Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Le
estoy cogiendo manía a la cocina. Y mira que es una habitación amplia y
luminosa, provista de todos los electrodomésticos. Pero, claro, comienzo por el
hecho de que nunca me ha gustado cocinar. He intentado diversos procedimientos
para superar este rechazo, como pensar que estoy haciendo un acto de amor a mi
mujer, que sólo hace la comida los domingos, cuando vienen a comer sus hijos y
nietos. Aun esos días tengo que echar una mano en algunos preparativos
culinarios.
Así
que la cocina está asociada con faenas que no son de mi agrado.
Envidio
a mi hijo Guillermo, que disfruta cocinando y lo hace muy bien. Cuando estamos
juntos en la casa de El Espinar, le veo mirar por televisión algún programa de
los muchos que emiten todas las cadenas y que a mí nunca me han interesado. A
veces le pido alguna receta que me ayude a variar mis reducidos menús.
Tere
Lamelas, hermana de mi mujer Angelina, ha publicado recientemente un libro de
recetas que se titula Con mucho gusto
y, entre primeros platos, recetas de carne, recetas de pescado, postres y
tartas, contiene 97 de tales fórmulas, además caligrafiadas por la propia
autora. La edición es una preciosidad pero, a efectos de lo que estoy tratando,
muy pocas veces he echado mano de este voluminoso recetario.
Luego
está, sin salir de la cocina, el problema de la limpieza y el orden. Siempre
hay algo fuera de su sitio o sucio. Lo cual, para los maniáticos de la buena
disposición de las cosas, aunque no lleguemos a padecer TOC (Trastorno obsesivo
compulsivo), sí supone una cierta inquietud.
Una
dietista nos recomendó mi mujer y a mí, teniendo en cuenta que ella es
diabética, que procuráramos que las comidas tuvieran un contenido equilibrado
de hidratos de carbono, proteínas y verduras.
Esto
sí que procuro seguirlo, dentro de mi limitado repertorio de platos y no
olvidando prescindir del azúcar y los dulces. A menudo, cuando estoy pensando
en la comida y la cena del día siguiente, tengo la impresión de que repito algo
que ya hemos tomado recientemente. Y, como dice el refrán, “todos los días
gallina, amarga la cocina”.
Cuando las nueras de mi mujer echan una mano los domingos en la cocina, esta habitación deja de ser para mí un incordio y se convierte en un bienhallado oasis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario