30 de noviembre de 2025

La Transición

Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

En estos últimos días del mes de noviembre observo, desde la ventana del salón de nuestra casa madrileña, cómo a la luz de la tarde le sigue de repente la oscuridad preludio de la noche. No hay gradación en este cambio, ni atardecer lento, sino transición brusca.

Al utilizar esta palabra, aunque no tenga nada que ver, no he podido por menos que pensar en la Transición que, tras la muerte en la cama del caudillo o dictador –elija cada cual el epíteto que prefiera– Francisco Franco, trajo a España la democracia y la concordia entre españoles del signo ideológico o político que fueran.

Las Cortes franquistas se hicieron el harakiri para dar paso a unos Parlamentos abiertos a todo tipo de ideologías y creencias.

Hitos cruciales de esta Transición fueron la proclamación del Rey Juan Carlos, quien con sus aciertos y sus errores fue un actor clave de la Transición a la democracia.

De hondo calado fue asimismo la elaboración de la Constitución que contó con el respaldo de una mayoría de españoles: un total de 15.706.078 españoles votaron a favor de la Constitución Española en el referéndum del 6 de diciembre de 1928, votos que representaron el 88,54 % de los emitidos en aquella consulta popular.

Nunca antes en la historia de España un texto constitucional había contado con tal grado de consenso.

Como toda obra humana, la Constitución Española contiene aciertos y, a juicio de ese porcentaje de discrepantes, errores, pero, insisto, contribuyó a una concordia inédita entre españoles.

En la actualidad y ya desde el gobierno nefasto de José Luis Rodríguez Zapatero, seguido y amplificado en sus errores por el hoy presidente del Gobierno Pedro Sánchez Castejón, este gobernante,  sus ministros  y el PSOE, el partido político que los sustenta, están tratando por todos los medios a su alcance de destruir la concordia de la Transición, la democracia de las libertades y de la separación de poderes.

Y por si este intento de destrucción no fuera poco, va acompañado de ingentes casos de corrupción que atañen a presidente Pedro Sánchez, a su familia más cercana y al PSOE, el partido político que los secunda.

Es hora de que los ciudadanos nos manifestemos en la calle y pongamos todos los medios de que disponemos para evitar que quienes deberían ser los garantes de la Transición que trajo a España la libertad y la democracia arruinen estos logros.

Cuando estaba escribiendo este blog, me llega la noticia de que el 28 de noviembre el Tribunal Supremo ha enviado a prisión a José Luis Ábalos y Koldo García. ¡Ay Pedro Sánchez, cuando las barbas de tu vecino veas pelar...!

 

 

 

 

 

 

 

23 de noviembre de 2025

Ani y Dorota

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Escribía yo en mi anterior blog sobre los inmigrantes que trabajan y se ganan la vida de camareros o ayudando a personas mayores.

Ani es peruana, pero ya no se la puede considerar inmigrante, pues lleva ayudando con la limpieza de nuestra casa antes de que yo me casara con Angelina. Viene una vez a la semana y deja la casa como los chorros del oro.

Angelina contactó con ella a través de Pati, la hermana de Ani, que trabajaba y trabaja para el doctor Carlos Doñamayor, otorrinolaringólogo que tiene la consulta en el bajo derecha y además de una eminencia en esa especialidad médica es un gran poeta, con bastantes –ahora tendría que ponerme a contarlos– libros publicados. Pero esto me apartaría del tema de este blog, que se refiere a Ani.

Ani no solo limpia nuestra casa, sino que además se ocupa de los niños de una guardería.

Dorota es polaca, pero lleva tantos años en España, que solo se distingue su nacionalidad en que omite los artículos delante de los sustantivos. Yo la corrijo medio en broma, medio en serio, pero ya quisiera yo hablar polaco, aunque fuera con los pequeños defectos con los que ella habla el castellano.

Pero aún no he dicho que Dorota viene a nuestra casa dos días a la semana para cocinar unos platos que ya los quisieran muchos chefs.

Yo le digo que por qué no trabaja en un restaurante, a lo que ella me contesta que ese trabajo exige una dedicación que no deja tiempo para otra cosa.

Fueron mis hijos quienes se empeñaron en que viniera a cocinar en nuestra casa. Así dejamos de tomar las comidas de bote o lata que yo preparaba.

¿Qué por qué no cocina Angelina? A ella se le daban muy bien el cocido, el arroz y el puré de patatas con carne picada, entre otros platos que ahora no recuerdo y que ha dejado de hacer por su tendinitis.

Volviendo a Ani y Dorota: sois un encanto de personas. Gracias por hacernos la vida más grata.

 

 

 

 

16 de noviembre de 2025

Mis amigos los cruasanes

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Me ha costado tiempo encontrar el plural de cruasán, que es la forma en castellano del francés croissants, que en singular lleva tilde y en plural no.

Hecha esta precisión lingüística, paso a hablar del porqué de este blog. Hace algún tiempo –no sabría precisar cuánto– mi mujer y yo hemos adquirido la costumbre de bajar al restaurante La Lupa a merendar, ella un descafeinado de máquina con leche, yo un té rojo y los dos sendos cruasanes a la plancha. Los camareros ya conocen esta merienda nuestra y, sin necesidad de pedirla, nos la sirven.

Ya he contado en algún otro blog que estos camareros son en su mayoría hispanoamericanos, de Colombia, de Paraguay, de Argentina, de Venezuela… y son la amabilidad en persona.

También tengo ya relatado cómo otros inmigrantes hispanoamericanos se ganan la vida acompañando a personas mayores, muy numerosas en nuestro barrio del Parque de las Avenidas.

Ahora que, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la población de España ha llegado a los 50 millones, debido en gran parte a los inmigrantes, quiero hacer una precisión, a riesgo de parecer xenófobo, sobre esta avalancha de extranjeros. Cuando estos extranjeros trabajan y asumen la lengua y la cultura españolas, bienvenidos sean. Pero cuando pretenden vivir en España sin trabajar, de los subsidios del Gobierno, y sin aceptar nuestras costumbres y cultura, no puedo por menos que rechazarlos y, si en mi mano estuviera, devolverlos a sus países de origen, aunque la población en España descendiera de los 50 millones contabilizados por el INE.

¿Y qué tiene esto que ver con los cruasanes? Pues tiene que ver con que los cruasanes han sabido adaptarse a la lengua española a partir del francés croissants.

Y como no hay nada perfecto en esta vida, los cruasanes, que a la plancha, como nosotros los tomamos, están muy ricos, sueltan muchas migas. A pesar de este inconveniente, los seguiremos tomando con gusto.

Como aceptamos de buena gana los inconvenientes que a veces causan los inmigrantes.

Capítulo aparte merece la población musulmana, cada vez más numerosa en toda España. Aquí sí que soy abiertamente beligerante y la rechazo por varios motivos:

En primer lugar, no existe una reciprocidad en los países islámicos a la hora de acoger a los católicos, ya sean españoles o de otros países, y de permitirles erigir sus templos y celebrar en ellos sus cultos. Cerca del tanatorio de la M-30 en Madrid se alza la mezquita más grande de España. Las mezquitas se convierten a menudo en centros no solo del culto islámico, sino también de difusión de sus propósitos terroristas.

En segundo lugar, no puedo por menos de tener presentes los atentados que los terroristas islámicos han cometido en países europeos. El pasado miércoles de este mes se ha conmemorado en París la matanza yihadista que el 13 de noviembre de 2015 se cobró 130 vidas en la sala Bataclan, el Estadio Nacional y varios bares. En España, el 12 de abril de 1985 se produjo un atentado yihadista en el restaurante El Descanso, en el que murieron 18 personas y más de 100 resultaron heridas. Y sigue habiendo dudas sobre la autoría de la matanza en los trenes de Atocha, para algunos investigadores también atribuible al terrorismo islamista.

En tercer lugar, los musulmanes residentes en España y en otros países europeos no permiten a sus mujeres despojarse del burka y de otros atuendos discriminatorios, y tanto hombres como mujeres exigen en los colegios a los que acuden que les sirvan comidas permitidas por su religión, que excluye el cerdo y otros alimentos.

En cuarto lugar, la creencia islamista mantiene entre sus principios la guerra santa contra toda otra religión o creencia.

Todas estas particularidades de la fe predicada por Mahoma me impiden tratarla en pie de igualdad con otros credos.

Lamento que todo ello me haya llevado lejos de los inofensivos cruasanes, que esta tarde volveremos a degustar mi mujer y yo, servidos por camareros hispanoamericanos amables y serviciales.

 

 

9 de noviembre de 2025

Pobres frente a privilegiados

 Las palabras y la vida Alberto Martín Baró

Me encoge el ánimo el panorama del mundo actual: guerras, pobreza, hambre, odios…

Y de esta situación no se libra España. Cáritas acaba de publicar el Informe FOESSA sobre exclusión y desarrollo social. Los datos y las cifras de este Informe evidencian que los jóvenes viven hoy peor que sus padres, que cada vez hay menos clase media y más familias que pasan a ser clase baja. 4,3 millones de españoles padecen exclusión social y de estos uno de cada tres son niños.

Junto a esta realidad se evidencia la de una clase alta cada vez más rica y poderosa.

Pero la tremenda paradoja consiste en que la riqueza y el poder de unos pocos son necesarios para que los pobres sobrevivan de las migajas que caen de sus mesas sobreabastecidas.

Veo en mi entorno cercano cómo los restaurantes repletos dan trabajo a inmigrantes procedentes de Paraguay, Venezuela, Argentina, Colombia y otros países hispanoamericanos.

Volvía yo caminando del Hospital de la Princesa y en ese trayecto encontré mendigos de todos los colores y nacionalidades.

Algunos tienen ya su puesto fijo, como la rumana que a la puerta del Supercor donde yo hago la compra diaria muestra la foto de sus tres hijos para pedir limosna. La mayoría de los clientes entran sin dirigir siquiera una mirada a la pobre. Yo le doy dos euros cada día, más por aliviar mi mala conciencia que su necesidad.

He pretendido, ingenuo de mí, animarla a buscar trabajo dejándole de dar esos dos euros y mostrándole a los muchos hispanoamericanos que se ganan la vida acompañando a ancianos. Pero estos hablan español, mientras que la indigente rumana no es capaz de hacerse entender. Con lo que he vuelto a darle los dos euros diarios.

Mi mujer acaba de cumplir 90 años, yo tengo 86, y los dos disfrutamos de una buena pensión, que hace que nos sintamos unos privilegiados, además con casa propia, cuando hoy los jóvenes, incluidos los que tienen trabajo, no pueden acceder a una vivienda ni alquilada ni mucho menos propia.

En nuestra juventud pudimos encontrar trabajo sin mayores dificultades, ella como profesora en el Colegio Menesiano del Parque de las Avenidas y yo como editor en la Editorial Santillana, actividades laborales en las que cotizamos a Hacienda y en las que disfrutamos.

Aparte de eso, los dos escribíamos y publicábamos artículos y libros, y seguimos haciéndolo, más como actividad satisfactoria que lucrativa.

Insisto, somos unos privilegiados.

En parte para compartir ese privilegio y en parte para paliar la posible mala conciencia, al menos la mía, colaboro con Unicef, la Asociación Española contra el Cáncer, Música para salvar vidas e Intermón.

Cuando acabo de leer el periódico repleto de malas noticias, me refugio en los crucigramas.

 

 

2 de noviembre de 2025

Tu encuentro con el Padre

 

Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

(Palabras leídas por mí en la celebración en memoria de mi hermano Carlos que tuvo lugar en la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe el 1 de noviembre de 2025)

Querido hermano Carlos. Ya estás con el padre, nuestro padre, Paco, al que dedicaste un libro maravilloso (¡qué bien escribías!), Memoria de tu muerte, que yo no puedo leer sin que se me salten las lágrimas. 

Claro que soy propenso a llorar cuando leo algo emotivo en público y me tiene que echar una mano nuestra hermana Cristina, como te ayudaba a ti cuando ibas a médicos o citas hospitalarias..

Como ejemplo de tu don para la escritura, encuentro en un ejemplar de Memoria de tu muerte esta dedicatoria a mi esposa Angelina: “Para ti, Angelina Lamelas, mujer que sabes cultivar los espacios soleados del recuerdo, esta memoria de mi padre, memoria de mi vida. Con la ilusión de que pueda alumbrar en ti alguna galería secreta de tu nueva familia”.

Estás, Carlos querido, sobre todo, con el Padre por excelencia, con Dios. Porque has sido un hombre profundamente bueno. Y Dios Padre te habrá acogido con un fuerte abrazo.

Aunque disimularas tu bondad con tu sentido del humor –nuestro padre Paco nos corregiría: “Por qué sentido del humor, basta humor”–. Pues bien, ese humor te llevaba a hacer reír a tus nietos, hijos de Diego, tu hijo mayor: Jules, hoy de 16 años, Paul, de 14 y Adèle, de 9, con esta nemotecnia que yo también me sé de memoria: “Tritur nusucuca si al urtutito raritre gulo ruso la carta rosa te trace ha he hi ho hu con hache”.

No sé si habrás tenido fuerzas para recitar estas reglas nemotécnicas a tus otros nietos, los hijos de Jacobo: Ángela, de 15 años, y Mario, de 13.

Cuando te preguntábamos cómo te había ido en Francia, respondías: “Bien, pero dan las nueve, las diez y las once, y los franceses siguen hablando en francés”.

Ahora en serio, tu humor te llevó a lo largo de tu vida a estar cerca de las personas a las que tratabas, por ejemplo, a los primos Martín Abril y Martín Rafecas.

Y ese humor te hizo seguir el mandato de Jesús: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”.

En el “paraíso después de la muerte” en el que ya estás, te habrás encontrado con los abuelos maternos Papá Fernando y Mamá Luisa, y los paternos Narciso y Valentina, y con tantos parientes a los que mucho quisiste.

Siguiendo el mandato de Jesús: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”, siempre demostraste un profundo sentido de la responsabilidad. Así, todos los años, ibas a Inglaterra para que no se te olvidara el inglés que enseñabas a tus alumnos del Instituto Lope de Vega de Madrid.

Y estoy seguro de que en ti se han cumplido los versos de aquella canción: “De Madrid al cielo”, convertidos en “De Huelva al cielo”.

Desde ese cielo en que te encuentras, acuérdate, Carlos, hermano querido, de los que todavía peregrinamos en la Tierra.