Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Ayer,
sábado 7 de septiembre, hemos ido mi mujer y yo a El Espinar para celebrar las
fiestas del Cristo del Caloco. El Cristo, que el resto del año permanece en la
ermita al pie del monte que lleva el mismo nombre, baja en procesión a la
iglesia de San Eutropio, acompañado por el párroco, autoridades, cofrades y una
multitud de gente que a mí este año me ha parecido más numerosa que nunca. Es
un gesto de la venerada imagen para estar durante una semana cerca de vecinos y
visitantes.
Todas
las fiestas, y las de los pueblos muy en especial, se encadenan en una serie de
ritos, de ceremonias que se repiten, y los que participan en ellas esperan con
ilusión. En las del santo Cristo del Caloco, la misa a la puerta de la ermita,
al terminar la cual una larga fila de fieles se acercan a venerar la imagen y a
recoger el pan bendito, mientras la campana repica incansable. Mi mujer está
muy disgustada pues en su móvil ha desaparecido la foto que un joven nos hizo a
los pies del Cristo.
En
días sucesivos, el Santo Cristo recorrerá el pueblo en procesión y retumbar de
cohetes.
La
repetición es parte esperada de todo rito. A menudo, al asistir a misa y rezar
las oraciones que se suceden en ella, me llaman la atención sus fórmulas
invariables, lo que facilita la participación de los fieles.
Hubo
un tiempo en el que en el padrenuestro, la oración que el mismo Cristo nos
enseñó, se pedía a Dios Padre el perdón de nuestras deudas, “así como nosotros
perdonamos a nuestros deudores”, petición que fue sustituida por “perdona
nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”,
sustitución que me parece acertada.
No
entiendo, en cambio, por qué, en la consagración del vino para convertirlo en
la sangre de Cristo, antes se decía que será derramada “por todos los hombres”
y ahora sólo “por muchos”.
El
Cristo del Caloco baja al pueblo en solemne ritual para acompañar a todos los vecinos
y todos los visitantes, que en esta semana de fiestas son, somos, multitud.
Estoy contigo: me gustaba más "por todos"... Recuerdo pasar muchas veces por la cuesta del Caloco de la N-VI.
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