19 de mayo de 2017

Gabarrerías

Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

Está teniendo un gran éxito el CD que ha editado el Nuevo Mester de Juglaría con el título de “Gabarrerías”, colección de coplas cuya letra se debe a Emilio Miguel López Laorga.
La tertulia “El libro del mes” de El Espinar ha estado dedicada en mayo a Emilio Miguel y su “Semblanza de un gabarrero”. Para el acto contamos con la intervención de “tres tenores”: Fernando Ortiz, componente destacado del Nuevo Mester de Juglaría, conjunto segoviano de música popular tradicional; Juan Andrés Saiz Garrido, autor del libro “Los gabarreros de El Espinar”, obra clave para conocer y entender el oficio de la gabarrería, y el propio Emilio Miguel López Laorga, que suple la merma de su voz con su ingenio, su gracia literaria, su simpatía y su gran categoría humana.
En El Espinar hasta los niños saben quiénes fueron los gabarreros, y participan con dibujos y escritos en la fiesta que todos los años se dedica en el mes de marzo a estos trabajadores del monte.
Pero quiero ponerme en el lugar de aquellos de mis lectores para los que gabarrero es principalmente, según reza el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), el “Conductor de una gabarra” y el “Cargador o descargador de ella”. Sin embargo, si siguen leyendo en esta entrada del DRAE, se encontrarán con una tercera acepción, según la cual gabarrero es también “El que saca leña del monte y la transporta para venderla”.
Esta escueta definición no recoge toda la riqueza que encierra el oficio, hoy extinguido, de los gabarreros. En la tertulia, Juan Andrés insiste en que la gabarrería era una cultura, con sus protagonistas, con los instrumentos de un duro quehacer y con su lenguaje propio. En este apartado del lenguaje cabe incluir las coplas gabarreras, que Emilio Miguel ha compuesto basándose en la tradición y en su propia inventiva. El gabarrero de su semblanza es, sí, producto de su invención, pero responde sin duda alguna a la realidad de unos trabajadores que ya de madrugada se dirigían al monte a por leña muerta, que luego vendían, además de aprovecharla para su autoconsumo.
¿Cantaban coplas los gabarreros al ir o al volver de su dura jornada, o en medio de ella? Carecemos de grabaciones que puedan atestiguarlo. Pero, a buen seguro, como antiguamente en la mayor parte de los oficios, acompañaban su tarea con canciones de su cosecha o recibidas de la transmisión oral.
Recuerda Emilio Miguel cómo, en una de las actuaciones en las que un grupo de amigos presentamos en público sus coplas, Juan Andrés se arrancó a cantar: ¡aquellos versos leídos estaban pidiendo música!
Las gestiones de Emilio Miguel para hacer realidad esta idea fructificaron al contactar con Fernando Ortiz y el Nuevo Mester. Fernando, como él mismo nos cuenta, se entusiasmó con el proyecto, y ahí está el resultado: un CD, del que ya se ha lanzado al mercado una segunda edición.
En la tertulia escuchamos algunos cortes del disco, en el que admira una lograda conjunción de letra y música. Emilio Miguel, como el gabarrero de su semblanza, ha ido perfeccionando su versificación, su métrica, en la que predominan los octosílabos, pero incluye también seguidillas y composiciones de pie quebrado.
En el coloquio de la tertulia salió a relucir la cuestión de la limpieza del monte, así como el debate planteado por expertos forestales sobre el abandono de los ramajes que las empresas contratadas para las cortas no siempre recogen.
Los gabarreros, por su propio interés, mantenían limpio el monte. Como asimismo velaban por esta limpieza y conservación los guardas forestales, que no eran “los malos” de la película, a pesar de que, con el guarda llamado Felipe, el gabarrero de las coplas de Emilio Miguel mantuviera un divertido enfrentamiento.
Las repeticiones propias de la lírica popular, resaltadas por los apóstrofes “niña” o “madre”, la picardía de las canciones de ronda, los percances con las caballerías, los accidentes y hasta la muerte de algún gabarrero al caer de un pino: todo este mundo lleno de belleza y dramatismo es comunicado con gracia y emoción por las composiciones musicales del Nuevo Mester de Juglaría.


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