Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Se
habla mucho en los últimos años del “relato”. Lo escribo entre comillas, porque
no se trata de un relato cualquiera, sino del intento, por parte de gentes
interesadas, de cambiar nuestra percepción de los hechos ocurridos en
determinados campos del devenir histórico de España desde la transición hasta
nuestros días.
Se
entenderá mejor esta descripción un tanto prolija del relato al que me refiero
con algunos ejemplos, empezando por la misma transición de la dictadura a la
democracia, siguiendo por el sentido de la Constitución española y terminando
por la actuación de los partidos políticos y otros grupos e individuos en
asuntos clave de la historia actual de España.
Uno
de los relatos que se nos trata de imponer desde fuerzas políticas
nacionalistas y separatistas, incluso desde los propios socios de coalición del
Gobierno de Pedro Sánchez, es el que se refiere a la actuación de ETA y de
agrupaciones que, de un modo u otro, defienden el legado etarra.
Hemos
presenciado en el pasado sábado 8 de enero numerosas manifestaciones en
diversas localidades del País Vasco y de Navarra reclamando no solo el
acercamiento de los presos de ETA a cárceles vascas y otros beneficios
penitenciarios, sino la liberación de los mismos, muchos de ellos condenados
por asesinatos, secuestros, extorsiones y todo tipo de crímenes execrables.
Se
nos quiere presentar tales manifestaciones como el espontáneo sentir popular de
quienes quieren reparar unos injustos encarcelamientos y el aún más injusto
alejamiento de los encarcelados de sus familias.
¿Y
qué decir de los homenajes, igualmente espontáneos, a asesinos convictos que,
según ese “hombre de paz” que es Arnaldo Otegui, no iban a volver a producirse?
Bildu,
Sortu, o comoquiera que se llamen los herederos y blanqueadores de ETA, están
hoy en las instituciones y cuentan con el beneplácito del propio Gobierno
presidido por Pedro Sánchez.
Se
ha transferido a la comunidad autónoma del País Vasco la competencia en
prisiones y el PNV en el poder se ha apresurado a poner en marcha un conjunto
de medidas de “reinserción” y de concesión del tercer grado, o llanamente la
liberación, para presos de ETA que ni se han arrepentido de sus crímenes, ni
han pedido perdón a las víctimas, ni han colaborado con la justicia en el
esclarecimiento de los numerosos crímenes aún por resolver.
No
sé cuántas personas participan en esas manifestaciones y en esos homenajes a
etarras asesinos o criminales. Quiero pensar que no representan a la mayoría
del pueblo vasco, sino que son una parte enferma de esta sociedad, por más que
el relato interesado nos la quiera presentar como adalides de la verdadera
identidad abertzale y de sus heroicos gudaris.
Por
supuesto que ETA no ha sido solo una banda terrorista y que en sus filas había,
y hay para sus albaceas, motivos y fines políticos y, en un grado muy
destacado, la independencia de Euskalerría, incluidos el País Vascofrancés y
Navarra.
Cuando
los líderes etarras, por un lado, vieron muy limitada, debido a la actuación de
las fuerzas del orden, la capacidad de la banda de operar mediante el tiro en
la nuca, el coche bomba, el secuestro y la extorsión, y por otro, la
posibilidad de conseguir sus fines dentro de las instituciones, anunciaron el
abandono de “la lucha armada”, eufemismo del relato edulcorado de su macabro
historial terrorista.
Yo
viví cuatro lejanos años de mi juventud, antes de la funesta aparición de ETA,
en el País Vasco y conviviví con vascos abiertos, cordiales y sencillos, amigos
entrañables –perdón por el calificativo gastado, pero aquí muy justificado–,
sinceros, lo más opuesto a la doblez que caracteriza a no escasa parte de la
clase política, incluido cierto clero, que recogían las nueces del árbol que
sacudía ETA –Arzalluz dixit–.
He
vuelto a San Sebastián en fechas recientes y el trato con donostiarras
cercanos, abiertos a horizontes universales, es lo más opuesto al relato de una
sociedad vasca polarizada en estrechas miras identitarias e independentistas,
muy alejadas del sentir de las grandes figuras vascas que han dado gloria a la
historia, sí, de España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario