Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
No estoy de acuerdo con la definición de ‘perfeccionismo’ que da el Diccionario de la lengua española de la RAE, a saber: “Tendencia a mejorar indefinidamente un trabajo sin decidirse a considerarlo acabado”.
También el Diccionario del español actual de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos define de modo semejante al ‘perfeccionista’: “(Persona) que tiende a mejorar indefinidamente un trabajo buscando la perfección”.
En ambas definiciones sobra, a mi juicio, el adverbio ‘indefinidamente’. O definen sólo un tipo de perfeccionismo y perfeccionista, como el afán de mejorar un trabajo sin darlo nunca por concluido y la persona que se comporta de este modo.
Yo me considero perfeccionista porque tiendo a mejorar mi trabajo buscando la perfección, pero no indefinidamente, y soy muy capaz de juzgarlo acabado cuando estimo que satisface unas exigencias razonables.
El perfeccionismo y el perfeccionista que definen los citados diccionarios claro que pueden ser poco eficaces al juzgar que el trabajo nunca está terminado. Y la persona perfeccionista puede resultar cargante para quienes conviven con ella.
Hace unos días compañeros del colegio San José de Valladolid que nos habíamos reunido para comer recordaban cuando el padre prefecto Juan Iriarte nos leía las notas y, al llegar a mí, decía: “Diez en todo”. Pues bien, nunca tuve la sensación de resultar el repelente niño Vicente para mis compañeros. Quizá porque mi amigo íntimo era el mejor jugador de fútbol del colegio…
El perfeccionismo, tal como yo lo entiendo, me lleva a buscar la perfección, que en el mundo escolar puede resumirse en la nota 10. Y tengo el suficiente sentido común para dar por acabada una tarea cuando cumple unos requisitos que me parecen razonables.
El perfeccionista se recrea en la obra bien hecha, aunque comprenda que habría podido hacerse mejor.
El perfeccionismo guarda relación, a mi modo de ver, con el afán por el orden, la limpieza y la organización. De nuevo, este afán, llevado a su extremo, puede desembocar en trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Entre las obsesiones más comunes que caracterizan el TOC figura, aunque en un puesto poco relevante, el deseo de tener las cosas simétricas y en perfecto orden. Pero ¿cuándo el orden es perfecto? ¿Y de acuerdo con qué parámetros?
Soy amante del orden, pero este orden no me causa ansiedad o trastorno alguno. Tampoco trato de imponer mi orden a las personas que conviven conmigo.
Y a la hora de encontrar algo, pongo por caso un libro, si está colocado en la librería por orden alfabético, resultará más fácil dar con él. Yo me quedo muy tranquilo cuando un libro, un documento, una carta, una foto halla su lugar donde guardarlo y poder localizarlo cuando lo necesite.
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