21 de enero de 2018

Unilateralidad

Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

Al tratar de la cuestión catalana, se ha introducido de una manera subrepticia el término “unilateral”. Así, cuando exdiputados y otros presos investigados por posibles delitos de sedición o rebelión piden la libertad provisional no tienen ningún reparo en declarar ante el juez que renuncian a la vía unilateral de independencia. Que los independentistas se refieran a la unilateralidad del proceso de secesión entra dentro de su esquema, según el cual ellos se han visto obligados a una declaración unilateral de independencia ante la negativa del Gobierno español a dialogar. Pero lo extraño es que el vocablo que me ocupa forme parte también del discurso de políticos y comentaristas contrarios a la ruptura.
¿Significa el calificativo de unilateral aplicado a la declaración de independencia que una declaración bilateral de independencia sería legal? ¿O sea, una independencia pactada con el Estado español y, en su nombre, con el Gobierno de España?
Se olvida que, mientras no se aboliera o reformara el Artículo 2 de la actual Constitución Española, ningún Gobierno de España, sustentado por el partido político que fuere, está capacitado o autorizado a pactar con ninguna Comunidad Autónoma, región o provincia española su secesión. Pues dicho Artículo 2 establece que “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”.
El Gobierno de España que reconociera la independencia de cualquier parte de la Nación violaría la ley de leyes y se situaría en la misma ilegalidad en la que han incurrido cuantos han participado en la declaración unilateral de independencia y en la aprobación de una República Catalana independiente.
No cabe bilateralidad de ningún género mientras siga vigente el Artículo 2 de la Constitución de 1978 aprobada en referéndum por una amplia mayoría del pueblo español, en el que, como afirma el Artículo 1, reside la soberanía nacional y del que emanan los poderes del Estado. En las elecciones autonómicas del pasado 21 de diciembre los independentistas no han obtenido ni siquiera una mayoría simple de los votos emitidos, pues los constitucionalistas les han superado en 170.000 votantes.
Los catalanes independentistas se han instalado en una visión de la realidad política, social y económica que solo contempla un aspecto de la cuestión. En cualquier asunto o problema ante el que nos encontramos y en el que es preciso adoptar una postura y tomar una decisión solemos ponderar los pros y los contras de tal postura o decisión. Ahí radica la racionalidad, el sentido común, por el que nos guiamos, o deberíamos guiarnos, en todos los ámbitos de la vida.
Los catalanes independentistas, de los que supongo que en otras parcelas de su existencia se rigen por el proceder de considerar las ventajas y los inconvenientes de una determinada conducta, al enfrentarse al dilema “independencia o unión con el resto de España” se dejan llevar por un sentimiento identitario de pertenencia a una nación, la catalana, que exige Estado propio e independiente. Como si su identidad más profunda y genuina se viese menoscabada por la unión con los demás pueblos de España. O como si su ser más íntimo en cuanto personas solo se realizara si la comunidad en la que han nacido o en la que habitan y a la que están ligados por otros vínculos jurídicos, sociales, laborales se erige en Estado independiente bajo la forma de república.
A mí no se me alcanza la conexión entre ambos términos: mi realización como ser personal y el hecho de que mi patria, chica o más amplia, se configure como Estado independiente. El amor a la patria, a las propias raíces, costumbres, paisaje, lengua, gastronomía, no necesita de una forma estatal segregada de otros pueblos que comparten muchas de esas características y se diferencian en otras singularidades. Tan solo si esas peculiaridades fueran reprimidas o prohibidas por un Estado opresor cabría, es más se exigiría, enfrentarse a esa opresión y erigirse en Estado independiente.
Únicamente desde una óptica sesgada y una deformación sistemática de la historia y de la situación actual de las relaciones de Cataluña con el Estado español, del que forma parte. muchas veces y en múltiples aspectos privilegiada, cabría hablar de colonización, de opresión o de no respeto a una singularidad que es tal dentro del conjunto armónico y solidario de los pueblos de España.

Aplíquese a esta relación de los catalanes con otros pueblos españoles la bilateralidad, que significa no circunscribirse a un solo aspecto de una realidad o cuestión. 

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