23 de noviembre de 2025

Ani y Dorota

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Escribía yo en mi anterior blog sobre los inmigrantes que trabajan y se ganan la vida de camareros o ayudando a personas mayores.

Ani es peruana, pero ya no se la puede considerar inmigrante, pues lleva ayudando con la limpieza de nuestra casa antes de que yo me casara con Angelina. Viene una vez a la semana y deja la casa como los chorros del oro.

Angelina contactó con ella a través de Pati, la hermana de Ani, que trabajaba y trabaja para el doctor Carlos Doñamayor, otorrinolaringólogo que tiene la consulta en el bajo derecha y además de una eminencia en esa especialidad médica es un gran poeta, con bastantes –ahora tendría que ponerme a contarlos– libros publicados. Pero esto me apartaría del tema de este blog, que se refiere a Ani.

Ani no solo limpia nuestra casa, sino que además se ocupa de los niños de una guardería.

Dorota es polaca, pero lleva tantos años en España, que solo se distingue su nacionalidad en que omite los artículos delante de los sustantivos. Yo la corrijo medio en broma, medio en serio, pero ya quisiera yo hablar polaco, aunque fuera con los pequeños defectos con los que ella habla el castellano.

Pero aún no he dicho que Dorota viene a nuestra casa dos días a la semana para cocinar unos platos que ya los quisieran muchos chefs.

Yo le digo que por qué no trabaja en un restaurante, a lo que ella me contesta que ese trabajo exige una dedicación que no deja tiempo para otra cosa.

Fueron mis hijos quienes se empeñaron en que viniera a cocinar en nuestra casa. Así dejamos de tomar las comidas de bote o lata que yo preparaba.

¿Qué por qué no cocina Angelina? A ella se le daban muy bien el cocido, el arroz y el puré de patatas con carne picada, entre otros platos que ahora no recuerdo y que ha dejado de hacer por su tendinitis.

Volviendo a Ani y Dorota: sois un encanto de personas. Gracias por hacernos la vida más grata.

 

 

 

 

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