Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
El pasado jueves 12 de septiembre han comenzado mis nietos de 12 años sus estudios de la ESO en el Instituto María Zambrano de El Espinar. Como ellos viven con sus padres en San Rafael, tienen que desplazarse al Instituto en uno de los autobuses de la empresa Saiz Garrido que el Ayuntamiento ha contratado para llevar a los alumnos de los distintos núcleos del municipio al citado centro escolar. Así que mis nietos tienen que ir andando desde su casa hasta la parada del autobús en la carretera de La Coruña y, a la vuelta de las clases, hacer el mismo recorrido.
Yo
estaba, y aún estoy, un poco preocupado por este cambio que supone para mis
nietos empezar la Secundaria en un instituto situado a varios kilómetros de San
Rafael y al que asisten estudiantes de más edad, como los que cursan el Bachillerato,
a quienes veo cruzar el paso de peatones cuando me detengo al ir en coche al
pueblo y que me parecen, y lo son, mucho mayores que mis nietos. Claro que
están en aulas separadas… Alicia y Mateo, así se llaman mis nietos, no
comparten mi preocupación.
Como
la educación es competencia de las comunidades autónomas, observo que el curso
escolar ha comenzado en fechas distintas en unas y otras. Y se ha planteado el
debate sobre la conveniencia de implantar la jornada partida, aduciendo, como
ha hecho la presidenta de la Comunidad de Madrid en el Debate sobre el Estado
de la Región, la ventaja que ese horario supondría para la conciliación laboral
de los padres con sus responsabilidades familiares.
Yo
estoy viendo a mi hija Gabriela ayudar en los deberes a mis nietos, y eso
después de su jornada laboral, que es presencial dos días a la semana. Gracias
a esta ayuda sacan los niños buenas notas. ¿Seguirían con estos resultados en
una jornada partida?
No
puedo por menos de recordar los larguísimos horarios que teníamos los
estudiantes de Bachillerato de los años cincuenta en el Colegio de San José de
Valladolid, con clases también los sábados y una hora de estudio los domingos
por la mañana. Delante de cada clase había tres cuartos de hora de estudio.
Cuando yo alguna noche pensaba en quedarme a estudiar antes de acostarme para
preparar un examen me acordaba de ese tiempo de estudio y decidía irme a
dormir.
Otros
asuntos que recurrentemente salen a debate en los comienzos de curso son la
importancia que se da en el aprendizaje a la memoria, o por el contrario al
cultivo de las competencias, disyuntiva innecesaria a mi juicio: la
memorización debe acompañarse del ejercicio de aptitudes o habilidades.
Así
también se ha minusvalorado el esfuerzo personal en un equivocado intento de
evitar el abandono escolar.
Leo
en algunos medios de comunicación que ha disminuido la ratio de alumnos por
clase, a la vez que ha aumentado el número de profesores de Secundaria. No creo
que en el Instituto María Zambrano, al que acuden con mis nietos estudiantes de
numerosos núcleos de población, haya pocos alumnos por aula.
Seguiré
al tanto de esta nueva etapa en los estudios de mis nietos. Y contaré a los
lectores de este blog, si les interesa, mis impresiones.
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