20 de agosto de 2023

Luchas del verano

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Comprendo que haya gente que, huyendo del calor, se venga a Santander, donde, en lo que llevamos de agosto, no hemos pasado de 27 grados.

Ya se me hace más difícil entender a quienes, sin salir de la capital cántabra, acuden a alguna de sus hermosas y doradas playas a luchar por conseguir un lugar al sol.

Sí, porque incluso en las amplísimas arenas del Sardinero, los días soleados resulta arduo encontrar un espacio donde extender la toalla y plantar la sombrilla y la silla.

Tengo catalogados varios tipos de usuarios playeros. Están quienes se tumban en la toalla o hamaca o se sientan en una silla, y así se están, después de untarse bien el cuerpo de cremas solares, hasta que estiman llegado el momento de levantar los reales e irse sin bañarse.

Numerosos son también los que pasean –o paseamos, pues yo me cuento entre estos– por la orilla, pasando de La Concha a la primera o a la segunda playa del Sardinero, y vuelta. La mayoría de ellos tampoco mete en el agua del mar más que los pies.

Luego están las minorías que juegan a la pelota con palas o con balones, así como los niños que hacen hoyos o montones de arena acompañados de sus padres o madres. Estos pequeños sí suelen bañarse.

Así que, en resumidas cuentas, son pocos los que, incluso en los días en que el mar está tranquilo, se adentran donde cubre.

Y esto, insisto, en playas como las amplísimas y frescas del Sardinero. Cuando veo en los telediarios las atiborradas y ardientes de Levante o de Andalucía, no se me alcanza que el personal se dispute un palmo de espacio en ellas.

Leo en la prensa que este mes de agosto hay quienes han pedido un crédito para poder salir de vacaciones. Crédito que luego, obviamente, hay que devolver, añadiendo así dificultades a las ya habituales para llegar a fin de mes.

Y, repito, si la escapada es a un lugar donde la temperatura no pasa de los 27 grados, merece la pena. ¿Pero a costas en las que se alcanzan o superan los 40 grados?

Pues bien, las luchas del verano no acaban en las orillas del mar. Luego está la batalla por encontrar dónde comer. Si no has reservado mesa con antelación, despídete de encontrar sitio, incluso en restaurantes de precios elevados. Los profesionales del sector preferirían que los clientes se escalonaran a lo largo del año. Pero claro los veraneantes elegimos las fechas cruciales.

Menos mal que, para los conciertos del Festival Internacional de Santander, si cuentas con entradas adquiridas de antemano, se acabaron las peleas. El disfrute de música como la Novena Sinfonía de Beethoven, El lago de los cisnes de Tchaikovski, la Sinfonía nº 1 de Mahler, el recital de piezas de ópera y de zarzuela a cargo del tenor Juan Diego Flórez y obras de piano de Purcell y Mozart por Grigori Sokolov.

Entonces las luchas del verano se convierten en sereno deleite.

 

 

 

 

 

 

 

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