10 de abril de 2022

Las nuevas enseñanzas mínimas para la ESO y el Bachillerato

Las palabras y la vida

Alberto Martín Baró

En mi larga vida profesional he editado libros de texto para la EGB (Educación General Básica) en la desaparecida Editorial Miñón de Valladolid en los años finales de los setenta. Después, durante más de veinte años, en la Editorial Santillana de Madrid, me he hecho cargo de la edición de libros de texto para el BUP (Bachillerato Unificado Polivalente) y COU (Curso de Orientación Universitaria), y más tarde para la ESO (Educación Secundaria Obligatoria). Cuando me preguntaban qué materias eran de mi incumbencia, contestaba: “Todas menos las troncales”. Las troncales eran Lengua y Literatura, Ciencias Sociales, Ciencias Naturales y Matemáticas”. O sea, que yo me ocupaba de los libros de Educación Física, Plástica, Música, Religión, Latín, Griego, Cultura Clásica, Filosofía, Ética y Tecnología. Por supuesto que no soy competente en todas estas materias, mi responsabilidad era buscar autores cualificados en los distintos campos, que en general eran también profesores de sus disciplinas.

Una vez jubilado, me encargué durante años de la edición española del “Panorama de la educación”, publicación auspiciada por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) y del famoso “Informe PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos)”, también promovido por la OCDE, que mide los conocimientos de los alumnos de 15 años y ofrece una radiografía comparada de los sistemas educativos de los países participantes, que en 2018 fueron 79.

Viene a cuento esta introducción para justificar que dedique una entrada de mi blog a los dos Decretos Ley publicados por el Gobierno de España en fechas recientes: “Real Decreto 217/2022, de 29 de marzo, por el que se establece la ordenación y las enseñanzas mínimas de la Educación Secundaria Obligatoria” y “Real Decreto 243/2022, de 5 de abril, por el que se establecen la ordenación y las enseñanzas mínimas del Bachillerato”. El primer Decreto ocupa en el BOE 198 páginas de texto farragoso y en ocasiones críptico e ideologizado, y el segundo Decreto 362 páginas de texto no menos farragoso y en ocasiones críptico e ideologizado. Compadezco a mis antiguos compañeros y actuales responsables de la Editorial Santillana que tengan que leer tales Decretos para preparar los nuevos libros de texto y guías didácticas, que deberán estar listos para el próximo curso 2022-2023.

Coincido con la opinión del filósofo, pedagogo y escritor José Antonio Marina, a quien conozco personalmente y admiro, que en la tercera de ABC del 7 de abril sostenía: “Si se quiere que la educación por competencias tenga éxito, y no se acabe haciendo una acomodación cosmética, para cumplir el expediente, creo que su aplicación debería demorarse un año, que debería emplearse para el perfeccionamiento del proyecto. De lo contrario corremos el riesgo de tomar lo peor de los dos sistemas, del competencial y del de asignaturas”.

Para aquellos de mis lectores que no estén familiarizados con la educación por competencias, reproduzco del Decreto sobre el Bachillerato la lista de las competencias básicas que son, a juicio de los responsables de la nueva Ley de Educación, clave para el currículo: “a) Competencia en comunicación lingüística. b) Competencia plurilingüe. c) Competencia matemática y competencia en ciencia, tecnología e ingeniería. d) Competencia digital. e) Competencia personal, social y de aprender a aprender. f) Competencia ciudadana. g) Competencia emprendedora. h) Competencia en conciencia y expresión culturales”. No soy el único que echo en falta en estas competencias, la de pensar, razonar y reflexionar sobre lo aprendido. Esto ha llevado a algunos analistas a afirmar que la Filosofía está ausente de las enseñanzas mínimas del Bachillerato. Sí que figura entre las materias comunes en el Decreto sobre el Bachillerato junto a la Educación Física, la Lengua Castellana y Literatura y la Lengua Extranjera.

Se insiste, por parte de los autores de esta lista de competencias clave, en el mantra de “aprender a aprender”. Vengo oyéndolo desde los años noventa del siglo pasado como la gran panacea para resolver cualquier problema que la educación plantee a los alumnos (por cierto que siempre que se alude al alumnado en ambos decretos se desdobla en “el alumno o alumna”). Y se ha establecido una absurda oposición entre “aprender a aprender” y la adquisición de conocimientos. Tanto los conocimientos como la capacidad de aprender son necesarios, de lo contrario esta capacidad se moverá en el vacío.

Se ha criticado también en los medios la falta de concreción cronológica en los programas de Historia. No sé cómo podrá conseguirse sin cronología la competencia específica que recoge a este respecto el Decreto del Bachillerato: “Tiempo histórico: construcción e interpretación de líneas del tiempo a través de la linealidad, cronología, simultaneidad y duración”.

He tachado antes a estos Decretos sobre enseñanzas mínimas de la ESO y del Bachillerato de crípticos e ideologizados. Sus descriptores están plagados de ese “neolenguaje” al que ya nos tienen acostumbrados el presidente del Gobierno, sus ministros y propagandistas. Mucha resiliencia, perspectiva de género, ecosostenibilidad, igualitarismo, multiculturalismo, antirracismo, poscolonialismo y hasta mención al LGTBIQ+. Hablar de perspectiva de género en épocas pretéritas de la historia es una falta de rigor histórico, un flagrante anacronismo.

Como es absurdo, en la asignatura de Matemáticas de la ESO, incluir entre los saberes básicos el sentido socioafectivo y la perspectiva de género:

·       Creencias, actitudes y emociones. Gestión emocional: emociones que intervienen en el aprendizaje de las matemáticas. Autoconciencia y autorregulación.

·       Inclusión, respeto y diversidad. La contribución de las matemáticas al desarrollo de los distintos ámbitos del conocimiento humano desde una perspectiva de género.

Como dice en un certero artículo publicado en “Libertad Digital” la profesora de educación secundaria Alicia Delibes: “la neolengua competencial... no se entiende porque se ha inventado para que no se entienda. Y cuando todos se acostumbren a hablar sin saber lo que dicen, dejarán de pensar por sí mismos, se convertirán en robots perfectamente manipulables. Entonces ya será imposible recuperar el valor de la instrucción”.

 

 

 

 

 

 

 

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