Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Bajo
este título se agrupan 55 dibujos de Guillermo Martín Bermejo (GMB) que, desde
el pasado 27 de abril y hasta el 10 de junio de 2023, se exponen en la galería
Fernández-Braso, calle Villanueva, 30, Madrid.
La
galería ha editado un espléndido catálogo con un texto introductorio de Óscar
Alonso Molina (ÓAM) y la reproducción en tonos sepias y ahuesados de 38 de los
dibujos expuestos.
Invito
a los interesados en la trayectoria artística de GMB a leer detenidamente el
estudio de ÓAM, que arranca de la primera exposición individual que él vio en
el año 2002, titulada Pequeños ataques de
ternura, en la sede de la librería madrileña Panta Rhei. Cito literalmente
lo que, a mi juicio, constituye una magnífica síntesis del trabajo de GMB:
“Entonces todavía trabajaba el artista con lápices de color sobre macizos
soportes de DM, y sus personajes estaban más cerca de la infancia que de la
pubertad. No obstante ya se manifestaba allí todo lo que habría de consolidarse
en su trabajo a lo largo de los años hasta caracterizarlo: el gusto por
recogerse en los tamaños mínimos; la concentración absoluta sobre la figura
humana, desatendiendo el entorno; el aspecto arquetípico de los protagonistas;
un sutil homoerotismo, tan inasible como innegable; el silencio plagado de
gestos mínimos, implicando en la escena narraciones sincopadas, balbuceantes,
apenas articuladas; y ese aire desasistido, frágil, absolutamente vulnerable
tanto de los cuerpos como de las psicologías…”.
Sólo
me atrevo a matizar la observación de que la concentración sobre la figura
humana, que es real, desatienda el entorno. Como en varios de los dibujos de
mayor formato apaisado de esta exposición puede advertirse, elementos del entorno,
del paisaje, cobran un singular protagonismo: ramas de árboles, hojas, pájaros,
edificios… y hasta la Osa Mayor de la que está enamorado un joven. Los amantes
del pueblo serrano de El Espinar reconocerán montes y cascadas de su paisaje ya
en anteriores exposiciones.
No
puedo por menos de decirle a mi hijo que su cultura artística, literaria,
musical y cinematográfica me desborda. Me cuesta identificar personajes de su
mundo, que en sus dibujos desempeñan un papel protagonista.
La
capacidad de GMB para el retrato, para reflejar los rasgos característicos de
un rostro, de una figura, no se ciñe sólo al presente, sino a la historia, al
pasado y, me atrevería a afirmar, auguran el futuro.
La
cultura, sí, pero también el trabajo arduo, el amor a los débiles, libran a
Guillermo del pesimismo. De la misma manera que da una nueva vida a los papeles
viejos rescatados de libros antiguos.
La
figuración en los dibujos de GMB supera un realismo estático para entrar en el
terreno de la sugestión. A mí, como a Guillermo Pérez Villalta, me encanta su
delicada técnica, su manera de hacer las cosas entre bella y melancólica.
Y
no abandona los formatos mínimos, él, que no tiene más estudio que su mesa de
trabajo, en habitaciones que podrían calificarse de monacales.
“Al
fin y al cabo –son palabras del propio Guillermo–, siempre estoy destruyéndome
para volver a construirme. Esa es la constante de mi obra”.
Sí,
un día será otro. Como concluye la coda de ÓAM: “Porque en lo divino creen
únicamente aquellos que lo son. Amén.”
IrTiene esta exposición la belleza que permanece, la poesía sorptendida en una mirada, en un gesto
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