17 de julio de 2022

El estado de la nación

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Esta semana se ha debatido en el Congreso de los Diputados sobre el estado de la nación. Pero ¿quiénes han debatido y sobre qué nación? Arranca el debate el martes con un discurso de más de hora y media de Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de la nación de la que se trata. Pues bien, si usted, sufrido lector, ha tenido la paciencia de escuchar la plúmbea perorata, al final se habrá preguntado, como yo y como cualquier ciudadano que sufrimos, además de la ola de calor, la imparable escalada de los precios de la bolsa de la compra, de la gasolina y los combustible y del recibo de la electricidad, ¿de qué país habla el presidente? Cualquier parecido con la realidad que describe Pedro Sánchez es pura coincidencia. ¿Tan lejos está La Moncloa de su barrio, atónito lector, y del mío? Claro, su inquilino no va a la compra, ni echa gasolina a su coche oficial, ni tiene que hacer cola en el aeropuerto para tomar un avión y comprobar que su vuelo ha sido cancelado. El Falcon presidencial no está sujeto a tales contratiempos.

Bien, supongamos que, a pesar de estas desigualdades entre lo pintado por Sánchez y lo que los ciudadanos de a pie vivimos, caemos en la cuenta de que el país sobre el que se debate es España. ¿Seguro? Aunque en la publicidad oficial de los logros (¿) de los distintos Ministerios se recalca “del Gobierno de España”, ¿quiénes conforman ese Gobierno? Pues un presidente que gobierna (¿) aliado con comunistas que reniegan de todo lo español y trabajan por destruir aquello que muchos ciudadanos todavía llamamos España.

Los otros titulares de los distintos Ministerios son miembros de un partido, el PSOE, de cuyas siglas hace tiempo que se cayó la E de español, la O de obrero y, si me apuran, la S de socialista, quedándose en Partido, con todos los defectos que la actual partitocracia conlleva.

Pero sigamos, en la Cámara Baja o Parlamento aún llamado Español se sientan y dan su apoyo al Gobierno de Sánchez los nacionalistas vascos y catalanes, cuyo reiteradamente declarado empeño es erigir sendas repúblicas independientes y separadas de España y del resto de los españoles, a quienes odian o, en el mejor de los casos, desprecian.

Enfrente están los partidos de la oposición, que se consideran constitucionalistas, el Partido Popular, Vox y Ciudadanos, más algún grupo menor, pero que hasta el día de hoy se han mostrado incapaces de detener la deriva populista y anticonstitucional de las fuerzas que apoyan al Gobierno en aprobar unas leyes que están acabando con la democracia, la separación de poderes, el prestigio de las instituciones, y dejan que los herederos de ETA, se denominen Bildu, Sortu o como quiera que enmascaren su catadura filoterrorista, pretendan imponernos una memoria que nada tiene de democrática y que para nada concuerda con la que hemos vivido en nuestro propio pasado.

¿Puede hablarse de debate sobre el estado de la nación de cuyo nombre de España reniegan y al que se oponen buena parte de los que hoy integran el Parlamento otrora Español?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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