3 de marzo de 2024

Tolerancia cero y caiga quien caiga

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

El lenguaje oficial, decía yo en mi blog del 25 de febrero, es enrevesado y confuso. Y ponía como ejemplos de esta oscuridad la nueva definición de familias numerosas y los nombres de algunos de los actuales ministerios del gobierno de Pedro Sánchez, como Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico, Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, y Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, entre otros.

También me refería a algunos términos que, a fuerza de ser repetidos por los políticos, ya nada significan, como ecológico, progresismo, resiliencia, sostenible…

En la actual crisis que se ha desatado en el PSOE de Pedro Sánchez con el caso Koldo, o el caso José Luis Ábalos, que cada día que pasa implica a más nombres de altos cargos políticos, como Santos Cerdán, Salvador Illa, Fernando Grande-Marlaska, Ángel Víctor Torres y Francina Armengol y que ya amenaza al propio secretario general del PSOE y presidente del Gobierno de España Pedro Sánchez y a su mujer Begoña Gómez, me han llamado la atención, en la defensa que los implicados en la trama han hecho de su actuación, dos expresiones que pertenecen a ese repertorio de lenguaje gastado, como son “tolerancia cero” y “caiga quien caiga”.

En la propaganda de la lucha contra la violencia de género (en otra ocasión volveré sobre esta desafortunada expresión, que a mi entender y también el de la Real Academia Española, habría que cambiar por violencia machista o violencia contra la mujer) estamos acostumbrados a escuchar el latiguillo de tolerancia cero. Como si la tolerancia pudiera tener grados. Frente a un desmán, o hay tolerancia o no la hay, pero no cabe tener un poco o un mucho de tolerancia, tolerancia 0, tolerancia 10 o tolerancia 100.

 En el caso de la defensa que hacen de su honradez los implicados en el escándalo Koldo, los tales muestran tolerancia cero contra la corrupción. Y no se contentan con ese rechazo, sino que dan un paso más y afirman desahogadamente que luchan contra la corrupción “caiga quien caiga”. Claro está que en este caiga quien caiga no entran ellos mismos, caiga quien caiga se refiere siempre a los demás.

La corrupción que a la presidenta del Congreso de los Diputados le da tanto asco no se traduce en beneficios económicos. Recuerdo que en el caso de los ERE del socialismo andaluz se defendía la honradez de algunos altos cargos, incluidos los expresidentes Griñán y Chaves, alegando que “no se habían llevado un duro". Ellos quizá no. Pero habían permitido que otros sí se lucraran. O sea, no habían ejercido su autoridad “in vigilando”.

Existen en la corrupción política otros beneficios aparte de los económicos, como el ascenso dentro de un partido político o, y este es fundamental en el caso que nos ocupa, el mantenimiento del poder: Ábalos seguir siendo diputado y, por tanto, aforado, Francina Armengol continuar como presidenta de las Cortes, tercera autoridad del Estado, y Pedro Sánchez mantener su liderazgo en el Partido Socialista –Obrero y Español ya hace mucho que dejó de serlo– y su colchón en la Moncloa.

 

              

 

 

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