Las palabras y la vida
Alberto
Martín Baró
Estamos
sentados mi mujer y yo con cuatro amigos en la terraza de la cafetería Los
Castaños que mira al Corro de Comillas. A través del gran ventanal se divisan
las ramas frondosas de un castaño de Indias que parecen adentrarse donde nos
encontramos. Los cuatro amigos, dos mujeres y dos hombres, tienen en común su
raigambre comillense y haber sido alumnos míos… hace más de cincuenta años. Yo
estudiaba teología en la Universidad Pontificia de Comillas y daba clases de
francés a un grupo de unos 15 jóvenes del pueblo en un local de los bajos del
edificio que hoy alberga el Ayuntamiento y en el que entonces desarrollaban su
labor de enseñanza unas monjas.
Hará
unos cuatro o cinco años Carmen Mary, una de aquellas muchachas que asistían a
mis clases, buscó mi nombre en Internet y se puso en contacto conmigo. He de
confesar humildemente que yo la había olvidado. Como le dijo con retranca su hija:
“No le dejaste mucha huella”. Quizá los alumnos recuerden más a sus profesores
que a la inversa. En cualquier caso, al principio intercambiando correos y,
después, en encuentros personales en Santander y en Comillas, mantenemos Carmen
Mary y yo una estrecha amistad, a la que se ha incorporado recientemente mi
mujer. No contenta con haberme contactado, Carmen Mary preparó el encuentro del
que les hablo con otros tres de aquellos estudiantes de francés, Mary Carmen,
Caco y Juan Antonio.
Cantaba
Carlos Gardel en su famoso tango Celos
que “veinte años no es nada”, ¿pero cincuenta? Trato de descubrir en las
facciones de estos hoy jubilados a aquellos mozos y mozas. Desgranamos
recuerdos. De una excursión que hicimos a Fuente Dé conservo yo fotos en las que
aparecen Juan Antonio y Caco. Las Cármenes no fueron a la excursión. Las fotos,
a veces, sustituyen o refuerzan la memoria, y ahora quiero ver en Juan Antonio
y Caco a los jóvenes que fueron.
Cuando
comento que Ediciones Valnera va a publicar un libro de relatos de mi mujer
Angelina Lamelas, Juan Antonio nos cuenta que él, en su trabajo de taxista, ha
sido durante años chófer, entre otros personajes importantes, de Mario Camus,
autor de Valnera y amigo del editor de Valnera Jesús Herrán. A Juan Antonio, lo
que no le enseñaron los estudios que no hizo se lo enseñó la vida, sus largas
conversaciones con Mario Camus y sus lecturas, entre ellas, de libros de
psiquiatría.
Mary
Carmen ha trabajado hasta hace poco como auxiliar de farmacia, y Caco, cuarenta
años en una empresa dedicada a la fabricación de plásticos en Torrelavega.
Carmen Mary fue telefonista, costurera, vendedora de cosméticos, y sigue
vendiendo estos productos para la firma que los elabora.
No
sé si el francés que aprendieron conmigo y con el método Assimil sin esfuerzo les serviría de algo en sus quehaceres
profesionales. Pero los cuatro me manifiestan que en mis clases no me limitaba
a transmitirles los rudimentos de la lengua de Corneille, sino también
lecciones de vida y de humanidad. O sea, que en ellos sí dejé huella, y huella
positiva.
La
enseñanza ha sido una actividad esporádica en mi trayectoria profesional,
centrada en la edición. Después de jubilarme he podido cumplir mi vocación de
escritor, aunque solo sea aprendiz de escritor. En Comillas escribí mi primer
libro, titulado “Meditación sobre la ciudad”, que publicó Ediciones Mensajero.
¡Qué ilusión recibir las pruebas de mi libro en papel! Después, en las
editoriales en las que trabajé, la edición de obras de otros autores me absorbió,
impidiéndome escribir mis propios textos.
Dice
mi gran amigo y escritor Germán Ubillos en un espléndido artículo reciente que
él tiene seis discípulos, cuatro mujeres y dos hombres. Y que “Su origen
proviene de la energía que me sobra una vez realizada mi obra literaria
teatral, narrativa y periodística […] y esos seis elegidos por mí gozan de una
atención muy especial y también de un amor muy profundo”. Ojalá pudiera yo
parecerme a Germán en este comunicar energía, saber y amor, aunque solo sea a
seis discípulos.
También
impartí clases en un Máster de Edición que patrocinaban la Editorial Santillana
y la Universidad de Salamanca, primero, y la Complutense, después. Me produjo
una gran satisfacción comprobar más tarde que algunos de los alumnos del máster
habían encontrado trabajo en distintas editoriales.
Este
año, por razones familiares, no he podido participar, aquí como alumno, en el
curso “Chamanismo de luz en la naturaleza”, que dirige en Matarraña (Teruel)
Francesc Celma, director en España de Lefebure Methods. Algunos de los
participantes en el curso me escribieron por whatsapp que me habían echado de
menos. No quiero enorgullecerme de lo que puede ser un amable cumplido y pensar
que “dejo huella” en quienes me rodean.
Pero
sí me anima a seguir intentando guiarme en todas mis relaciones con los demás
por el principio del amor al prójimo, que constituye para mí la esencia del
mensaje de Jesús en el evangelio.
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