Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
El
lunes pasado 27 de febrero tuve un extraño sueño. Participaba yo en una
expedición científica al norte de la Tierra en busca de las fuentes del agua
terrestre. Sí que hallamos loa expedicionarios varias lagunas o manantiales que podrían ser las
fuentes que alimentan en nuestro planeta el líquido elemento.
Me
pregunté cuál sería la causa que me llevó a soñar con los manaderos del agua de
la Tierra. Es verdad que, a menudo, en mis paseos espinariegos, he ido en busca
del nacimiento de los ríos o arroyos de la zona, como los Ojos del río Moros, o
las fuentes que dan origen al río Gudillos, al Voltoya, al arroyo del Prado
Goyato, del Boquerón o de la Mata Roja, entre otros muchos. Pero estas
caminatas, que me sirvieron para escribir la guía Paseos y excursiones por El Espinar, están lo bastante alejadas en
el tiempo como para ser las causantes de mi sueño.
Después
de alguna cavilación, en el mismo duermevela que con frecuencia sigue al
episodio onírico, llegué a la conclusión de que este fue provocado por una
escena de la película Arabesco que
había visto la tarde anterior en la televisión. En un momento del filme, de
complicada trama, el primer ministro de un país de Oriente Medio, que se
encuentra en Londres para firmar con el Gobierno británico un tratado que
aliviara la falta de agua en su desértica nación, pronuncia la siguiente frase:
“Yo no puedo decir a mi pueblo que beba petróleo”.
Estas
palabras, que para nada forman el núcleo del argumento de la película, me
llevaron a formularme toda una serie de preguntas sobre los problemas que el
agua, y sobre todo el agua potable, plantea a todo el mundo y, por supuesto,
también a España.
Pensé
dedicar una entrada de mi blog a esta cuestión, empezando por tratar de
averiguar cómo han solucionado países desérticos la falta o escasez de agua
dulce.
Google
me responde con este aserto referido a los Emiratos Árabes Unidos: la falta de
recursos naturales de agua dulce es compensada por las plantas de
desalinización.
Lo
cual me lleva a buscar información sobre la desalinización y las plantas
desaladoras. Según la Wikipedia, “La desalinización es un proceso mediante el
cual se elimina la sal del agua de mar o salobre. Las plantas desalinizadoras,
también conocidas como desaladoras, son instalaciones industriales destinadas a
la desalinización, generalmente del agua de mar o de lagos salados, para
obtener agua potable”.
También
en internet encuentro un interesante artículo de la Fundación Aquae sobre las
plantas desaladoras en España. Cito textualmente la introducción de este
artículo: “El agua desalada es uno de los recursos fundamentales para abastecer
de agua apta para el consumo humano. A pesar de su elevado coste, en algunas
zonas del mundo este sistema se consagra como una de las únicas opciones
disponibles”.
Resulta
que la desalinización es en España una de las formas más frecuentes de
obtención de agua potable. Nuestro país ocupa el cuarto lugar en producción de
agua desalada después de Arabia Saudí, Estados Unidos y Emiratos Árabes Unidos.
Entonces
me pregunto ¿cómo es que España, un país con grandes ríos y reservas de agua
subterránea, necesita plantas desaladoras? El artículo de la Fundación Aquae
nos da la respuesta: el incremento de la demanda de agua potable en las Islas
Canarias, las Baleares y el litoral mediterráneo, no va acompañado por un
aumento proporcional de la disponibilidad del bien hídrico.
Otras
informaciones que también hallo en internet dan cuenta de los problemas que
entraña la desalación del agua de mar, como la contaminación de océanos y mares
por los residuos y desechos, sobre todo salinos, que se generan en el proceso
de desalinización.
El
acceso a este bien indispensable para la vida humana como es el agua dulce o
potable entraña otros muchos aspectos y problemas, como son los trasvases de
agua de los ríos, las plantas depuradoras de aguas residuales y los embalses. Pero
mi sueño me ha llevado a conocer un poco más sobre las plantas desaladoras en
nuestro país.
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