19 de junio de 2022

"Sanchismo" y "sanchista"

Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

No sé, ni me interesa saber, desde hace cuánto tiempo han comenzado a usar los analistas políticos el sustantivo “sanchismo” y el adjetivo “sanchista” en sus comentarios escritos o hablados. Hoy estos vocablos han adquirido carta de ciudadanía en los medios de comunicación y en las tertulias televisivas y radiofónicas. Con tales términos, quienes los utilizan parecen querer dar a entender que existe algo así como un programa de pensamiento y de acción del presidente del Gobierno Pedro Sánchez.

Por de pronto, tanto “sanchismo” como “sanchista” son unos derivados mal formados del apellido Sánchez. Los lectores del Quijote los relacionarán quizá con Sancho Panza, y ya quisiera Pedro Sánchez gobernar como lo hizo el escudero del Caballero de la Triste Figura en la ínsula Barataria.

Puestos a buscar otros términos referidos a Sánchez más ajustados a las reglas de la derivación, podríamos sugerir “sanchecismo” y “sanchecista”, los cuales comprendo que resultan complicados.

Pero, dejando a un lado estas disquisiciones lingüísticas y yendo al fondo de la cuestión, me pregunto: ¿es que existe una línea coherente de pensamiento y de actuación del actual presidente del Gobierno de España que pudiera definirse como “sanchismo” o “sanchista ”?

Los mismos que hacen uso de estos a mi juicio poco afortunados términos son conscientes de los bandazos de Sánchez tanto en sus ideas y afirmaciones como en sus hechos. Y recuerdan aquello de que le quitaría el sueño aliarse con Podemos, o de que jamás pactaría con Bildu.

Quien aseguró que no formaría parte de su gobierno quien falseara su expediente académico, aún arrastra el lastre de ser doctor con una tesis llena de plagios. Quien prometió transparencia en su gestión, es maestro en ocultar intenciones y procederes. Quien afirmó que no enviaría tropas a Ucrania, después lo hizo, para enfado de sus socios de gobierno.

Se ha acusado a menudo a Pedro Sánchez de mentir. Y, efectivamente, se le pueden denunciar numerosas mentiras. Pero, con ser graves tales falsedades, a mí me parece más preocupante su indefinición tanto en las ideas como en la conducta. ¿Saben sus familiares y colaboradores más cercanos lo que en realidad piensa Sánchez, fuera de tópicos manidos que nada significan y a nada comprometen, como progreso y progresismo, ecologismo, feminismo, resiliencia, empoderamiento, globalismo, no dejar a nadie atrás…?

¿En qué ha cambiado el hoy presidente del Gobierno y secretario general del PSOE desde que la ejecutiva de su partido le defenestró un 1 de octubre de 2016? Pues sí, ha cambiado en que hoy, gracias a una moción de censura torticera, ocupa el poder del Gobierno de España. Y el poder hace olvidar fallos pasados y une mucho a todos los que giran en su órbita.

Todavía Pedro Sánchez no ha ganado unas elecciones generales. Y las autonómicas en las que ha intervenido apoyando a los candidatos socialistas se han saldado con fracasos para sus siglas, como en Galicia, Madrid, Castilla y León y Murcia. Solo en Cataluña ganó las elecciones el PSC con Salvador Illa, sin que esta victoria le permitiera gobernar al exministro de Sanidad. Y no pintan nada bien para el partido socialista andaluz ni para la izquierda en general las elecciones autonómicas de hoy en Andalucía. En un próximo blog comentaré los resultados de estos comicios.

En resumidas cuentas, que si algo define a Pedro Sánchez es su indefinición, fuera de su empeño por permanecer a toda costa en la Moncloa como presidente del Gobierno con derecho a Falcon y a las Marismillas.

Si creen que este afán, por lo demás común en cualquier político que aspire a gobernar, permite definir el “sanchismo” y el proceder “sanchista”, pues nada, sigan utilizando estos términos. Y yo continuaré criticándolos por poco acertados.

 

 

 

 

 

 

 

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