Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Nunca me han gustado las abreviaturas, a pesar de que en mi
etapa de editor de diccionarios tuve que usarlas. Pero en mis escritos procuro
evitarlas, aunque comprendo que son un modo de economizar espacio al escribir.
Tengo en contra de las abreviaturas, ante todo, su falta de
claridad y su frecuente ambigüedad. En los medios de comunicación se suele dar
por supuesto que el lector, oyente o telespectador está al tanto de lo que
significan siglas, una forma de abreviación, que por lo general no se
desarrollan. La mayoría de los no versados en estos conocimientos se verían en
un serio apuro si tuvieran que precisar el significado de siglas tan comunes
como ONU, OTAN, UNICEF y UNESCO, más allá de saber que son organismos de las
Naciones Unidas.
¿Usted, querido lector, sería capaz así, a bote pronto, de
decir qué significa el acrónimo TIC? ¿O de desglosar de dónde se forma este
otro acrónimo sonar? Para no incurrir en el defecto que yo achaco a otros,
aclararé que TIC es la sigla con la que se abrevia la expresión “tecnología de
la información y la comunicación”. Y sonar es un vocablo formado por la
combinación de letras iniciales de las siguientes palabras inglesas: so(und) n(avigation)
a(nd) r(anging).
Es posible que tampoco sepa el común de los lectores en qué
se diferencian sigla y acrónimos, que no son sinónimos. Pues, bien, el acrónimo
es una sigla que puede pronunciarse como una palabra. Y se suele poner como
ejemplo ovni, objeto volador no identificado”. Todos los acrónimos son
siglas, pero no todas las siglas son acrónimos. Hay siglas impronunciables, que
por lo tanto es necesario deletrear: FBI, efe be i.
Si usted se encuentra en un diccionario las abreviaturas m.
y f. ante la definición de una palabra, no tiene por qué conocer que el
sustantivo que sigue es del género masculino o femenino.
Y hablando de género gramatical no me resisto a referirme al
otro género, hoy mucho más en boga, como sustituto o ampliación de sexo. De un
tiempo a esta parte todos tenemos que saber lo que significa la sigla LGBTI, a
riesgo de ser tachados de anticuados anclados en la distinción de dos sexos,
masculino y femenino, hombre y mujer.
Esta sigla comenzó siendo LGBT, o sea, lesbianas, gays,
bisexuales y transexuales. Pero se alzaron protestas de quienes no se
consideraban representados por ninguna de estas categorías y se propuso ampliar
la sigla con las letras I, intersexual, o sea que presenta conjuntamente
caracteres sexuales masculinos y femeninos, Q, queer, de género no definido, y
A, asexual.
A poco que estemos familiarizados con la historia de la
antigua Grecia, sabremos que el término lesbianas proviene de Lesbos, donde ya
hubo mujeres atraídas sexual o afectivamente por otras mujeres. Y aunque no se
llamaran gays, la predilección de varones griegos y romanos por efebos está
asimismo atestiguada al menos desde aquellos tiempos. Otras variantes de la ·”identidad
de género” son más recientes, o al menos han salido a la luz en tiempos
modernos. A mis años no sé si asistiré a la ampliación de la sigla LGBTIQA
hasta completar todo el alfabeto.
Volviendo a mis objeciones a las abreviaturas, otro
inconveniente que presentan es la multiplicidad de sus posibles variantes.
¿Cómo abreviar teléfono, tel., tlfo., tfno., teléf.? ¿Y plaza, pl,, plza.,
pza.? ¿Y calle, c., cl., c/?
El uso de los mensajes y del whatsapp en los móviles nos ha
llevado de manera inconsciente a utilizar abreviaciones que vienen a constituir
códigos de comunicación no siempre comprensibles por todos los usuarios. A la
vez, suprimimos signos, como los iniciales de interrogación y exclamación, por
la dificultad de pasar a otro teclado. Y ya no digo puntos y comas, tildes o
mayúsculas, que se están convirtiendo en un lujo superfluo.
En el lenguaje coloquial y en el uso cotidiano del habla, se
nos pegan acortamientos de palabras y expresiones que adoptamos por pereza o
por no desentonar del medio que nos rodea.
Los niños dejan de ir al cole cuando les dan las vacas. Y no
solo ellos, cuando piden algo, lo hacen por fa. Nuestra mujer hace mucho que no
va a la peluquería, sino a la pelu. Y todos, con más o menos adicción, vemos la
tele. Las palabras o expresiones acortadas pasan a sustituir a los vocablos
originales, así cinema desbancó a cinematógrafo y cine a cinema. Hoy, apenas se
dice película, sino peli. Y deseamos “buen finde” en vez de buen fin de semana
y buen día en vez de buenos días.
Me comenta una amiga que regenta un comercio que la
respuesta del proveedor “está hecho el pedido”, dicha con rapidez puede
convertirse en “tachoelpedido”
Contestar a una pregunta por whatsapp con “De acuerdo” o
incluso “Vale” se reemplaza por el más breve “Ok”, aprovechando la capacidad
del inglés para la brevedad y concisión en el habla y en la escritura.
Animado por tanta economía de palabras, yo también me decido
a acortar y terminar este artículo.
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