6 de agosto de 2023

Luis Landero en los Martes Literarios

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

No he leído nada de Luis Landero. Claro que él tampoco me ha leído a mí, ni siquiera sabe de mi existencia como autor de doce libros publicados y de centenares de artículos y blogs que probablemente se acerquen a los mil o incluso los superen. Pero Luis Landero es un novelista galardonado en 1990 con el Premio Nacional de Narrativa y en 2022 con el Premio Nacional de las Letras Españolas. Y el pasado martes 1 de agosto llenó a rebosar el paraninfo del palacio de La Magdalena de Santander en la sesión de los Martes Literarios. Digo a rebosar porque habilitaron un aula con una pantalla por la que quienes ya no teníamos sitio en el salón del paraninfo, a pesar de haber llegado con un cuarto de hora de antelación, pudiéramos seguir el diálogo que Landero mantuvo con Guillermo Balbona, escritor, periodista y alma cultural de El Diario Montañés.

Así que el próximo libro que me propongo leer este verano será la primera y más famosa novela de Luis Landero, Juegos de la edad tardía, que fue publicada por Tusquets en 1989.

Como el aula en la que mi mujer y yo seguimos el diálogo Balbona-Landero estaba a oscuras no pude tomar notas y es posible que algunas de las ideas que a continuación voy a expresar no pertenezcan a ese diálogo, sino a mis consultas posteriores en internet.

En cualquier caso, me ha impresionado la vocación literaria de este extremeño nacido en Alburquerque en 1948, en cuya casa natal no había ningún libro, pero sí un amor a las palabras, al lenguaje y una afición a contar historias por parte de los miembros de su familia. Una familia de labradores con tierras de su propiedad que en 1980 se trasladó a Madrid, no escapando de la pobreza, pues tenían un buen nivel de vida, sino por el deseo de emprender algún negocio que no fuera la labranza y por el afán del padre de que su hijo Luis tuviera acceso a una educación universitaria. El retrato que Luis hace de su padre nos emociona a quienes le oímos en directo y puede leerse en diferido en la obra autobiográfica El balcón en invierno (2014).

Y, en efecto, después de trabajar en diversos oficios, Luis estudió Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid, en la que más tarde impartiría clases de Filología Francesa. También él, que había sido un mal estudiante, fue profesor de Lengua y Literatura Españolas en el instituto Calderón de la Barca de Madrid, una experiencia que, nos confesó, le resultó muy gratificante.

Anteriormente, a los 15 años, recalca Luis la edad, escribió su primer poema, al que seguirían otros muchos. Con humor cuenta su nulo éxito con las chicas del barrio en su juventud.

En la actualidad está casado y tiene dos hijos. Quiero recordar que fui compañero de su mujer, Coté, en los años sesenta, pues yo también estudié Filología Hispánica –entonces se llamaba Románicas– en la Universidad Complutense de Madrid.

El Premio Nacional de las Letras Españolas le fue concedido “por ser un extraordinario narrador, creador de numerosas ficciones con personajes y atmósferas de gran expresividad y excelente escritura recuperando la tradición cervantina con dominio del humor y la ironía e incorporando con brillantez el papel de la imaginación”, en palabras del jurado.

¿Por qué la crítica ha calificado su obra de “cervantina”? En un primer momento, no sabe Luis muy bien qué quiere decir este calificativo aplicado a su narrativa. Quizá, declara a continuación, porque mis personajes, como el Quijote de Cervantes, están guiados por un afán quimérico y una mirada de piedad emocional y moral redime el fracaso del protagonista. Se ha dicho que Una historia ridícula es un relato quimérico del fracaso.

Siempre me ha interesado, esto lo digo yo, saber cómo se enfrenta el escritor a la tarea de escribir. Landero refiere que escribe y lee por las mañanas. Tiene cientos de cuadernos donde ha ido anotando ideas, vivencias, descubrimientos. Aunque, en definitiva, añade, una novela se le impone al novelista, está escrita antes de que él la escriba.

Pero claro que cuenta la técnica. Según Landero, en la gestación de una novela hay tres pasos: el primero es la inventio, la invención de una historia; el segundo es la compositio, o sea la estructuración; y el tercero, la invocatio –no estoy seguro de que este sea el término latino que utilizó Luis–, la parte más difícil, cuando tienes que ponerte a escribir. Aunque hay un momento en que te llega la inspiración y la escritura fluye.

A la salida de la sesión, una larga fila de asistentes al acto, con libros de Luis Landero en la mano, hacían cola para que el autor se los firmara.

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