17 de abril de 2022

Jueves Santo en El Espinar

 Las palabras y la vida

Alberto Martín Baró

Pocas veces he visto tan llena la iglesia de San Eutropio de El Espinar como en la celebración de la eucaristía el pasado Jueves Santo. Personas mayores, jóvenes y niños, espinariegos y quienes como yo somos naturales de otros sitios. Con mascarillas, pero sin limitación de aforo.

Y es en Semana Santa cuando se baja la sarga que cubre el retablo del altar mayor y que el resto del año está enrollada en la cúpula del ábside. Obra excelsa en tonos grises del pintor de la corte de Felipe II Alonso Sánchez Coello, está dividida en tres pisos flanqueados por pilastras de los tres órdenes clásicos, dórico en la parte baja, jónico en la central y corintio en la superior, y representa de arriba abajo la crucifixión, el camino al calvario y la sepultura de Cristo.

Estas impresionantes imágenes contribuyen a crear el ambiente de recogimiento para acompañar a Jesús en tres momentos culminantes de su pasión y muerte.

Suele decirse que los pasos que, con las tallas de Cristo y la Virgen dolorosa, salen a las calles en tantas ciudades y pueblos de España tenían, y tienen, una función catequética y didáctica para gentes sencillas que a lo mejor no entran en los templos ni asisten a las celebraciones religiosas.

Se suceden en los pasos de las procesiones de Semana Santa la última cena, la oración en el huerto de los olivos, la flagelación de Jesús atado a la columna y la coronación del espinas, el camino al calvario con la cruz a cuestas, la crucifixión, el descendimiento, los Cristos yacentes, el santo entierro, las Dolorosas, toda una representación de la pasión y muerte del Salvador que forma parte de una tradición católica arraigada en las cofradías que veneran las tallas y cuyos cofrades con hábitos y capirotes, a veces con los pies descalzos y arrastrando cadenas, realizan un camino penitencial.

Nuestra sociedad actual es, sin duda, mayoritariamente laica. ¿Cómo se compagina esta secularidad con las creencias religiosas que se manifiestan en los oficios y en las procesiones de Semana Santa? ¿Cuánto hay en estas manifestaciones de fervor creyente y cuánto de folclore más o menos profano? Habrá respuestas para todos los gustos.

A mí me admira cómo se han mantenido a lo largo de los siglos los ritos litúrgicos, las palabras del mismo Jesús al dar de comer a los apóstoles el pan de su cuerpo y a beber el cáliz de su sangre.

El párroco de El Espinar, como los sacerdotes que ofician la misa del Jueves Santo en otras muchas iglesias españolas, sigue el ejemplo de Jesús y lava los pies a doce fieles sentados en el presbiterio.

Yo me atrevería a afirmar que la razón más poderosa de la pervivencia de la fe y de la liturgia católica está en el mandamiento nuevo de Jesús, que se celebra muy especialmente en el Jueves Santo, día del amor fraterno, por encima y a pesar de las guerras y de los odios: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”.

 

 

 

 

 

 

 

 

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