1 de enero de 2022

Haikus para comenzar el año 2022

 Las palabras y la vida

 Alberto Martín Baró

Hace bastante tiempo, por lo menos cuatro años, que me había fijado en los haikus que adornan, con bellos dibujos, las paredes de la sala de espera del Hospital de la Princesa de Madrid, donde aguardan los pacientes a los que se les va a poner una inyección intraocular. A mí todavía no me inyectan, pues mi degeneración macular es seca, mientras que la de mi mujer es húmeda, y cada 28 días acude a que la “pinchen” y yo la acompaño.

Por los amplios ventanales de la sala se puede contemplar el nítido cielo azul madrileño, al que la contaminación ambiente no consigue enturbiar.

Mientras la mayoría de los pacientes y sus acompañantes se entretienen con los móviles, yo fotografío con el mío los haikus de las paredes de la sala. Están firmados por Bashõ, un famoso poeta japonés nacido en la provincia de Iga en 1644 y fallecido en Osaka en 1694. Estos datos los averiguo después por internet.

Transcribo los haikus que decoran la sala del hospital:

 

A una amapola

deja sus alas una mariposa

como recuerdo.

 

A cada soplo de viento

la mariposa

cambia de lugar en el sauce.

 

Haiku

es simplemente

lo que está sucediendo

en este lugar,

en este momento.

 

Dibujos de vivos colores ilustran las escenas versificadas.

Mi primer contacto con los haikus fue en la tertulia “El libro del mes” que yo coordinaba en El Espinar y en la que, en una fecha que ahora no puedo consultar, nos deleitó con sus poemas la poeta Verónica Aranda, (Madrid, 1982), máster en Filología Hispánica y galardonada con numerosos premios literarios. El haiku, según el Diccionario de la Real Academia Española, es una “Composición poética de origen japonés que consta de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente”.

Esta medida, rigurosa en la forma primigenia del haiku, a veces es alterada por razones de la traducción de una lengua a otra, o por otros motivos.

Reproduzco algunos haikus de Verónica Aranda de su libro Sin rumbo fijo:

 

Sin rumbo fijo,

busco un claro en el bosque

de avellanos.

 

Baja la niebla.

Solo el abedular

y tu silencio.

 

Cerca del mar

entre agujas de pino

me vence el sueño.

 

Senda de robles.

Esquivo, a mediodía,

malvas salvajes.

 

Duerme en un árbol.

También es Año Nuevo

para el mendigo.

 

Lo último que a mí se me ocurrirá es explicar la poesía. La poesía te llega al alma o no te llega. Pero sí quiero resaltar en los haikus citados el papel preponderante que desempeñan los árboles y las mariposas, es decir, los seres alados que, además, interactúan entre ellos. Incluso en un árbol, que no se nos especifica, duerme el mendigo, para el que también es Año Nuevo.

Y como todos, en algún aspecto, somos menesterosos, para todos feliz Año Nuevo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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