9 de diciembre de 2018

El cambio en Andalucía


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró                                                                            

De los resultados de unas elecciones suele haber interpretaciones para todos los gustos. En los comicios andaluces del 2 de diciembre no podía suceder de otro modo. Las declaraciones de los candidatos de los distintos partidos en la misma noche electoral son un ejemplo claro de cómo la óptica partidista puede deformar la realidad, en este caso las intenciones de los votantes. Sin embargo, hay un aspecto que es difícil tergiversar: el gesto de la principal derrotada, la todavía presidenta de la Junta de Andalucía Susana Díaz. Y un gesto vale más que mil palabras. Incluso que los números.
Porque si analizamos las cifras de los votos obtenidos por los diferentes partidos o agrupaciones, el PSOE andaluz podrá aducir que ha sido la fuerza política más votada, con más de un millón de votos y 33 escaños, mientras que sus adversarios pondrán el acento en el fuerte descenso socialista con respecto a anteriores elecciones, en las que obtuvo 47 escaños en 2012 y 2015.
Descenso que también ha experimentado el PP, de 50 escaños en 2012 a 33 en 2015 y 26 en 2018, el cual no obstante hará valer que es la segunda sigla en número de votantes.
La amalgama de grupos, círculos y amaneceres que han confluido en Adelante Andalucía no puede hacer valer ni una buena posición entre los cinco principales participantes, pues se sitúa en el anteúltimo puesto, ni un avance con respecto a la convocatoria de 2015, en la que Podemos más Izquierda Unida obtuvieron 20 escaños.
Las únicas fueras políticas que han logrado un notable avance en número de votos y de escaños han sido Ciudadanos, que ha pasado de 9 escaños en 2015 a 21 en 2018, y Vox, que de no tener representación parlamentaria se ha alzado con 12 escaños, lo que constituye el resultado más espectacular e inesperado de estas elecciones, en las que las encuestas más optimistas daban a Vox entre 6 y 8 escaños, y 1 el CIS de Tezanos.
Una primera conclusión que estos datos numéricos permiten extraer es el fin del bipartidismo y de las amplias mayorías, no digamos absolutas. Unida a este hecho incontestable está la necesidad de pactos entre partidos para formar gobiernos estables. Y aquí los números se muestran obstinados.
Por un lado, descartan una Junta integrada por las fuerzas de izquierda, PSOE y Adelante Andalucía, que solo sumarían 50 escaños. Un apoyo de Cs al PSOE, como el que se dio en la pasada legislatura, estaría a un escaño de la mayoría absoluta, que se cifra en 55 escaños. El pacto de las derechas, PP, Cs y Vox, sí alcanzaría y sobrepasaría la mayoría absoluta, con 59 escaños. Y, por supuesto, una improbable alianza entre PSOE y PP arrojaría ese mismo número de escaños.
Hasta aquí las meras combinaciones numéricas. Pero luego hay que tener en cuenta los imponderables de la proverbial resistencia de los partidos y los líderes políticos en España a los consensos. La Constitución de 1978, cuyo 40 Aniversario estamos celebrando, es una excepción admirable a esa particularidad personalista y partidista de la política española.
Quienes argumentan que los andaluces han votado cambio son rebatidos por los que ven en la abstención, que en estas elecciones ha sido muy numerosa con un 41,35 %, la causa del descenso de votos del PSOE.
La furiosa reacción de Susana Díaz y de Pablo Iglesias y Teresa Rodríguez contra la entrada de Vox en el Parlamento andaluz puede retrotraer a los peores enfrentamientos que desembocaron en la Guerra Civil y que los consensos de la transición superaron.
Vox tiene el mismo derecho, y posiblemente mayor, que el PSOE y, desde luego, que Podemos a participar con voz y voto en un parlamento autonómico y en el español. Los que le acusan de fascista ignoran lo que el fascismo significó en la Europa del siglo pasado, de cuyos tintes totalitarios están más cerca los comunistas de Podemos que los miembros y votantes de Vox.
Cuando una formación política recurre a la descalificación del adversario, al que convierte en enemigo, y a la movilización violenta en la calle, significa que no tienen nada positivo que ofrecer a sus seguidores.
Tanto Susana Díaz como José Luis Ábalos, ministro de Fomento y Secretario de Organización del PSOE, han instado al PP y a Cs a que se definan si quieren pactar con un partido como Vox de ultraderecha, xenófobo y defensor de la violencia contra la mujer, sin presentar una sola prueba de tales acusaciones. Olvidando u ocultando arteramente que el actual presidente socialista del Gobierno ha logrado serlo, sin ganar unas solas elecciones, gracias al apoyo de fuerzas tan constitucionales como los partidos que abiertamente abogan y trabajan por socavar la unidad y la misma existencia de España como nación.


No hay comentarios:

Publicar un comentario