2 de noviembre de 2025

Tu encuentro con el Padre

 

Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

(Palabras leídas por mí en la celebración en memoria de mi hermano Carlos que tuvo lugar en la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe el 1 de noviembre de 2025)

Querido hermano Carlos. Ya estás con el padre, nuestro padre, Paco, al que dedicaste un libro maravilloso (¡qué bien escribías!), Memoria de tu muerte, que yo no puedo leer sin que se me salten las lágrimas. 

Claro que soy propenso a llorar cuando leo algo emotivo en público y me tiene que echar una mano nuestra hermana Cristina, como te ayudaba a ti cuando ibas a médicos o citas hospitalarias..

Como ejemplo de tu don para la escritura, encuentro en un ejemplar de Memoria de tu muerte esta dedicatoria a mi esposa Angelina: “Para ti, Angelina Lamelas, mujer que sabes cultivar los espacios soleados del recuerdo, esta memoria de mi padre, memoria de mi vida. Con la ilusión de que pueda alumbrar en ti alguna galería secreta de tu nueva familia”.

Estás, Carlos querido, sobre todo, con el Padre por excelencia, con Dios. Porque has sido un hombre profundamente bueno. Y Dios Padre te habrá acogido con un fuerte abrazo.

Aunque disimularas tu bondad con tu sentido del humor –nuestro padre Paco nos corregiría: “Por qué sentido del humor, basta humor”–. Pues bien, ese humor te llevaba a hacer reír a tus nietos, hijos de Diego, tu hijo mayor: Jules, hoy de 16 años, Paul, de 14 y Adèle, de 9, con esta nemotecnia que yo también me sé de memoria: “Tritur nusucuca si al urtutito raritre gulo ruso la carta rosa te trace ha he hi ho hu con hache”.

No sé si habrás tenido fuerzas para recitar estas reglas nemotécnicas a tus otros nietos, los hijos de Jacobo: Ángela, de 15 años, y Mario, de 13.

Cuando te preguntábamos cómo te había ido en Francia, respondías: “Bien, pero dan las nueve, las diez y las once, y los franceses siguen hablando en francés”.

Ahora en serio, tu humor te llevó a lo largo de tu vida a estar cerca de las personas a las que tratabas, por ejemplo, a los primos Martín Abril y Martín Rafecas.

Y ese humor te hizo seguir el mandato de Jesús: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”.

En el “paraíso después de la muerte” en el que ya estás, te habrás encontrado con los abuelos maternos Papá Fernando y Mamá Luisa, y los paternos Narciso y Valentina, y con tantos parientes a los que mucho quisiste.

Siguiendo el mandato de Jesús: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”, siempre demostraste un profundo sentido de la responsabilidad. Así, todos los años, ibas a Inglaterra para que no se te olvidara el inglés que enseñabas a tus alumnos del Instituto Lope de Vega de Madrid.

Y estoy seguro de que en ti se han cumplido los versos de aquella canción: “De Madrid al cielo”, convertidos en “De Huelva al cielo”.

Desde ese cielo en que te encuentras, acuérdate, Carlos, hermano querido, de los que todavía peregrinamos en la Tierra.