Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Ni
los más experimentados y lúcidos analistas políticos se atreven a pronosticar
lo que ocurrirá con el Partido Popular después del enfrentamiento entre la
presidenta de la Comunidad de Madrid y la dirección nacional del partido. Hay
opiniones para todos los gustos. Desde quienes abogan por la dimisión o
destitución del secretario general Teodoro García Egea, la retirada del
presidente Pablo Casado, o de los dos mandatarios, y la convocatoria del
congreso nacional.
Hablando
con el director de una acreditada publicación digital, le pregunté si veía
algún futuro para el PP. Su contestación fue tajante: “Destruirlo”. A su
juicio, el problema no reside en la inutilidad de la plana mayor del Génova,
sino en el rumbo errático del partido en la ideología y en la gestión. No
entraba a juzgar la actuación de Casado-Egea y de Díaz Ayuso, sino que apuntaba
al planteamiento del partido como proyecto político.
Claro
que, aduje yo, para la destrucción del PP se bastan sus propios dirigentes, sin
que tengan que intervenir ni el Gobierno de la nación ni otras fuerzas sean de
izquierdas o de derechas.
En
un artículo mío que fue censurado por el director de El Adelantado de Segovia,
lo que me decidió a dejar de colaborar con el diario después de quince años, yo
defendía la sustitución de los políticos por técnicos y expertos en los
distintos ámbitos de la administración pública.
En
un escrito posterior dejé a los políticos profesionales la función de coordinar
a los tecnócratas. Siempre y cuando se erradicaran las prácticas de corrupción
extendidas a todas las formaciones políticas, por aquel dictum tan citado del historiador británico lord Acton de que
“el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
A estas alturas de la
película no sabemos –y quizá no se sepa nunca– si en la conducta de Isabel Díaz
Ayuso con relación a la actividad comercial y los cobros de su hermano ha
habido ilegalidad, o tráfico de influencias, como la acusan Casado y Egea.
Coincidiendo en el tiempo, ha
salido a la luz la investigación de la Policía Nacional sobre importantes sumas
de dinero cobradas por el marido de la directora de la Guardia Civil a empresas
financiadas por el anterior gobierno andaluz. También el esposo de la
vicepresidenta del Gobierno Nadia Calviño se ha visto envuelto en actuaciones
comerciales de su empresa que supuestamente cobra a pymes por captar fondos de
la Unión Europea.
La sombra del nepotismo, o
sea, según el Diccionario de la Real Academia, la “desmedida preferencia que
algunos dan a sus parientes para las concesiones o empleos públicos”, se
proyecta sobre gobernantes y cargos políticos de todo signo. El presidente
Pedro Sánchez es un ejemplo conspicuo de esta práctica, con el nombramiento de
su esposa Begoña Gómez como directora del África Center, del grupo Instituto de
Empresa, centro para la innovación en el continente africano.
En mi opinión, la crisis del
PP debería ser una oportunidad única para renovar nuestro ineficiente y corrupto
sistema de democracia representativa sobre la base de cuatro principios
insoslayables:
El primero y fundamental, la separación
de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.
El segundo, la aplicación,
controlada por expertos independientes, de los artículos de la Constitución
Española sobre los partidos políticos.
El tercero, la reforma de la
ley electoral según la norma de “una persona un voto”, sin privilegios a
determinadas circunscripciones.
El cuarto, la actuación
rápida de los tribunales de justicia, y muy en especial del Tribunal
Constitucional, para resolver los casos de corrupción de los políticos y los
abusos del poder ejecutivo sobre el legislativo y el judicial.
Pues ahí es nada, me dirá el
atónito lector.
No hay comentarios:
Publicar un comentario