Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Comentaba yo en mi blog “Las luces de la Navidad” que me llamaba la atención el cada vez mayor adelanto con que se inauguraba en las ciudades la iluminación navideña.
Hoy quiero hablar de otro tipo de anticipación, esta más personal, que desde siempre me ha intrigado en mi manera de actuar. Estoy ocupado en cualquiera de las acciones cotidianas que se repiten en mi día a día, por poner un ejemplo, me estoy lavando los dientes después de comer, y ya mi mente está anticipando lo que voy a hacer a continuación, que puede ser el pequeño relax, no se le puede llamar siesta, al que dedico como una media hora sentado en una butaca con los pies apoyados en la mesa delantera.
¿Y qué tiene de particular, me preguntará el lector, este adelanto de la mente a lo que usted va a realizar después? Pues tiene de particular, o a mí se me antoja, que nunca estoy a lo que estoy, el futuro se solapa al presente y no me concentro en lo que hago.
Esta particularidad no tiene mayor importancia en las acciones rutinarias, que no requieren especial atención. Lo cual conlleva también que luego olvidemos que las hayamos realizado. ¿He tomado la pastilla para dormir?
Pero a cualquiera se le alcanza que, si uno está pensando en lo que va a hacer después, la tarea presente puede no llevarse a cabo con la dedicación precisa. Claro que esto no ocurre, al menos a mí, con aquellas acciones que verdaderamente importan. Como estar ahora escribiendo esta entrada para mi blog, lo que me exige los cinco sentidos y alguno más si lo tuviera.
Lo cual me lleva, a veces, a responder de malos modos a una pregunta de mi mujer. O me molesta que en esos momentos suene el móvil.
Existe otro tipo de anticipación, que esta sí es necesaria o, al menos, conveniente. Se trata de prevenir ciertos males o amenazas, que sabemos pueden producirse u ocurrirnos. Se nos aconseja en estos fríos días de invierno que nos prevengamos de la gripe y de los resfriados, incluso de la nueva variante del covid, que nos vacunemos y volvamos a utilizar la mascarilla. Esta es ya obligatoria en los hospitales y centros de salud.
Aunque tanto las vacunas como la mascarilla tienen sus detractores, no exentos de razones.
En la publicidad de los medicamentos se añade el siguiente aviso:
“Lea las instrucciones
de este medicamento
y consulte al farmacéutico”.
Yo creo que, si leyéramos las instrucciones de los medicamentos –los “cantables” los llamaba el inolvidable actor Manolo Morán–, no tomaríamos ninguno.
Pero no me hagan caso y, si el médico se los ha recetado, anticípese al mal y tómelos.
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