Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Me he trasladado a Santander para presentar el pasado jueves
28 en el Ateneo de la capital cántabra el libro de poemas de Angelina Lamelas
Mujer en vela.
Es conocida Angelina Lamelas como cuentista. Con sus cuentos
ha logrado esta autora santanderina los más preciados galardones literarios,
desde aquella Hucha de Oro ganada ex aequo con el maestro de narradores Medardo
Fraile, que la animó a continuar escribiendo relatos llenos de emoción y de
vida vivida.
Pero a Mujer en vela han precedido en la obra editada de
Angelina otros tres poemarios.
El primero fue publicado en 1992 y llevaba el título de Recital
de lluvia. En el Prólogo, el poeta José Javier Aleixandre escribió: “Leer
estos versos de Angelina Lamelas ha supuesto para mí sumergirme en un plácido
remanso de poesía. (…) Y ha supuesto también una sorpresa –una grata sorpresa–,
pues yo solo conocía la dedicación literaria de Angelina a los cuentos, sus
deliciosos cuentos”.
A este libro de poemas siguió en 1997 El cuarto de jugar,
que Angelina dedica: “A la niña que fui, / a mis nueve hermanos, / a los niños
que fueron mis hijos, / a los hijos que un día tendrán mis hijos, / a los más
de mil niños / que fueron mis alumnos / y a los veintiséis que hoy lo son. / Con
la memoria muy fresca, / cariño y complicidad”. La infancia, manantial del que
beben la poesía y la prosa de quien fue profesora durante 24 años, impregna
estos versos de juegos y recuerdos.
El tercer poemario, El arco del violín, vio la luz en el
año 2000. Alternando los metros clásicos –abren el libro dos sonetos– con el
verso libre, pero siempre musical, Angelina evoca la ausencia del amado; su
llama; el calor de aquellos días; a la madre inmóvil; viajes; a los poetas Luis
Rosales y José Javier Aleixandre, y termina con una declaración de amor a su
ciudad natal: “Santander, donde rompen mis sueños”.
Si José Javier Aleixandre se sorprendía gratamente al leer Recital
de lluvia, pues solo conocía la dedicación literaria de Angelina a los
cuentos, mi experiencia fue la inversa: mi primer conocimiento de Angelina como
escritora tuvo lugar un luminoso abril de 2016 en Córdoba y, precisamente, en
un recital poético, al que ambos habíamos sido invitados por Carmen Silva.
Recuerdo que, en el salón del Real Club de la Amistad de Córdoba, maravilloso
nombre, bajo unas grandes pinturas de Julio Romero de Torres –sí, el que pintó
a la mujer española–, recitó Angelina el poema “Patio de asfalto”, que figura
en Recital de lluvia. O sea, que conocí a Angelina como poeta antes que como
cuentista.
En el poemario “Mujer en vela”, Angelina canta a la vida,
vivida por ella con gozosa entrega e intensidad, y al amor pasado mas aún
presente. Troquela las palabras convirtiéndolas en imágenes con certeros
epítetos: “aquella inagotable / y escarlata manera de besarnos”.
En el poema que da título al libro leemos: “Escucha la mujer
el aleteo / de todas las caricias / que se alejan vencidas / por su piel
macerada de ausencias / y deseos”.
Pero el dolor, la nostalgia de la ausencia, se remonta: “El
sol no se ha escondido / detrás de la montaña, / y la luna, nuestra luna / redonda,
/ plenitud del encuentro, / se ha quedado aguardando / blanca, encendida y
trémula / la hora azul del relevo. / Y tras del firmamento / cabalga la
esperanza”.
El libro está lleno de sorprendentes y luminosas metáforas,
esculpidas con palabras nuevas: “Bastaría / una palabra hecha a la medida / de
los descubrimientos personales, / una palabra que tuviera / la incendiada luz
de los ocasos, / el resplandor de las mañanas del invierno, / la percusión del
violonchelo, / la pálida curvatura de tus hombros; / una palabra nueva que
dejara / la piel en un estado de impaciencia”.
En el apartado “De Navidad a la Pasión”, Angelina sigue la tradición
genuinamente española del villancico, al estilo de Lope de Vega.
Termina el libro con la plegaria “Por una primavera en paz”:
“Yo te pido, Señor, que vuelvas a mandarnos / una vez más la dulce primavera, /
que marzo está a la vuelta de la esquina. / Quiero sentir las mil pequeñas
cosas / de los tiempos de paz, / ver germinar la rosa, la sonrisa, / escuchar a
Beethoven con los ojos cerrados, / esperar el autobús, abrir un libro, / extender
el mantel sobre la mesa”.
No pocos poemas de este libro cuentan historias o escenas,
de la misma manera que muchos relatos de Angelina están llenos de poesía. Lo
que viene a demostrar que a menudo los géneros literarios se solapan, y así
hablamos de prosa poética o de versos narrativos.
El poeta Emilio Porta, director de la colección Mirador, en
la que se incluye este libro, escribe en la contraportada: “con diferentes
temáticas, en todas ellas se vislumbra la enorme cultura y la impecable factura
literaria de una autora capaz de emocionarnos y, al mismo tiempo, acompañarnos
en la reflexión y memoria que todo ser humano debe hacer y acumular en la
existencia. Mujer en vela es una obra, sí, plena de emoción y con versos
maravillosos que nos llegan al alma”.
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