Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
¿Cómo
es posible que en El Espinar tengamos problemas en el suministro de agua?
Releo
algunos capítulos de mi libro El cuaderno
de El Espinar y una vez más me asombro ante la gran cantidad de ríos y
arroyos que recorren este pueblo.
Por
orden de importancia, citaré entre los ríos el Moros, el Voltoya, el Boquerón y
el Gudillos.
Entre
los arroyos, a riesgo de dejarme alguno en el tintero, no puedo por menos de
mencionar el Mayor, el Gargantilla, el de Prado Goyato y el de las Barrancas.
Se
me objetará con razón que tanto los ríos como los arroyos de El Espinar sufren
la sequía del estiaje y en verano quedan reducidos a hilos de agua, si es que
no se secan por completo.
Además
soy consciente de que para el aprovechamiento de esas corrientes acuáticas en
el consumo de las industrias y de los hogares hay que canalizarlas y
bombearlas.
Aún
así, no se me alcanza que tengamos que recurrir al agua del embalse de la
Puente Alta, que yo he visto desaguar cuando voy a Segovia y del que me dice
algún entendido que tiene poco fondo.
Y
si los ríos y los arroyos son difíciles de canalizar para el suministro humano,
¿qué decir de las innumerables fuentes de El Espinar? Mi admirado y admirador
Javier Sanz Pérez, en su precioso libro Las
Fuentes de los Montes de El Espinar –respeto las mayúsculas del ejemplar
que obra en mi poder, dedicado por el autor y editado por la Diputación de
Segovia– recoge 61 fuentes, incluida la del Carnero, que en el Anexo denomina
LA FUENTE DE LOS GABARREROS, “en homenaje a todos aquellos que vivieron de
nuestros montes y de sus leñas y que realizaron una labor tan importante en los
mismos”.
Pues
bien, esos 61 manantiales, que alivian el calor y la sed de los caminantes que
recorren los bellos parajes en los que están enclavados, sería una utopía
pretender aprovechar su caudal para el consumo de industrias y hogares.
Recreémonos
con los evocadores nombres de tales fuentes, como Virgen de las Nieves, la
Hiedra, el Acebo, los Arteseros, las Barrancas, Peña la Casa, Fuente Fría, el
Mostajo, Marichiva, las Fuentecillas…
Y
animémonos, mientras nuestra salud lo permita, a recorrer esos parajes.
Como
señala Javier San Pérez en la Introducción al libro, “No es casualidad que uno
de nuestros montes principales sea conocido bajo el nombre de Aguas
Vertientes”.
¿Qué
podemos hacer en estas circunstancias los sufridos usuarios? Pues está claro
que no dejar correr el grifo sin contención, controlar el tiempo de la ducha,
del lavavajillas y de la lavadora.
Por
supuesto, no regar el césped ni lavar el coche.
Y
hacer rogativas para que llueva con abundancia.
Aunque
como decía con sorna en el cuento, no sé si apócrifo, el cura al que los
vecinos le pedían que sacara al Cristo en procesión: “Sacar al Cristo, yo lo
saco, pero si no está de llover…”.