23 de abril de 2023

Los chinos

 Las palabras y la vida 

 Alberto Martín Baró

Mientras el presidente Xi Jinping anda muy ocupado en extender su área geopolítica de influencia por todo el mundo y en recibir a mandatarios de los más diversos signos políticos, los chinos que han emigrado a otros países trabajan como ídem en tiendas y restaurantes.

Desde hace siete años, mi vida transcurre principalmente entre Madrid y El Espinar, con una estancia en Santander en el mes de agosto y otra más breve en la capital cántabra en Navidad.

Pues bien, tanto en mi querido pueblo serrano como en el Parque de las Avenidas de Madrid, donde se encuentra la casa de mi mujer donde vivo, hay comercios chinos, más numerosos y variados en este barrio madrileño que en El Espinar. Así, mientras que en El Espinar, que yo conozca, hay sólo tres tiendas, fundamentalmente de alimentación, en el Parque de las Avenidas, además de los locales dedicados al comercio alimentario, se encuentran: un gran bazar donde se vende casi de todo, varias tiendas de ropa, también varias de “uñas, pies y masajes”, una de fotos y copistería, que siempre tiene clientela, y otra de reparación y repuestos de teléfonos móviles.

Un restaurante chino que había en una bocacalle de la Avenida de Bruselas ha cerrado. Sin embargo, los servicios de telecomida siguen activos en las proximidades del Parque. A mi mujer le gustan del menú chino sobre todo los rollitos primavera y no tanto el arroz tres delicias.

Una tienda en un local muy grande de esquina que vendía ropa ha ampliado el negocio a la más necesaria alimentación en estos tiempos de crisis.

Me he preguntado a menudo, si la República Popular de China es la segunda potencia económica mundial después de Estados Unidos, ¿cómo tantos de sus habitantes emigran a otros países buscando mejores condiciones de vida?

Pero ¿realmente viven mejor, en concreto en España, que en sus ciudades o pueblos de origen? Claro que la respuesta a esta pregunta depende de qué entendamos por “vivir mejor”. ¿Usted, vecino de El Espinar o del Parque de las Avenidas, ha visto a algún chino paseando por la calle, o con su familia en un parque público, o tomando algo en una cafetería o en un bar? Algo similar podría decirse de los marroquíes establecidos en El Espinar.

Eso sí, cuando otras tiendas cierran, los establecimientos chinos permanecen abiertos. Sus horarios son más amplios que los de la competencia española. Delante de estas tiendas suelen congregarse grupos de jóvenes, su mejor clientela.

Antes de la pandemia del covid-19, la china era la séptima población extranjera con más permisos de residencia en España detrás de marroquíes, rumanos, británicos, colombianos, italianos y venezolanos: 228.564. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en 1998 había en nuestro país 12.036 residentes chinos, que en 2019 pasaron a ser 202.093.

Una explicación a esta emigración china reside, según varios autores, en las regiones de las que parte, cuyas condiciones de vida distan mucho del progreso alcanzado, por ejemplo, en ciudades como Pekín o Shanghái.

Sea de ello lo que fuere, bien haría el presidente chino –cuyo nombre Xi Jinping me cuesta escribir y mucho más pronunciar– en ocuparse de sus súbditos de las zonas menos prósperas.

Y nosotros, españoles asentados en El Espinar o en Madrid, tenemos mucho que aprender de nuestros laboriosos vecinos chinos. Que, además de su entrega al trabajo, siempre te atienden con amabilidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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