Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Cuantos hemos mantenido algún tipo
de relación con El Espinar sabemos que el río Moros es la más importante vía
fluvial que recorre su territorio y que, represado en los altos de la Garganta
en los embalses del Vado de las Cabras y del Tejo o las Tabladillas, constituye
el principal suministro de agua del municipio.
La Panera de la Garganta, a
orillas del río Moros, representa asimismo para nativos y visitantes un área
recreativa muy frecuentada, que ofrece en verano la grata umbría del pinar. Es
posible que bastantes de quienes disfrutan de la Panera hayan reparado en los
edificios cercanos de la Venta Nueva y de la venta del Cornejo. Pero, a buen
seguro, muy pocos serán los que sepan que en las márgenes del río Moros se
desarrolló una notable industria harinera propiciada por una serie de molinos
hidráulicos, de los que no quedan hoy día más que restos ruinosos.
Pues bien, el biólogo Juan Frutos
Sánchez Cubo y el zoólogo Pedro Bigeriego González de Castejón han realizado un
exhaustivo trabajo de campo, de investigación y de documentación, que quieren
plasmar en un libro con el título de Molinos
harineros de El Espinar. Vestigios de un oficio perdido.
A Juan le he tratado yo desde tiempo
atrás debido a su empresa familiar de jardinería y vivero en La Estación de El
Espinar. ¡Cuántas veces sus operarios han recortado el seto de mi jardín para
admiración de propios y extraños y de cuántas plantas y flores me he surtido en
sus instalaciones!
Tengo yo también noticia de los
vídeos sobre la naturaleza de El Espinar, vestigios de su pasado y aspectos
etnográficos que Juan elabora y divulga a través de las redes sociales y de
whatsapp.
Cuando Juan me habló de la
indagación que él y Pedro tenían ya prácticamente ultimada sobre los molinos
hidráulicos de El Espinar, en seguida me contagiaron su entusiasmo y me presté
a colaborar en la preparación de sus textos y fotografías de cara a su
publicación en forma de libro. Me han pedido también que escriba un prólogo
para el libro, a lo que he accedido con la convicción de que lo único que puedo
añadir a sus exhaustivos datos e imágenes es mi deseo de hacerlos llegar al
mayor número posible de lectores.
De los oficios hoy desaparecidos
que en tiempos pasados dieron de comer a las gentes de El Espinar, la
gabarrería es sin duda el más conocido gracias al trabajo pionero de Juan
Andrés Saiz Garrido reflejado en su libro Los
gabarreros de El Espinar y a la fiesta que todos los años en el mes de
marzo conmemora a estos trabajadores del monte. La escultura de un gabarrero
delante de la gasolinera a la entrada de la Villa rinde también merecido
homenaje a los que podemos considerar como “ecologistas forestales”.
Menos repercusión han tenido los
canteros, de los que me ocupé hace unos años en un artículo publicado en El
Adelantado de Segovia en el que hablaba de la cantera de Navalvillar. Un arco
costeado por la familia Muñumel recuerda en la rotonda delante del cementerio
municipal a estos trabajadores, que también tuvieron que ver con la molinería,
pues suministraban las piedras, la volandera y la solera, así como las que se
utilizaban para construir el caz y otras edificaciones anejas a los molinos.
En mi libro Apuntes al oeste de Guadarrama, publicado por Segovia Sur en el año
2006, después del Prólogo dedico el primer capítulo al Molino Nuevo y al que
llamo molino de la Villa, inducido a error por el mapa topográfico de El
Espinar que así denomina al que el Catastro del marqués de Ensenada da el
nombre del Trejo o de la Leoncia, que
fue una de sus propietarias. En mi guía Paseos
y excursiones por El Espinar también incluyo itinerarios a algunos molinos
hidráulicos, o aceñas, aunque me dice Juan que esta denominación no fue
utilizada por los molineros espinariegos.
Sí, son importantes los nombres
que reciben las distintas partes de un molino, como nos ilustra el capítulo 3
de este trabajo, nombres que tan bien recuerda Carlos Díez Segovia, el “último
molinero vivo”, al que los autores han entrevistado.
En el mismo capítulo 3 se nos
explica con precisas ilustraciones el funcionamiento de un molino hidráulico
harinero.
Pero lo que constituye el núcleo
de este trabajo es el recorrido minucioso por los 14 molinos sobre el río
Moros.
Para terminar, quiero resaltar el atractivo
e interés de las fotografías tomadas in situ por los autores, que nos invitan a
visitar los lugares descritos, dejarnos enamorar por estas ruinas que nos
hablan de un pasado y de un oficio olvidados, entre zarzas, bardagueras, musgo,
endrinos, espinos y fresnos a orillas del río Moros.
Estoy seguro de que esta
investigación sobre los molinos harineros contará con la ayuda económica del
Ayuntamiento de la Villa para su publicación en forma de libro. Bien merece la
pena como reconocimiento a los molineros y a lo que la actividad molinera
supuso en El Espinar.
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