Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
El Consejo de Ministros del pasado martes 17 de septiembre ha aprobado un “Plan de acción por la democracia”. Como ya había anunciado el presidente del Gobierno el lunes anterior a sus disciplinados y aplaudidores senadores y diputados, se trata de poner en marcha un plan de “fortalecimiento de la democracia” o también de “regeneración democrática”.
Cualquiera
de estas ambiciosas expresiones da por supuesto que en España la democracia
necesita un plan de acción, que hay que regenerarla y fortalecerla. O sea que
en nuestro país la democracia está en peligro, debilitada y degenerada. Y son
el gobierno progresista de Pedro Sánchez y el PSOE los llamados a salvar la
democracia.
Pero
¿quién gobierna (es un decir) en España desde la moción de censura que desalojó
de La Moncloa a Mariano Rajoy en 2018 y de nuevo después de las elecciones
generales del 23 de julio de 2023 que, aunque las perdió Pedro Sánchez, se las
arreglo para ser investido presidente del Gobierno aliándose con Sumar, ERC,
Junts, Bildu y PNV? Pues el mismo que ahora pretende regenerar la democracia,
el secretario general de un PSOE servil.
Es
decir, que si la democracia en nuestro país corre el riesgo de desaparecer, si
requiere ser salvada, ¿a quién habrá que achacar esa debilidad, esa necesidad
de regeneración?
La
respuesta es obvia: a un presidente del Gobierno, a un Consejo de Ministros, a
un PSOE y a unos socios de Pedro Sánchez, que sólo han velado y trabajado por
sus intereses.
Si
hay un responsable principal de la degeneración democrática en España el mismo
tiene nombre y apellidos: Pedro Sánchez Castrejón. El cual ha conseguido copar
en un ejercicio de partidismo sin igual todas las instituciones del Estado que
podrían representar un contrapeso al poder ejecutivo: el Tribunal
Constitucional, el Tribunal Supremo, el Consejo General del Poder Judicial, la
Fiscalía General del Estado, la Abogacía General del Estado, el Consejo de
Estado, el Centro Nacional de Inteligencia, el Centro de Investigaciones
Sociológicas, el Banco de España, Televisión Española, Radio Nacional de
España, la Agencia EFE de Noticias…
Para
colmo, el presidente del Ejecutivo ha anunciado que, a fin de llevar a cabo este
plan progresista, está dispuesto a prescindir de las Cortes Generales. ¿Cabe un
mayor ataque a la democracia y a la separación de poderes?
Y
la puntilla a la libertad que ha de garantizar un régimen democrático son las
medidas para vigilar y controlar a la prensa y a los medios de comunicación,
contrapoder que en cualquier país de tradición demócrata ha supuesto un
contrapeso a toda deriva autocrática del gobernante de turno.
Pero
d eso se trata, de que no haya posibilidad de que ningún partido o agrupación
política acceda legítimamente al poder.
Al
ver a todos los senadores y diputados del PSOE en pie tributando un prolongado
aplauso al amado líder, me ha venido a la mente la imagen del Partido Comunista
Chino ovacionando a Ho Chi Minh. ¿Es esta la lección que se ha traído el autócrata
español de su reciente viaje a China, junto con el fomento de la bicicleta como
medio de transporte de los ciudadanos, mientras él no se baja del Falcon ni
para ir a la vuelta de la esquina?
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