Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
No
sabría decir con exactitud cuándo el Gobierno y los medios de comunicación han
dejado de informar sobre el estado de la pandemia causada por la covid-19. Pero
es un hecho innegable que ya no se nos informa sobre el número de contagios, de
fallecimientos, de ingresos en hospitales y en la UCI, causados por el
coronavirus en cualquiera de sus variantes. ¿Significa esto que ya podemos dar
por superada la pandemia? Pero, si es así, ¿por qué se nos sigue exigiendo el
uso de la mascarilla en los centros de salud, en los hospitales y en las
clínicas, y, lo que es inexplicable, en las farmacias?
Yo,
por si acaso, llevo una o dos mascarillas en los bolsillos de las prendas que
suelo usar, para echar mano de ellas si tengo que entrar en alguno de los
establecimientos mencionados.
Cuando
el uso de la mascarilla dejó recientemente de ser obligatorio en los
transportes públicos, ¿dieron las autoridades sanitarias alguna razón de esta
no obligatoriedad?
Me
barrunto que la ministra de Sanidad, Carolina Darias, a la que no hace tanto
tiempo veíamos con frecuencia en la televisión dando datos sobre la evolución
de la covid-19, esté ahora más volcada en promocionar su candidatura a la
alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria. Pero ¿no hay ningún cargo del
Ministerio de Sanidad, ningún experto, que pueda informarnos en la televisión o
en otros medios de comunicación sobre el estado de la pandemia? ¿O,
definitivamente, debemos dar por vencidos el coronavirus y sus mortíferos
efectos? ¿O, como ocurrió en lo más álgido de la covid-19, será que los
expertos de los que se jactaban Pedro Sánchez o sus voceros no existen ahora
como no existieron entonces?
Observo
que, mientras aún hay personas que llevan mascarilla por la calle, casi nadie
hace uso del gel hidroalcohólico que hay en la entrada del supermercado y de
otros establecimientos, por supuesto de los centros sanitarios, y del que nos
decían que era eficaz para eliminar la capa proteínica que recubre y protege al
coronavirus.
En
nuestra sociedad hiperinformada sólo existe aquello de lo que informan los
medios de masas. Y el Gobierno de Pedro Sánchez, que se fijó la transparencia
entre sus principales propósitos al emprender la actual legislatura, es uno de
los más opacos de toda la historia de la democracia española.
Y,
junto a la opacidad, se observa el despliegue interesado y falsario de la
propaganda, del relato que camufla y adultera la realidad. Cuando al Gobierno
le interesa que deje de hablarse de algún asunto comprometido para su cada vez
más dudosa rectitud o competencia, como las funestas consecuencias de la ley
del sólo sí es sí, o el caso del Tito Berni, lanza a sus corifeos a propalar
otra especie, si es posible contra la oposición. No hay mejor defensa que un ataque.
En esta táctica, las sesiones parlamentarias de control al Gobierno se han
convertido en control al Partido Popular, a Vox o a Ciudadanos, incluso a
Podemos, aunque esté dentro del Gobierno de coalición, si a Pedro Sánchez y al
PSOE les conviene cargar contra su aliado de conveniencia.
¿Responderá
a una táctica de ocultación la falta de información sobre la pandemia, que
hace pensar a muchos que la covid-19 es cosa del pasado? Porque aquello de lo
que no se informa no existe.
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