Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
La sesión de control al
Gobierno del pasado miércoles 14 de abril en el Parlamento sí que mostró un
vínculo con la II República española. Pero un vínculo, no como afirmó el
presidente Pedro Sánchez, “luminoso”, sino tenebroso y preocupante. Lejos de
debatirse con ideas y argumentos los asuntos que preocupan a los ciudadanos, y
deberían preocupar a los representantes políticos del pueblo, en unos momentos
en los que la pandemia, no solo no está vencida, sino que sigue amenazando
nuestra salud y nuestra economía, sus señorías se enzarzaron en un vergonzoso
intercambio de reproches, acusaciones e insultos que, ciertamente, emulaban las
broncas que los parlamentarios republicanos de los años treinta del siglo XX
montaban en las Cortes, convertidas en escenario de la más lamentable inquina y
odio al adversario ideológico convertido en enemigo irreconciliable.
Ya estábamos acostumbrados a
que las sesiones de control al Gobierno se convirtieran por obra y gracia del
presidente Sánchez y de sus corifeos en control a la oposición, culpable de
todos los males que nos aquejan, sin que los partidos de la alianza
gubernamental asuman responsabilidad alguna.
Si en tiempos de la malhadada
II República ese enfrentamiento entre unas señorías nada dignas de ese nombre
se reproducía con mayor virulencia y violencia en las calles, con una
alteración constante del orden público que las autoridades no lograban
controlar y que llegó a la quema de iglesias y conventos y al asesinato de sacerdotes,
religiosos y monjas, y de líderes políticos, hoy, sin alcanzar esos extremos,
se ha hostigado con lanzamiento de adoquines al candidato de Vox a la asamblea
de Madrid en un mitin celebrado en Vallecas. Una chispa que, de no ser atajada
por las fuerzas del orden, puede devenir en los “luminosos” incendios
republicanos.
Las fuerzas del centro
derecha ganaron las elecciones generales de 1933. Y ya en 1934 se produjo la
revolución o huelga general revolucionaria promovida por fuerzas y dirigentes
del PSOE como Largo Caballero e Indalecio Prieto, de la UGT y CNT, anarquistas
y comunistas. La izquierda no podía aceptar que gobernara el centro derecha.
¿Les suena? El 24 de septiembre de 2020 el exvicepresidente Pablo Iglesias lanzaba
en el Parlamento la bravata de que “las derechas nunca van a gobernar este
país, y usted, señor Casado, jamás será presidente del Gobierno”. Por de
pronto, el líder de Podemos está fuera del Consejo de Ministros, aunque
aparentemente sea por propia voluntad. Y nada augura que alcance la presidencia
de la comunidad de Madrid.
Mientras tanto, en la
oposición, nadie ha acusado al presidente Sánchez de haber declarado en octubre
de 2020 un estado de alarma de seis meses inconstitucional. Ya he citado en
este blog más de una vez el artículo 116, 2 de la Constitución Española que
fija en un “plazo máximo de quince días” la duración del estado de alarma, cuya
prórroga deberá ser solicitada y aprobada por el pleno del Parlamento. Como se
hizo en el estado de alarma en la primera ola de la pandemia.
Como en la “luminosa” II
República, son los propios políticos, Gobierno y oposición, los que vulneran la
Constitución que han jurado o prometido defender.
Me mantengo en mi
“catilinaria” del día 21 de marzo en este blog: “¡Fuera políticos!”.
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