Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Cuando
trato de entender en qué consiste la inteligencia artificial, de la que
continuamente se nos habla en los medios de comunicación y en publicaciones
científicas o de divulgación, me viene a la memoria el conjunto de
transformaciones económicas y sociales que tuvieron su origen en el Reino Unido
y que se extendieron a diversos países de Europa y EE.UU. desde finales del
siglo XVIII y que yo estudié en mis años de Bachillerato y tuve presentes en
épocas sucesivas de mi trabajo editorial.
Dos
factores decisivos influyeron en los cambios de todo tipo que se produjeron en
las sociedades industriales: la invención de la máquina de vapor y la
existencia de capitales disponibles procedentes del comercio internacional.
Aunque
se la denomina revolución industrial, en realidad no hubo tal revolución, sino
una evolución paulatina de las condiciones de vida y del trabajo, pasándose de
una sociedad agraria y campesina, a otra urbana. Muchos trabajadores manuales
fueron sustituidos por máquinas y perdieron sus trabajos. Las condiciones de
vida cambiaron paulatinamente, por lo que más que de revolución habría que
hablar de evolución, y no solo industrial, sino también social y económica.
Aunque
sí hubo movimientos revolucionarios de los obreros que perdieron sus puestos de
trabajo sustituidos por las máquinas.
¿Sucederá
algo similar cuando la inteligencia artificial se imponga en nuestras vidas, no
solo en el ámbito del trabajo, sino también en el de la ciencia, la cultura, la
sanidad, el transporte y el ocio?
El
Diccionario de la Real Academia Española (RAE) define la inteligencia
artificial (IA) como “una disciplina de la informática que busca crear
programas capaces de ejecutar acciones comparables a las de la mente humana,
como el aprendizaje o el razonamiento lógico”.
O
sea que la IA, según la RAE, depende del informático que crea programas que
pueden realizar actos similares a los que llevamos a cabo los seres humanos.
Además del aprendizaje o del razonamiento lógico que menciona la definición de
la RAE, la IA podrá o puede
ya según los expertos en esta materia crear obras de arte, escribir libros,
diagnosticar y sanar enfermedades, conducir medios de transporte sin necesidad
de conductor… Y todo ello con independencia de los informáticos, los artistas,
los escritores, los médicos y científicos de las distintas especialidades.
De manera
similar a cómo las máquinas de la revolución industrial y luego la informática
hicieron desaparecer puestos de trabajo y crearon otros nuevos, la IA dejará,
ya está dejando según los expertos en la materia, obsoletas ciertas ocupaciones
laborales y se alumbrarán, ya se están alumbrado, otras nuevas.
Yo, qué quieren
que les diga, no acabo de creer en la independencia o autonomía de la IA.
Por de pronto,
no me montaré en un autobús u otro medio de transporte sin conductor.
Y claro que me
gustaría que un robot realizara las labores domésticas de mi casa y que la IA,
con solo indicarle el tema de mi blog, lo escribiera y lo colgara en la red.
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