14 de diciembre de 2025

El sentido profundo del belén

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Nos cuenta Ani, la joven peruana que desde hace muchos años viene a limpiar nuestra casa una vez a la semana, cómo ha tenido que hacer una larga cola para visitar el belén instalado en el Ayuntamiento de Madrid.

Y es que el belén o nacimiento sigue siendo para la gente sencilla la representación más cercana del misterio de la Navidad, que no es otro que la encarnación de Cristo, de Jesús, de Dios que se hace Niño para salvarnos.

Esas colas de creyentes se suman a los pastores que, como cuentan los Evangelios, fueron con sus ovejas a adorar al Niño Dios atendiendo al anuncio del ángel.

No digo que a este pueblo llano no le atraiga contemplar las luces que iluminan las calles principales de las ciudades, pero no se quedan en ese reclamo para el turismo, como hacen quienes viajan a Vigo para comprobar si la temprana iluminación de esta urbe hace honor a su fama.

Circula por el wasap un mensaje anónimo que sintetiza hermosamente la catequesis que representa el belén para quienes, como los pastores de los Evangelios, saben descubrir en un Niño reclinado en una cuna a Dios que ha venido al mundo haciéndose hombre para salvarnos.

Sigue diciendo el citado wasap que, en una civilización que nos empuja a vivir con prisa, el belén educa en la contemplación, invita a detenerse en los detalles. Y así evangeliza sin palabras, es una catequesis que transmite la fe de manera sencilla.

Doy las gracias al anónimo autor de este wasap, que nos ayuda a descubrir el sentido profundo de la Navidad, que no es otro sino que Dios se hace Niño para salvarnos.

Esto me recuerda que aún no he puesto el belén –yo prefiero decir el nacimiento– que estos años centro en el misterio, o sea en el portal con la cuna del Niño Jesús, María y José, y la mula y el buey que, según la tradición, dieron calor al Niño Dios.

Y dependiendo del espacio que tenga, añadiré otras figuras, sin que falten los Reyes Magos, que siguiendo una estrella fueron al portal para ofrecer al Niño Dios oro, incienso y mirra. Y hoy nos traen a nosotros, y de modo especial a los niños, que escriben y envían a los Reyes sus cartas, los regalos que les hayamos pedido.

Hermosas tradiciones que el ruido del superficial consumismo no logra hacer desaparecer.

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