensé que e nuevo había estado hospitalizada por la gripe o sus problemas de tendinitis. Pues no. Ha hecho un curso de limpieza de jardines y la han apuntado para llamarla cuando haya una posibilidad de trabajar. Esto si le he entendido dado su deficiente castellano.

Otra pobre, que a veces ocupa el puesto de Helen delante del supermercado, a mi pregunta por su país de procedencia, me contesta que “Bulgaria”. No le he sacado otra palabra en español.

Una rumana, a la que también había dado un par de euros de limosna, me pidió en una ocasión que le pagara el billete de vuelta a su país. Le di 10 euros, más por tranquilizar mi conciencia que por contribuir al pago de su viaje.

En el barrio madrileño en el que actualmente paso más tiempo que en El Espinar, veo a numerosas mujeres de aspecto hispanoamericano que acompañan a personas mayores. Otra buena oportunidad de ganarse la vida ayudando a quien necesita ayuda.

Y no me digan que las camareras, las asistentas y estas acompañantes de gente mayor con dificultades para andar quitan puestos de trabajo a las españolas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario