Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Ayer,
13 de febrero de 2022, ha sido la primera vez que no he votado en unas
elecciones, sean municipales, autonómicas o generales, desde que estas existen
en España. ¿Por desencanto con el sistema de votación en nuestra democracia
representativa? Sería una buena razón. Y más, en este caso, habida cuenta de
que en numerosas ocasiones, tanto en mis artículos como en otros escritos
publicados, incluidas algunas entradas de este blog, he abogado por la
supresión de las comunidades autónomas.
Pero
la causa de no haber participado en los comicios de ayer ha sido menos
ideológica y más relacionada con mi salud: estoy sufriendo desde hace un par de
semanas unos agudos vértigos, sobre todo al levantarme de la cama por la
mañana. Y como me han pillado en Madrid, no me he atrevido a trasladarme a El
Espinar, localidad castellana en la que estoy empadronado desde mi jubilación.
Me dirán que podía haber votado por correo. Ciertamente. Pero esperé que los
mareos se pasaran y poder ir a votar. Así que lo que se pasó fue el plazo para
la votación por correo.
He
seguido con interés la campaña electoral y los resultados de los votos. Después
de 35 años en el gobierno de Castilla y León, el Partido Popular ha vuelto a
conseguir la mayoría suficiente para gobernar nuestra comunidad autónoma. Ha
ganado las elecciones, lo que no hizo en 2019, cuando la victoria fue del PSOE,
pero insuficiente para que el candidato socialista formara gobierno, pues la
alianza del PP y Ciudadanos permitió al popular Alfonso Fernández Mañueco
alzarse con la presidencia. Los 31 escaños conseguidos ayer por el candidato
del PP hacen inviable que el socialista Luis Tudanca con sus 28 procuradores
logre formar gobierno, aunque sumara los votos de todas las fuerzas
parlamentarias excluidos los de Vox, que ha sido el gran vencedor de estas
elecciones pasando de 1 escaño en 2019 a 13 escaños. Por pura aritmética, sin
estos votos, el candidato socialista no podría alcanzar la mayoría absoluta,
que está en 41 escaños, aunque sumara el de Unidas Podemos, el de Francisco
Egea de Cs, y los de las formaciones locales, los 3 de UPL, los 3 de Soria Ya y
el de Por Ávila. Además está por ver si estas decidieran uncirse al carro del
PSOE.
Tampoco
está claro que el PP acepte las condiciones de Vox que, según declaraciones de
Santiago Abascal, exigiría para entrar en el gobierno popular que su candidato
Juan García-Gallardo fuera vicepresidente.
Al
margen de las cábalas sobre lo que puedan deparar las negociaciones entre los
partidos participantes en las elecciones castellano-leonesas, se me ocurren
tres observaciones sobre las mismas.
La
primera es una pregunta: ¿No hay en el PP una sola mente lúcida que considerara
descabelladas y sin base real las previsiones de lograr en solitario la mayoría
absoluta?
La
segunda también puede formularse como interrogación: ¿Son tantas y tan
profundas las diferencias entre PP y Vox para que sus líderes Pablo Casado y
Santiago Abascal se lancen a la yugular un día sí y otro también? ¿No estamos
más bien ante una confrontación de egos y ante una enemistad personal, que
quizá arrancó en el furibundo ataque de Casado a Abascal en la moción de
censura de Vox contra el PSOE el 21 de octubre de 2020?
La
tercera me ratifica en mi rechazo a las comunidades autónomas. Por si no fuera
suficiente razón el dispendio económico que supone mantener en España 17 entes
autónomos con sus respectivos parlamentos y demás instituciones regionales, las
elecciones de ayer han vuelto a demostrar que en ellas se vota en clave
nacional a unos partidos cuyas siglas acaparan el interés de los votantes, que
en su mayoría desconocen a quienes aparecen en las papeletas, salvo al que
encabeza la lista. No se tienen en cuenta las soluciones que los representantes
de los distintos partidos ofrecen a los problemas de la comunidad. Para atender
a los problemas de alcance local ya están las corporaciones municipales que los
conocen de cerca.
¿Que
defendiendo la eliminación de las comunidades autónomas me coloco fuera de la
Constitución Española? Creo que Vox también aboga por esta medida. Pero es que
más de un padre constituyente ha confesado haberse arrepentido de incluir en el
articulado de la Constitución los amplios poderes de unas entidades autonómicas
que, entre otros males, han dado auge a los nacionalistas, separatistas e independentistas
que, estos sí, luchan denodadamente por la destrucción de España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario