Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Me
resulta llamativo el hecho de que personas de distintas convicciones,
ideologías y creencias vean en el Papa Francisco un defensor de tales ideas.
Un
ejemplo de este llevar el agua del Sumo Pontífice al propio molino lo
encontramos en la vicepresidenta segunda del Gobierno de España Yolanda Díaz,
líder de Sumar, que tuvo la fortuna de ser recibida en cordial audiencia por Su
Santidad en un par de ocasiones. Y en una de ellas el Papa le dijo a modo de
despedida: “Siga adelante, no afloje”.
¿Un
Pontífice de la Iglesia católica de izquierda radical?
Para
otras personas, entre las que se cuenta mi mujer Angelina Lamelas, tiene un
valor decisivo la austeridad de Francisco, que eligió como lugar de residencia
la modesta casa de Santa Marta en vez del Palacio del Vaticano.
Y
las mismas conceden gran importancia al hecho de que, ya siendo arzobispo en
Buenos Aires, Jorge Bergoglio viajara en trasporte público.
Es
verdad que esta sencillez y amor a la pobreza, en el más genuino seguimiento
del Evangelio, ha acompañado al Papa durante toda su vida. No en vano eligió el
nombre de Francisco en memoria del santo de Asís.
En
contraposición a esta admiración hacia la pobreza del Papa está la postura de
quienes critican que ese amor a los pobres le impidiera trabajar para que los
desheredados de la fortuna progresen y puedan llevar una vida digna.
Entre
los múltiples comentarios que he podido leer sobre el Papa Francisco están los
de quienes le sitúan en la línea de la Teología de la Liberación.
Lamento
discrepar tajantemente de esta vinculación. Como jesuita e hispanoamericano que
nunca dejó de ser, el arzobispo y después cardenal Bergoglio jamás comulgó con
la Teología de la Liberación que profesaron y por la que dieron su vida los
mártires de El Salvador: Ignacio Ellacuría, Nacho Martín Baró, mi hermano del
alma, Segundo Montes, Joaquín López y López, Juan Ramón Moreno y Armando López.
No
tengo noticia de que el Papa Francisco se interesara nunca por estos verdaderos
mártires, jesuitas como él.
Esto
no impide que el Papa recientemente fallecido fuera un hombre bueno, que
trabajó por la renovación de la Curia, que dio a la mujer un papel más
relevante en la Iglesia y que pidió perdón por los errores de esta Iglesia.
Francisco
fue un defensor incansable de la vida y se opuso al aborto por considerarlo
contrario a esta defensa de la vida. Mostró comprensión hacia los homosexuales,
a los que bendijo en alguna ocasión, sin admitir que los mismos contrajeran
matrimonio.
Y
mientras los países se embarcan en un rearme mortífero, Francisco aboga por el
final de todas las guerras y la instauración de la paz.
En
suma, fue un Papa santo, católico y apostólico, que gozará de la presencia de
Dios, en compañía de los mártires jesuitas de la Teología de la Liberación.