Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Escribía
yo en mi anterior blog sobre los inmigrantes que trabajan y se ganan la vida de
camareros o ayudando a personas mayores.
Ani
es peruana, pero ya no se la puede considerar inmigrante, pues lleva ayudando
con la limpieza de nuestra casa antes de que yo me casara con Angelina. Viene
una vez a la semana y deja la casa como los chorros del oro.
Angelina
contactó con ella a través de Pati, la hermana de Ani, que trabajaba y trabaja para el
doctor Carlos Doñamayor, otorrinolaringólogo que tiene la consulta en el bajo
derecha y además de una eminencia en esa especialidad médica es un gran poeta,
con bastantes –ahora tendría que ponerme a contarlos– libros publicados. Pero
esto me apartaría del tema de este blog, que se refiere a Ani.
Ani
no solo limpia nuestra casa, sino que además se ocupa de los niños de una
guardería.
Dorota
es polaca, pero lleva tantos años en España, que solo se distingue su
nacionalidad en que omite los artículos delante de los sustantivos. Yo la
corrijo medio en broma, medio en serio, pero ya quisiera yo hablar polaco,
aunque fuera con los pequeños defectos con los que ella habla el castellano.
Pero
aún no he dicho que Dorota viene a nuestra casa dos días a la semana para
cocinar unos platos que ya los quisieran muchos chefs.
Yo
le digo que por qué no trabaja en un restaurante, a lo que ella me contesta que
ese trabajo exige una dedicación que no deja tiempo para otra cosa.
Fueron
mis hijos quienes se empeñaron en que viniera a cocinar en nuestra casa. Así
dejamos de tomar las comidas de bote o lata que yo preparaba.
¿Qué
por qué no cocina Angelina? A ella se le daban muy bien el cocido, el arroz y
el puré de patatas con carne picada, entre otros platos que ahora no recuerdo y
que ha dejado de hacer por su tendinitis.
Volviendo
a Ani y Dorota: sois un encanto de personas. Gracias por hacernos la vida más
grata.
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