Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Afirmaba yo en la entrada
“Fronteras” de mi blog la semana pasada que “Si la linde entre una
circunscripción y otra se desplaza unos kilómetros, los habitantes afectados
por tal desplazamiento pueden, por ejemplo, dejar de ser catalanes o vascos”.
El asador que existe en el
Alto del León, en el puerto de Guadarrama, está dentro de los límites de la
comunidad de Madrid, por lo que a día de hoy, cuando Castilla y León ha
prescrito el cierre de los interiores de la hostelería, el citado restaurante
puede servir comidas en sus salones a los clientes. Otro hostal, cuyo edificio
está prácticamente terminado, pero que aún no ha abierto al público, dista solo
unos metros del anterior, pero se halla dentro de Castilla y León, por lo que,
si se inaugurara en estos momentos, no podría atender en su interior al
público.
La cesión de competencias
sanitarias durante la pandemia a las comunidades autónomas no ha hecho sino poner
de manifiesto una vez más la falta de operatividad de un país que funciona
–mejor dicho, que no funciona– como 17 taifas con sus normas diferentes.
Los sufridos ciudadanos a los
que, por distintos motivos, aún se nos permite desplazarnos de una comunidad a
otra, incluso de un municipio a otro, nos las vemos y deseamos para saber si,
en el otro territorio, podemos entrar en el interior de una cafetería, o si
solo se nos puede atender en la terraza, y si en esta se autoriza sentarnos a
una mesa 4 o 6 personas.
Cada comunidad ha establecido
sus propias normas sobre las reuniones familiares en los domicilios. A estas
alturas yo no sé si en mi casa puedo recibir a 2, 3 o 4 familiares, o a
ninguno, y solo se nos autoriza estar juntos a los “convivientes”, palabra que
nunca antes habíamos utilizado. A lo mejor solo puedo reunirme conmigo mismo…
Entrar en la casuística de
las vacunas exigiría un máster en “vacunología”, otro término que antes de la
covid-19 no recuerdo haber leído ni oído.
Si con todas estas y otras
restricciones las cifras de fallecimientos, contagios y la “incidencia
acumulada” –otro neologismo– no mejoran, la culpa es de las autoridades
autonómicas y el gobierno central se lava las manos. Pero si asoma la
posibilidad de que la vacunación avance a un ritmo aceptable, entonces aparece
el presidente Sánchez en la televisión monclovita, nada de pública, a ponerse
la medalla de que nos aproximamos –una vez más– a la victoria sobre el
coronavirus y a la tan deseada “inmunidad de rebaño” –que no sea por falta de
expresiones tan vacías como estúpidas–.
Y no es que, de tomar el
gobierno central las riendas de la lucha contra la pandemia, confíe en una
mejora de la situación sanitaria y económica de España, pero al menos, como ya
he sostenido en repetidas ocasiones, nos habremos ahorrado el oneroso e
ineficaz Estado de las autonomías. Y podremos dedicar ese ahorro a paliar la
deuda pública y a ayudar a las empresas a crear puestos de trabajo.
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